CARTA DE LOS AGREDIDOS
No sin antes expresarle nuestro agradecimiento por el tiempo que nos otorga, por medio de esta carta, Sergio Facio Cruz y Erwin Alexis Facio Aragón, reporteros de la fuente de información policiaca, denunciamos de manera enérgica una serie de abusos cometidos en nuestra contra por parte del Poder Judicial del Estado de Oaxaca y la Comisión de Seguridad Pública, Vialidad y Protección Civil de Oaxaca de Juárez.
La mañana del viernes 12 de agosto, en nuestra calidad de reporteros gráficos de la revista Real Politik y Diario Rotativo, cubríamos un accidente de tránsito registrado en la colonia El Arenal, en jurisdicción de la agencia municipal de Cinco Señores, en la capital de Oaxaca, donde el conductor de un vehículo de lujo había protagonizado un percance, en el cruce de las calles Linderos y Ángel Méndez.
Ambos reporteros llegamos a la zona a bordo de un vehículo Jeep modelo 1998 que, minutos después, le entregaríamos a una persona con la que habíamos cerrado un convenio de compra venta, por la cantidad de 130 mil pesos. Llevábamos con nosotros los papeles que acreditaban la propiedad del vehículo y su servidor, Sergio Facio Cruz, llevaba en las bolsas del pantalón la cantidad de 87 mil pesos que un día antes nos habían sido entregados por concepto de anticipo.
Al percatarnos del incidente de tránsito, le pedí a Erwin Aragón, quien, además, es mi hijo, que detuviera la marcha, pues yo tomaría una serie de fotografías y videos con el objetivo de documentar el percance. Acordamos que mientras yo realizaba el trabajo, él permanecería en mi espera al interior de la unidad.
En la zona, ya se encontraba la patrulla 977 de la Policía Municipal de Oaxaca de Juárez, que era tripulada por seis elementos, todos, armados con pistolas: además de ello, un oficial llevaba un fusil de asalto y otro, una escopeta. El último también llevaba consigo una cámara de video.
Cuando comencé a realizar mi labor, fui encarado inmediatamente por el elemento que llevaba la escopeta, identificado como José Ramos González quien me cuestionó el motivo por el que tomaba fotografías, bajo el argumento de que, antes, tenía que solicitar su autorización.
En ese momento, mostré mi acreditación del periódico Rotativo y le pedí al uniformado que me permitiera seguir realizando mi trabajo, pues nos encontrábamos en la vía pública y ellos, en su rol de servidores, no podían prohibirme la recabación de datos.
El agente se abalanzó en mi contra para despojarme de mi credencial, por lo que opté por dar unos pasos hacia atrás y guardar mi acreditación en una de las bolsas de mi pantalón; en ese momento, el policía se acercó aún más a mí y me dijo “tú no eres de la prensa, tú no eres reportero; quién sabe qué puta madre eres”.
Le reiteré que trabajaba para un medio de comunicación, pero fue entonces cuando el policía se abalanzó en mi contra a puñetazos y patadas. Exigí que me dejara de golpear; sin embargo, a los pocos segundos, otro de los elementos, el que portaba el fusil de asalto, identificado como Jorge Luis Contreras Méndez, me llegó de espaldas y me sujetó del cuello.
Cuando esto sucedía, los policías repetían que yo no era reportero, que “quién sabe quién puta madre era” y que, si en dado caso, era de la prensa, no se iba a hacer lo que yo quisiera.
Llegó un tercer policía, también por la espalda, quien me torció los brazos y me exigió que les entregara mi celular, pues no me habían dado autorización de tomar fotografías.
Instintivamente, les pedí que me dejaran de golpear y que me liberaran para que pudiera borrar las evidencias.
Justo en ese momento, mi hijo, Erwin Facio Aragón, quien se desempeña como reportero y editor de la sección Policiaca del periódico Rotativo, se percató del ataque y se aproximó a la zona.
Al verme inmovilizado y sangrando de la nariz, se acercó grabando con su teléfono celular y cuestionó a los uniformados sobre por qué me agredían y uno de ellos, José Ramos González, le soltó una patada en los testículos, lo que ocasionó que se hincara por el dolor.
Les exigí que lo dejaran de golpear, pero, en seguida, otro de los policías –Evelio Espinosa Díaz– se dirigió a Erwin con el fin de inmovilizarlo.
A su vez, los cuatro policías que se quedaron conmigo, arremetieron en mi contra con más fuerza; incluso, uno de ellos comenzó a estrangularme al tiempo que los otros me tundían a patadas y puñetazos.
Al observar esto, Erwin Aragón forcejeó con los dos policías que lo sujetaban para ir en mi auxilio, fue entonces que José Ramos González, tomó su escopeta, cortó cartucho y le apuntó en la cabeza, mientras le gritaba “tranquilo, hijo de puta madre”.
Yo le grité que bajara el arma porque se ésta se podría accionar, lo que provocó que el agente volteara, me apuntara y dijera “me vale madres”.
Los golpes continuaron durante algunos minutos, hasta que nos forzaron a caminar alrededor de 10 metros, hasta el lugar donde se encontraba estacionada la patrulla; en el trayecto nos siguieron golpeando.
Nos aventaron en la batea de la camioneta y nos obligaron a ponernos boca abajo. Nos propinaron más patadas y culatazos; además, nos pisoteaban la espalda y la cabeza, lo que nos provocó diversos hematomas. Incluso, la huella de la bota de uno de los uniformados, quedó marcada en mi cuerpo, como ha quedado constatado en las diversas pruebas que hemos aportado para el caso.
En un acto de desaparición, Erwin gritó que borraría las fotos y los videos a cambio de que nos dejaran de golpear. Los policías aceptaron, por lo que le permitieron a mi hijo incorporarse el tiempo preciso para borrar las imágenes y, enseguida, lo sometieron nuevamente.
A causa de los golpes que recibí en la cabeza, quedé aturdido, por lo que dejé de gritar. En ese momento, según el relato de mi hijo, los policías Jorge Luis Contreras Méndez y Celestino López López recibieron la orden de esculcarme con el objetivo de apoderarse de mi teléfono celular.
Una vez que los agentes hallaron el aparato, otro de los policías sustrajo de la bolsa izquierda de mi pantalón la cantidad de 50 mil pesos en un fajo de billetes de 500 pesos. Los uniformados no se percataron que en la bolsa derecha guardaba otros 37 mil pesos.
Después de ello, la patrulla enfiló hacia el Cuartel de la Policía Municipal, en el centro de la ciudad de Oaxaca.
En el trayecto, uno de los uniformados realizó una llamada para notificarle a una persona, a la que identificó como el “licenciado”, que llevaba detenidas a dos personas, una que se había ostentado como agente estatal de investigación, en mi caso, y otra como reportero, en el de Erwin Aragón.
Uno de los policías le preguntó a su compañero con quién hablaba y éste le respondió que era el encargado del Departamento Jurídico de la corporación.
Ya en las instalaciones, cuando nos bajaron de la patrulla, Erwin Aragón aprovechó una distracción de los elementos para comunicarse, desde su teléfono, con un familiar, al que le pidió que alertara de estos hechos tanto a nuestros allegados como a los directivos de los medios para los que laboramos.
Enseguida, los policías nos trasladaron a un área donde cotejaron si teníamos antecedentes penales; la búsqueda dio resultados negativos. En el lugar solicitamos atención médica, pero nos la negaron.
Alrededor de 25 minutos después, nos canalizaron ante una médico de la corporación, quien certificó todas nuestras lesiones. Posteriormente, nos llevaron ante la guardia del Juez Calificador para que entregáramos nuestras pertenencias. En ese momento, me percaté de que me habían sustraído los 50 mil pesos en efectivo, pues únicamente portaba 37 mil pesos y mis credenciales.
Mientras esperábamos a que nos pusieran a disposición del Juez Calificador, el comandante, Ricardo Jesús Pérez Santiago, entabló un diálogo con un subordinado en el que reconoció que habían confirmado nuestra identidad como reporteros.
Veinte minutos después, Pérez Santiago llamó a Erwin Aragón para “ofrecerle un trato” y solucionar “todo” con el objetivo, argumentó, que “no hubiera problemas” por los hechos suscitados minutos antes.
Le advirtió, además, que contaba con nuestras fotografías y las referencias necesarias para localizarnos; fue entonces que nos pidió pasar con el juez calificador para signar el “convenio”; sin embargo, mi hijo se negó, bajo el argumento de que no era el único afectado.
Entonces, el comandante se dirigió hacia mí para intentar persuadirme pues, de lo contrario, amagó con ponernos a disposición del Ministerio Público. Justo en ese momento, hizo su aparición un allegado que fue alertado del caso, quien ingresó a las instalaciones grabando con su teléfono celular.
Ello permitió que quedara registrado el momento en que yo le reclamaba al comandante la actitud asumida tanto por él como por sus elementos, y cuando éste, lo único que hacía, era asentar con la cabeza.
Por eso, descarté la posibilidad de llegar a cualquier arreglo, pues no habían existido motivos para nuestra detención y menos para la agresión.
Minutos después, al sitio arribó un funcionario de la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO), quien prácticamente ingreso por la fuerza al cuartel, debido a que los policías le impidieron el paso durante más de una hora.
El servidor público nos pidió la narrativa de los hechos y, posteriormente, se dirigió ante el Juez Calificador, quien al considerar que no había delito qué perseguir ordenó que nos dejaran en libertad.
Inmediatamente después, nos dirigimos a la Fiscalía Especializada en Delitos de Trascendencia Social, donde interpusimos la denuncia correspondiente.
A partir de ese momento, fuimos sometidos a diversos exámenes médicos, tanto por la Fiscalía General del Estado como en hospitales particulares, cuyos resultados arrojaron que sufrimos lesiones que podrían dejarnos secuelas de por vida.
Erwin Alexis Facio Aragón, sufrió una lesión testicular que provocó que aquellos órganos sufrieran una inflamación que duplicó su tamaño; posteriormente, los médicos dictaminaron que, a raíz de ello, existe “cierta posibilidad” de que pueda quedar estéril.
Yo, Sergio Facio Cruz, arrastro una lesión en la rodilla izquierda, producto de los múltiples golpes recibidos; de acuerdo con los peritajes y dictámenes médicos, he sufrido la ruptura parcial de ligamientos cruzados y meniscos, lo que me impide caminar, hasta la fecha, con normalidad.
De acuerdo con las valoraciones recibidas, es necesario que me someta a una intervención quirúrgica cuyo costo ha sido cuantificado en 65 mil pesos. Además, según otro diagnóstico, sufro estrés postraumático.
Este último trastorno fue detectado debido a que durante el primer mes y medio posterior a la agresión, sufrí de insomnio; además, hasta la fecha, tengo la sensación de haber perdido la totalidad de la fuerza en mis extremidades superiores.
Ante ello, tuve que ser sometido a una Electromiografía para descartar daños en el sistema nervioso. Hasta el momento de redactar esta misiva, debo tomar diversos medicamentos para controlar el trastorno de ansiedad y conciliar el sueño.
A pesar de estos agravios, la jueza de Control de Circuito Judicial de Valles Centrales, con sede en Tanivet, Martha Elena Castillejos Sánchez, determinó el pasado 13 de enero absolver a cinco de los seis elementos involucrados en los hechos: a Ricardo Jesús Pérez Santiago, Celestino López López, Jorge Luis Contreras Méndez, José Ramos González, Abel Evelio Díaz Espinoza y Oswaldo José Ruiz Castro.
Para Martha Elena Castillejos los certificados expedidos por peritos médicos de la Comisión de Seguridad Pública de Oaxaca de Juárez, especialistas de la Fiscalía General del Estado de Oaxaca y otros elaborados por médicos de hospitales privados, fueron insuficientes para fincar responsabilidades en contra de estos elementos.
La juzgadora, argumentó que estas lesiones “resultan ser proporcionales y características de la resistencia a una detención”, pues dijo que cuando una persona se resiste a una detención existe “una necesidad racional” de emplear la fuerza para poder cumplir con el deber de los policías. Así, reiteró que las lesiones que sufrimos fueron causadas por el uso de la fuerza “proporcional” a la supuesta resistencia “que opusimos”.
Para sustanciar su postura, la juzgadora se basó en dos certificados médicos que entregaron los policías municipales, en los que se asienta que los agentes sufrieron rasguños en las manos y, además, en un video manipulado, de menos de 50 segundos de duración, en el que se aprecia que Erwin Aragón encara a uno de los agentes, sin especificar que ello fue después de que el policía lo golpeó en los testículos y de que atestiguó la agresión de la que yo fui objeto.