Como desde hace 33 años, las calles de Oaxaca se vistieron de colores blanco y morado, las cruces, los estandartes y las imágenes de Jesús y María, invadieron las calles del centro histórico.
Ante locales y turistas nacionales e internacionales, la Procesión del Silencio se realizó en un ambiente de paz y silencio, esto como parte del pésame a la Virgen María por la muerte y crucifixión de Jesús.
Al ritmo de la chirimía y los tambores, esta Procesión del Silencio estuvo organizada por el ayuntamiento de la capital, la Arquidiócesis de Antequera y el Grupo de Scott.
Durante este recorrido personas adultas y adultos mayores, jóvenes, niñas y niños, salieron del templo de la Preciosa Sangre de Cristo, quienes cargaron cruces de 15 y 30 kilos, además de las diferentes imágenes y estandartes de los 23 templos de la ciudad de Oaxaca.
Previo al recorrido y frente a este templo, el Arzobispo de Antequera Pedro Vázquez Villalobos, señaló que durante este viernes santo se debe recordar el grande amor que Dios nos ha tenido al regalarnos a su hijo y que muriera en la cruz por todos nosotros.
“Nuestro Señor en la cruz nos dio toda la libertad porque nos perdonó nuestros pecados, ojalá y ustedes también se perdonen, perdónense sus miserias y debilidades, sus errores porque no es un hombre o una mujer perfecta”, puntualizó.
Pero quien sea capaz de perdonar a su hermano- continuó el monseñor- no guarde rencores, envidias, celos, deseos de venganza, porque entonces será esclavo de sus pasiones, de sus instintos, de sus debilidades. Y usted tiene que ser muy libre, mirando al crucificado que usted encuentre la paz.
Cabe señalar que la Procesión del Silencio partió de la calle Macedonio Alcalá, recorrió hasta la Cruz de Piedra para descender sobre García Vigil hasta llegar a Morelos, y subir sobre el Andador Turístico para finalizar frente al templo de la Sangre de Cristo.
Esta procesión inició en el año 1986 cuando el párroco del templo de la Sangre de Cristo, Pedro Osorio, así como los oaxaqueños José Humberto Palancares, Ana Bravo Vasconcelos y Don Carlos Ocampo Prieto, decidieron revivir una celebración que hacían los dominicos para expresar el pésame a la Virgen por la muerte de Jesús.