De acuerdo a la columna de Carlos Loret de Mola, publicada por Vanguardia, el Gobierno Federal mexicano estaba a punto de ceder soberanía a cambio de que el Congreso estadounidense ratificara el tratado comercial T-MEC.
Añade que una filtración de prensa alertó que una delegación de empresarios mexicanos encendió los focos rojos y trabajó intensamente todo el fin de semana, para frenar al subsecretario Jesús Seade, quien estaba a punto de aceptar lo inaceptable.
Anoche se llevaron a cabo negociaciones en la Ciudad de México entre empresarios y el Gobierno mexicano para poder presentar hoy una postura común frente a la administración de Donald Trump en Washington, y desactivar lo que México estuvo a punto de firmar. En breve sabremos si lograron parar el golpe.
La primera información se dio a conocer en Estados Unidos a través del muy popular portal Politico, y del medio especializado Inside US Trade: el gobierno del presidente López Obrador aceptaba que inspectores del gobierno estadounidense visitaran las fábricas mexicanas para ver si éstas cumplían las leyes laborales de nuestro propio País. Y si no cumplían, los productos (no queda claro si de esa empresa en particular o de toda una industria) serían frenados en la frontera.
Estamos hablando de agentes oficiales estadounidenses operando en territorio mexicano para hacer cumplir las leyes mexicanas. Y el Gobierno de México estaba aceptando. Es la versión de comercio exterior de la oferta de Trump de mandar tropas a México para que ayuden en el combate a los cárteles, que rechazó la administración López Obrador.
Sorprende que el Gobierno mexicano haya mandado todas las señales de que había aceptado. Primero, porque eso no estaba negociado en el T-MEC que se firmó. Y segundo, porque implica una cesión de soberanía y deja a México en la vulnerable posición de que el gobierno de Estados Unidos determine unilateralmente si México cumple o no su propia ley, y en función de eso puede establecer sanciones que impliquen frenar el comercio libre.
Ceder en esta materia quiebra además los postulados históricos de la izquierda mexicana, todo por lo que López Obrador luchó antes de ser presidente: la no intervención, la defensa de la soberanía nacional, el no ser entreguista frente a Estados Unidos.
La recepción a Ivanka Trump en el Congreso mexicano el 1 de diciembre, cuando el Presidente la elogió en medio de su importantísimo discurso de toma de posesión, mientras los diputados de Morena agitaban sus manos para saludarla a la distancia, en plan fan. Lo nunca visto. Segundo, el Presidente no toca ni con el pétalo de la mínima declaración al mandatario estadounidense que más ha dañado a los mexicanos. Tercero, la mayoría de Morena en el Congreso aprobó la nueva ley laboral tal como la pidió Estados Unidos; en su mañanera, el Presidente lo deja claro al día siguiente al hablar de la nueva legislación: “cumplimos con el compromiso con Estados Unidos”. Cuarto, a cambio de desactivar la amenaza de aranceles, puso al servicio de Trump su recién creada Guardia Nacional: mandó 26 mil elementos a detener migrantes y fungir como el muro de Trump (…y México está pagando por él).
En este contexto, no extrañaría que con tal de lograr la ratificación del T-MEC, el Gobierno Federal estuviera aceptando esta cesión de soberanía.
Concluye afirmando que Trump ya le tomó la medida a López Obrador. Hoy están sobre la mesa dos asuntos que pueden darnos una respuesta contundente sobre eso: el combate al narcotráfico y la ratificación del T-MEC.