Ei primer año de gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador es el primero en la construcción de un nuevo régimen político. No es una alternancia dentro del régimen político sino una alternativa de régimen. Es la construcción de un régimen hegemónico en por lo menos 18 años.
Es la construcción de un nuevo régimen político en los límites del Estado capitalista y dentro de sus normas, con pequeños variantes y con énfasis en la política social. No es un proyecto socialista sino de bienestar o bienestarista. Significa también la reconstitución del Estado mexicano en relación al surgido de la Revolución Mexicana, cuya plenitud fue con el Presidente Cárdenas.
El régimen es el cuerpo político y de la relación entre sus partes, las normas, principios y valores entre esas partes. El poder desempeña un papel preponderante en estas relaciones, a quiénes beneficia y a quiénes perjudica.
Se trata de desmantelar todas las relaciones de poder del antiguo régimen a quien se califica de corrupto, vertical, autoritario y subsumido a los intereses económicos de los capitalistas tanto extranjeros como nacionales.
Sabemos que cualquier juicio de valor que aflora al abordar las distintas relaciones que se han manifestado en el interregno, es decir, en el tiempo en que lo nuevo apenas va floreciendo y lo viejo no acaba de morir, sin embargo, es necesario manifestarlo como un ejemplo de compromiso político.
En primer lugar, aparece una nueva relación entre la clase gobernante y la población más necesitada, lo característico de esta relación es la organización de esta población desde el Estado, se constituye como la base de apoyo de la clase gobernante y en especial del Presidente.
Algunos analistas describen esta relación como clientelar, es decir, se otorgan recursos en espera de apoyo en las elecciones, si bien tiene esta característica, va más allá del valor político, adquiriendo un valor cristiano de benevolencia que no nace desde el Estado sino desde el líder, en este caso, el Presidente.
Además tiene el fin de ascenso del líder a los altos de la gloria y del reconocimiento de llegar a ser el mejor Presidente de México, acompañando a Juárez, a Madero y a Cárdenas, desconociendo para mi gusto, al mejor Presidente de México: Don Porfirio Díaz.
Considerar el apoyo a millones de mexicanos sólo en el aspecto electoral es pues, muy limitado. El reconocimiento más grande que desea el Presidente de los miembros de las naciones originarias, considerados los más necesitados y marginados del desarrollo, debe ser similar al dotado al Presidente Cárdenas: la calidad de “Tata”. Desde luego, esto es legítimo. Los malos gobernantes sólo desean el poder, los buenos: el poder y la gloria.
A diferencia del Presidente Cárdenas, precisamente, quien organizó a las masas en sectores o corporaciones, que le dieron estabilidad y desarrollo a nuestro país bajo la idea de la Revolución Mexicana, el obradorismo, los organiza de acuerdo a sus necesidades, condiciones y proyectos gubernamentales.
La dependencia de los necesitados hacia la clase gobernante, que se espera convertirla dependencia hacia el nuevo Estado, porque el Presidente pretende insertar esta relación en la Constitución, puede construir un nuevo Estado corporativo, a semejanza al cardenismo, e iniciar la construcción de un nuevo modelo de régimen hegemónico.
En lo particular, no me atraen los regímenes corporativos, me atraen más los regímenes cívicos, compuesto por ciudadanos conscientes, cuya voluntad se hace gobierno. Sin embargo, la nueva clase dirigente del Estado cree que es lo que hay, pues venga. Como dirían los Stones: “no siempre puedes alcanzar lo que quieres”.
El Partido Acción Nacional tuvo la oportunidad de construir un proyecto alternativo a partir del nuevo siglo, se conformó con reproducir el viejo régimen priista pero mal, el Partido Revolucionario Institucional lo tuvo también en su regreso al poder, sin embargo, nunca se lo planteó como la construcción de una nueva hegemonía, así le va y le fue.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador se lo está planteando, errado o no, pero está aprovechando la coyuntura para construir un nuevo régimen político en base a la organización burocrática de los necesitados.
Con una meta de beneficiar a más de 28 millones de necesitados, es posible imaginar que el nuevo régimen político, que parte de la organización burocrática a partir de un sistema de información manejable para cualquier fin que se desee, es una base de apoyo formidable.
En razón de ello, esta relación del nuevo régimen político se constituye como el cemento del proyecto hegemónico, para desgracia de la oposición y gloria de la nueva clase gobernante, bajo la mirada socarrona del Presidente y de su regocijo mañanero. Pero falta saber de las demás relaciones, nos leemos la próxima semana.