“México es el mismo antes de Tlatelolco y después de Tlatelolco”, aseguraba Díaz Ordaz. La legendaria bengala, el papel del ejército, los infiltrados, los estudiantes, este es su recuento del #2DeOctubre de 1968 pic.twitter.com/AbCHRQImHf
— Ciro Gómez Leyva (@CiroGomezL) 4 de agosto de 2018
En sus memorias de 1968, Gustavo Díaz Ordaz describe que, luego de la toma de Ciudad Universitaria por parte del Ejército, el 18 de septiembre de 1968, los planes de los estudiantes perfilaron un cambio, y ya no era el Zócalo capitalino el motivo de los grupos y dirigentes del Movimiento Estudiantil, sino apoderarse de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco.
No habiendo podido apoderarse de Palacio Nacional, se les ocurre posesionarse del edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, situado precisamente a un costado de la plaza, y con ello dar un golpe de incalculables proporciones a la organización de los Juegos Olímpicos”, relató el mandatario.
Lo que llevó a encomendar al Ejército a resguardar los límites de la Plaza y, en su caso, evitar la toma del edificio de Relaciones Exteriores. En su discurso de su Cuarto Informe de Gobierno, sentenció: “Hemos sido tolerantes hasta excesos criticados, pero todo tiene un límite y no podemos permitir ya que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos de todo el mundo ha venido sucediendo”.
Y es que según el gobierno había algunos simpatizantes del “movimiento” que tenían departamento en los edificios de Tlatelolco, los cuales habían habitado al descubrir que estaban desocupados; así, la Plaza de las Tres Culturas ofreció “refugios y más seguridad en sus retiradas… hay, además, en alguno de esos edificios, una amplia terraza donde pueden instalarse con más comodidad y mayor protección”.
De acuerdo con el relato de Díaz Ordaz, los dirigentes del mitin estudiantil del 2 de octubre de 1968 eran “intelectuales medios” que se instalaron en la terraza del edificio Chihuahua. Y las “masas”, lo que Díaz Ordaz llama “la carne de cañón”, ocupaban la explanada.
Esto lo supo con detalle, porque el Ejército tenía “infiltrados”, a los que llamó “observadores”; el código el día del mitin era echar mano de una luz de bengala, porque creía que sus radios de comunicación interna estaban intervenidos por los estudiantes.
Después de lo que el Presidente calificó como redada, tras la matanza estudiantil, aseguró:
México es el mismo antes de Tlatelolco y después de Tlatelolco… y quizá sigue siendo el mismo, en parte muy importante, por Tlatelolco”.