El reloj marca las 20:08 horas. Afuera llueve y el viento fresco corre en algunas partes de la Ciudad de México. Ciertos aires de melancolía se respiran en la sede nacional del PRI.
Es la noche más trágica para ese partido.
José Antonio Meade, quien pasará a ser el rostro de la peor derrota electoral del tricolor en su historia, sale en medio de gritos de “¡Pepe, Pepe, Pepe!”. Viene acompañado de Rubén Moreira, exgobernador de Coahuila, que ahora ocupa la secretaría de organización del Partido Revolucionario Institucional.
El semblante del candidato es de tristeza, su voz tiene un tono distinto al timbre fuerte de las últimas semanas. En la sede nacional del PRI, Meade acepta que ha sido derrotado.
“Reconozco que las tendencias del voto no nos favorecen, habremos de esperar los resultados del Instituto Nacional Electoral, estaremos siguiendo muy de cerca las elecciones para senadores, diputados federales, diputados locales, alcaldes y gobernadores”, acepta el exsecretario de Hacienda.
Pero mientras Meade habla, los resultados locales van corriendo. Tampoco los favorecen.
Hasta el momento de escribir estas líneas, en los primeros minutos de este lunes, el PRI no aventaja en ninguna de las nueve gubernaturas.
El tricolor, la otrora aplanadora electoral, ha quedado sin el combustible suficiente para pelear la Presidencia e incluso los estados.
Meade, un hombre que se había caracterizado por ser un funcionario público brillante, pero no un animal político electoral, no alcanza los 20 puntos porcentuales, según los resultados electorales preliminares que se desvelan cerca de las 1:00 horas.
PEÑA, UN GRILLETE DEL QUE NO SE PUDO DESLINDAR
La peor derrota del PRI en una elección presidencial fue en 2006, Roberto Madrazo apenas llegó al 22.03 por ciento. Esa fue la primera vez que el tricolor llegaba al tercer lugar en unos comicios.
Antes del arranque de las campañas, Meade y el PRI apostaron desde un inicio a su imagen impoluta. Un funcionario público con experiencia en el ramo hacendario, de desarrollo social y energético. Un todólogo que había puesto orden, pero sin ser el político que su imagen robaba las primeras planas.
El talento y fama de Meade era su mejor carta de presentación. El vehículo que lo postulaba era su grillete que más le pesó para despegar.
Las encuestas marcaban que una gran franja del electorado quería un cambio. Pero José Antonio Meade jamás se desmarcó del PRI, de Peña Nieto, de los escándalos.
Los tres meses de campaña no fueron suficientes para contrarrestar más de cinco años de una imagen gubernamental deteriorada.
Las urnas castigaron al PRI y a Meade. Los castigaron con la noche más trágica en su historia.
EL DATO
15.1% de sufragios contabilizados hasta las 00:30 horas, que corresponde a 986 mil 522 votos.