En estos momentos de crisis sanitaria y de una posible crisis económica de grandes proporciones, los ciudadanos exigen, requieren de verdaderos maestros de la política, quieren de ellos la mayor de las confianzas.
Pues la gente sabe que el constructor de casas se hace maestro construyendo, el músico también se hace maestro tocando, así, el político se hace político viendo y actuando por los demás. Se requiere entonces, de políticos de grandes experiencias y de grandes maestrías.
El político se hace construyendo, actuando, porque es, en última instancia, lo que ha cultivado y las decisiones que ha tomado. De modo que organizando su vida en la experiencia, con altas virtudes, actuando en lo correcto y correctamente, se puede esperar de él la grandeza para salir adelante en la crisis pandémica y económica.
Desgraciadamente muchos políticos deben ser considerados como “animal pastando.” Es claro que el político de la crisis, de la emergencia, debe alejarse de esta concepción, y tener una vida pública completa uniendo la acción con la virtud.
El político debe estar siempre pensando en el desarrollo de sus capacidades y perfeccionando sus habilidades. Está claro que la felicidad del político se hace con el trabajo diario de sí mismo y en sus propósitos. Hoy necesitamos de políticos versados en los asuntos públicos y en el único propósito: salvar a la Nación.
Para actuar el político necesita de la libertad para crear y recrear las posibilidades de salir de la crisis y proyectar lo que podemos ser en el futuro, debe tener un sentido fuerte y ampliado de sus capacidades.
Debe potenciar sus posibilidades, escapar de las trampas del ego, como les está pasando a varios gobernantes. A través de sus acciones debe crear un fuerte sentimiento de unidad y singularidad a partir de que en realidad, sus experiencias, son una secuencia confusa y fragmentada de esas experiencias y de recuerdos.
Las trampas del ego que estamos observando en varios políticos, se forma en nuestro entorno social, superar la cotidianidad de las cosas es el reto del político en estos momentos, romper con su entorno, incluso dominarlo, puede hablar de su capacidad de acción.
En estos momentos no necesitamos de burócratas de la acción pública, necesitamos de políticos imaginativos y no de recetarios de cocina como pretenden algunos analistas y comentaristas. La crisis que viene es única, su naturaleza se ignora, como hasta el momento se ignora la naturaleza del virus, por eso no caben las recetas del pasado.
Si somos el lugar que ocupamos en el mundo, nos definimos por ello, somos la recopilación de nuestros roles, por ello, para el político ser determinado por esto es un gran problema. El político exitoso, regularmente, se ubica delante de esta realidad, desarrolla alternativas audaces, pero siempre con la idea de salvar a la Nación.
Se sabe que esto es difícil para los políticos, la verdad de las cosas es que el ser humano es menos unitario, coherente, consistente de lo que parece, por lo que implica doble reto para el político, primero lograr su propia coherencia y para los demás. Coherencia con la realidad no se le puede pedir más al político.
La conclusión es que el ser humano no es una esencia inalterable ni un alma eterna, esto abre una enorme posibilidad para el político de transformar y transformarse
Para enfrentar la crisis existe para el político un mundo de posibilidades, la cuestión es escoger el mejor camino, con la firme idea de lograr el bienestar común, el bienestar de todos.
Esto lo eleva de político a estadista, en este sentido sus ojos miran al futuro, su horizonte es inmenso, pero siempre con las riendas del gobierno en la mano.