Hace un tiempo casi todo el mundo tenía claro que ejercitar el “cardio” era la mejor manera de quemar calorías y perder peso. Sin embargo, los ejercicios de musculación, a la luz de la evidencia científica, parecen igual de buenos o mejores.
La cuestión ya no se limita solo a un balance de calorías. El metabolismo está determinado por un complejo conjunto de fenómenos fisiológicos que solo hemos empezado a comprender. ¿Qué nos cuenta la ciencia al respecto?
Ejercicios de cardio vs. ejercicios de fuerza
Antes de continuar hay que despejar una cuestión inevitable, ¿en qué se diferencian los ejercicios de cardio de los conocidos como ejercicios de fuerza? Aunque no hay una especie de definición exacta y precisa, se entiende de forma consensuada que existen estos dos grandes grupos de ejercicio.
Los primeros tienen como objetivo producir una quema de calorías mediante una subida del ritmo cardíaco en ejercicios más o menos prolongados: una carrera, saltar a la comba, jumping jacks, burpees, sentadillas…. Por el contrario, los ejercicios de fuerza tienen la finalidad de desarrollar el músculo. Esto puede tener como consecuencia la definición o la hiperplasia (la aparición de músculos muy desarrollados).
De forma “tradicional”, fuera de los círculos más especializados, se ha entendido que los ejercicios de cardio son más apropiados para perder peso, mientras que los de fuerza pueden, incluso, hacerte ganarlo debido al mayor peso del músculo. Sin embargo, esto no es tan sencillo y, además, no se debe simplificar la cuestión en una mera cantidad de peso o masa.
Siete ejercicios de cardio que puedes hacer en casa sin material
Trabajar unos hábitos saludables está destinado a mantener un cuerpo en forma y unos parámetros que aseguren el bienestar. Esto no siempre va de la mano de perder o ganar peso, así como tampoco hay que limitarse a realizar uno de estos tipos de ejercicio, exclusivamente. Perder grasa, algo que sí se asocia de forma general con un metabolismo más saludable, está relacionado con la capacidad de catabolizarlo por parte de nuestro organismo. En otras palabras, hay que “activarlo” para que se procese este tejido.
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