Cuando el fantasma de la muerte por la pandemia y por la crisis económica recorren el mundo, cuando la contracción económica de México durante un trimestre es de más del 18% respecto al PIB, significa desempleo, hambre, pobreza de la gente, entonces, hoy más que nunca debemos de pugnar por la justicia.
Significa, ni más ni menos, poner un piso igualitario para todos desde el nacimiento y un piso de apoyo también igualitario de llegada, de vejez, para morir en paz. Se llama igualdad de origen y llegada. La parte media de la vida será de méritos pero con igualdad de oportunidades, por lo que cualquier miembro de una sociedad tiene las mismas oportunidades de prosperar, incluso si algunas personas las aprovechan mejor que otras y acumulen más beneficios al hacerlo. Justicia, igualdad, equidad y libertades van de la mano.
Lo que es cierto, de acuerdo a la experiencia histórica, una sociedad que ponga la igualdad, en el sentido de igualdad de recursos, por encima de la libertad, no conseguirá ni la igualdad ni la libertad. La justicia como equidad es la clave. En caso extremo, si cierta desigualdad beneficia a todos hay justicia, esto se llama el principio de la diferencia.
Una sociedad organizada bajo estos principios necesita de gobernantes afines a los mismos, en caso contrario, serán un grupo de malhechores, ladrones y corruptos.
Libertad y justicia han sido dos valores fundamentales de la política. Una asociación política sin libertad no cabe ni siquiera como posibilidad. Una sociedad sin justicia simplemente es una contradicción en sí misma. Por eso, mientras los latidos del corazón de la humanidad sigan su curso, siempre habrá esperanza para alcanzar estos valores esenciales del hombre.
En la política, existen avenidas reales que son florecidas por los valores, principios y normas, cuya realización tienen que estar respaldadas por la fuerza de los ciudadanos, del Estado y de las creencias e ideas que las hagan también posibles, esta es la noble labor de los políticos.
Es bien cierto que toda nación se sostiene con la espada, la fuerza, pero también con la pluma. La ausencia de las ideas en los gobiernos indica la existencia de solo la fuerza, que es expresión de la nulidad de la libertad. La fuerza no puede venir del oro, del dinero, sino de la creencia firme del corazón y de la claridad mental. Fuerza, corazón y claridad mental son necesarios para la construcción de la sociedad del futuro, para enfrentar con éxito los nuevos desafíos de la existencia humana como las pandemias, los desastres naturales, la inseguridad y las desigualdades que implican injusticias.
Mientras es posible aferrarse a las creencias de libertad y justicia, así como la conservación de las tradiciones, es segura la posibilidad de mantener en alto la mirada y nuestras aspiraciones políticas. Ejercer la política con ideas claras, siempre en beneficio común es la mínima responsabilidad de los políticos.
La negación de los argumentos de la razón por la política abre la posibilidad de la presencia de la sola fuerza, entonces, solo hablan las espadas. Si la razón se acompaña de la claridad mental, así como de la fe y de las tradiciones, estamos ante una política de grandes dimensiones.
El aire que fluye es un poderoso instrumento cuando se vuelve susurro al oído de los adversarios políticos, vale más la suavidad de las palabras para lograr efectos políticos que la fuerza de las armas. Esta es la manera de construir una nueva sociedad de libertades y de justicia.
Llevar la responsabilidad de un pueblo en los hombros, es necesario no abrumarse de dolor, ira, furia, todo se puede resolver si se usa la mente, la cabeza y el corazón. La descomposición del político por la ira, queda impregnado por ella toda la vida. La calma y serenidad son dones de la política.