Cuando se observa a los políticos tomar decisiones, unas acertadas y otras desacertadas, desde nuestro punto de vista o del interés común, este último debe ser el objetivo del político que se aprecie de serlo, nos preguntamos sobre el conocimiento de tales políticos de la realidad.
Uno se plantea si el político está consciente de los límites del conocimiento humano o sabrá de la potencialidad de tener un conocimiento más pleno de las cosas públicas. Creemos que una actitud escéptica debe ser la regla ordinaria del político, su deber es dudar de todo, siendo escéptico tendrá la posibilidad de ser prudente en su toma de decisiones.
Al dudar de todo, pone en práctica su mente que con el tiempo mejora su capacidad, siendo por ello, mejor político. Este estado mental de apertura constante le permite abrir el mundo del conocimiento, o en su caso, como Sócrates, llegar a la conclusión de haber llegado al conocimiento del no conocimiento.
Mientras la mente sea la referencia básica de la toma de decisiones de los políticos, a pesar del gran avance que están significando los sistemas de información, es deber de los políticos nutrir su mente en forma cotidiana. Como ejemplo, los grandes políticos de la historia han sido personas muy inteligentes porque nutrieron en forma constante sus mentes.
Nutrir la mente es una necesidad de los políticos, porque su mundo es una experiencia cotidiana, es un mundo limitado, un mundo de sombras, les parece que es lo real, al final todo es conjetura, un mundo dentro de una caverna, como lo expresó Platón, el político debe saber que el mundo real está fuera de la caverna, de ese mundo de sombras.
El político debe de exigirse y les debemos de exigir, de no permanecer en la caverna, tiene que salir a la luz para comprender más allá de la gente normal, porque también tiene la obligación de ser una persona extraordinaria.
Si el político sale avante de su mundo de sombras, tiene la obligación de derrumbar el mundo de la caverna de la gente, ese mundo de la ignorancia de los ciudadanos. El político debe impulsar, como educador, mejores centros de enseñanza para la población. Desde luego, cabe esperar que la gente prefiera vivir en su inmediatez de vida, entonces habría que redoblar los esfuerzos.
Otra manera de entender la vida de sombras de la caverna es que todos los políticos viven de acuerdo a la percepción de sus sentidos, constituyendo por ello un velo de percepción con su mundo. El político tiene la obligación de romper ese velo para sí y para los demás, es decir, el pueblo. Aunque existen políticos que buscan el provecho de este velo de ignorancia, para mi gusto, son negación del ser político.
Es una irresponsabilidad que el político no pueda ir más allá de su experiencia. Lo importante es reconocer y saber que las cosas existen independientemente de su percepción y que siempre habrá algo detrás del velo.
Si el político es capaz de definir, conceptuar, pensar el velo de la ignorancia, de la vida en la caverna, llegará a la conclusión que es capaz de pensar. De verdad, un político que piensa es ya algo valioso para los ciudadanos.
Si se acuerda, que pensar con claridad es acercarse a lo verdadero, destacamos, entonces, de la importancia del pensar sistemático, claro y profundo para la labor del político.
Cuando los políticos anteponen sus intereses particulares, sus valores, su ideología, sus compromisos, su visión inmediatista de las cosas, no están sirviendo de modo correcto a los ciudadanos, esto es muy lamentable para todos.