José Murat
Rumbo a la contienda de julio, más allá de los proyectos de nación y las propuestas específicas de los precandidatos y más tarde candidatos a la Presidencia de la República, es muy importante que el país conserve su condición de espacio geopolítico y social propicio para la inversión productiva y la generación de empleos, para no perder lo ganado en estos rubros vitales para el desarrollo de cualquier nación.
En el concepto de un nacionalismo inteligente y abierto al mundo, propio del siglo XXI, caben muchos matices y plataformas de gobierno; quien mejor entienda este nuevo tiempo del mundo aldea y la tecnología digital, es quien mejores puentes de comunicación construirá con las nuevas generaciones, la de los millennials.
No conviene a nadie que a la desazón de las variables internacionales, como la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la embestida de la derecha trumpista contra sus vecinos y socios, se sume la incertidumbre de factores endógenos como el desaliento a la inversión de capitales en México desde una perspectiva de chovinismo trasnochado.
Por supuesto que hay que defender la soberanía nacional y los intereses locales, con la misma dignidad desde la política interna y la exterior, para no sucumbir a una globalización acrítica como ha postulado el consenso de Washington y los organismos financieros internacionales, pero el mensaje al mundo no puede ser el retorno al sectarismo y a las políticas cerradas.
Quien apuesta a la cerrazón es justamente la derecha internacional, antilibre comercio y antiinmigrante, y nuestro país no debe caer en ese juego de vencidas, un esquema de perder-perder, sino apostar por la globalización incluyente con México como actor de su propio destino y con una voz propia.
Uno de los activos de México, ganado los últimos años, es su condición de destino confiable para la inversión productiva, no la volátil, especulativa ni de portafolios, como en el pasado; ese activo debe conservarse y acrecentarse en la próxima administración.
Los datos duros lo revelan: la inversión extranjera directa fue de 15 mil 645.2 millones de dólares de enero a junio del año pasado y está por hacerse el balance del segundo semestre en términos semejantes, pues las empresas extranjeras en lugar de atender el llamado trumpista reinvirtieron utilidades o realizaron adquisiciones.
Por tipo de inversión, 47.8 por ciento de la IED en el primer semestre provino de la reinversión de utilidades; 33.9 por nuevas inversiones y 18.3 por cuentas entre compañías.
Por sector, las manufacturas captaron 49.9 por ciento de la IED, los servicios financieros, 12.7; transportes, correos y almacenamiento, 11.7; minería, 7.0 y comercio, 6.6. Los sectores restantes registraron 12.1 por ciento.
Se trata de un aumento de 8.8 por ciento global frente al mismo periodo de 2016, cuando muchos pensaron que habría un retiro masivo de inversiones ante los ataques al TLCAN y concretamente la actitud hostil del nuevo gobierno estadunidense en contra de México y de los mexicanos.
En turismo, que también requiere de un entorno de certidumbre y confianza para los visitantes, las cifras también fueron muy positivas para México, a pesar del entorno adverso para las economías emergentes, especialmente en América Latina.
Las estadísticas más recientes de 2017 que comprenden de enero a septiembre, muestran que la llegada de turismo internacional a México avanzó 11.6 por ciento en comparación con el mismo periodo de 2016, con una proyección semejante para el último trimestre, cuyas cifras están por darse.
México ha tenido un crecimiento constante, que supera al promedio de la industria global de turismo entre 2012 y 2016. Mejoraron las proyecciones planteadas y es mayor en más del doble respecto al crecimiento de la industria global, de acuerdo con los datos oficiales de la Organización Mundial del Turismo.
Uno de los indicadores más contundentes es que durante 2017 la conectividad directa desde mercados internacionales creció en más de 2 millones de nuevos asientos en vuelos directos hacia México.
Este clima propicio para la inversión productiva y el flujo de visitantes no debe ponerse en riesgo, por el contrario, hay que alentar más inversión productiva para una mayor generación de empleos, un rubro en el que también México avanzó sensiblemente en este periodo de gobierno.
En su último registro, el Inegi ubicó el desempleo durante julio pasado en 3.2 por ciento de la población económicamente activa, nivel más bajo en los últimos 10 años y una de las cifras más bajas en América Latina.
En el acumulado enero-noviembre de 2017, según cifras de la organización ¿Cómo Vamos?, se generaron 1 millón 140 mil empleos estables y formales, cifra sin precedentes, superó la meta de 100 mil nuevos empleos por mes, son trabajadores que tienen una relación laboral reconocida y que hacen cumplir sus derechos laborales (tales como seguridad social, beneficios no salariales de liquidación o finiquito al término de la relación de trabajo).
Empleo formal que, a diferencia de otros tiempos, otorga a los trabajadores mayor certeza sobre su situación laboral y está correlacionada con niveles más altos de productividad. Son indicadores positivos, inversión productiva, turismo y empleo, que deben conservarse y mejorarse con una profundización en las políticas de modernización y cambio estructural, reformas en marcha algunas e inconclusas otras.
Son datos duros que no deben llamar a la autocomplacencia, sino a la aceleración del paso, pues quedan muchas asignaturas pendientes, como la pobreza y la desigualdad social, temas que hemos comentado ya.
Asignaturas pendientes que requieren de una atmósfera propicia para la inversión y generación de empleos, siempre como premisa de los intereses nacionales. Sin estabilidad y certidumbre no hay desarrollo posible