-“Si no es pan de Mitla, no es pan de muerto”, reza el dicho popular
Los hornos desbordan sabor y tradición. De las panaderías familiares nace el pan de muerto de Mitla. Desde muy temprano Roairo y su familia arrancan su ritual de esta temporada.
Su jornada de 14 a 16 horas.
El sol apenas da sus primeros destellos y los materiales ya esperan para ser amasados, tratados y plasmados hasta convertirlos en este alimento, insignia de esta Ciudad de Muertos, que curiosamente no hace honor a su nombre porque aquí la vida florece.
Romairo Aldair Sosa Ruíz de 25 años de edad, es la cuarta generación de la Panadería “Don Rey”, el oficio lo aprendió de la familia de su esposa.
“Nosotros tenemos aquí cinco años en Mitla. Somos ya la cuarta generación. Con el Covid-19 han bajado un poco las ventas”, reveló.
Aunque el dicho reza que con las penas con pan son buenas, en este caso la situación se enfrenta con todos los esfuerzos ya que el principal motor de esta comunidad que es el turismo y la venta de artesanías se ha estancado ante esta nueva enfermedad, pero, aun así, la tradición continúa.
“Entramos a laborar el pan de muerto a partir del día 22. Es una tradición desde nuestros ancestros”, detalló Roairo quien se mostró orgulloso de ser uno de los pocos panaderos que aún trabaja con el horno de leña, lo que le da un toque inigualable a este alimento.
Aunque las jornadas son extenuantes, el amor por el oficio y la vida los ha obligado a seguir con las medidas sanitarias ante la pandemia de la Covid-19 para poder continuar medianamente con la venta de estos productos.
Innovar o morir
La pasta de colores dan un toque en tercera dimensión. Dibujos, logotipos y la creatividad han sido plasmadas. Desde la Panadería del Centro, Wendy Quero Vásquez ha empleado una serie de técnicas para innovar en la tradición.
La joven muestra orgullosa el logro de su trabajo. Ella junto con su familia que también forman parte de una generación de panaderos la cual se ha caracterizado por el sabor y calidad, comienzan sus jornadas desde el 22 de octubre.
Las jornadas de trabajo son largas, pero apasionantes. El horno no puede quedarse solo por lo que los encargados cumplen con guardias de 24 por 24.
Después de algunas horas, los panes, salen del horno, para ser moldeados por otros artistas.
El mismo ritual se replica en la panaderia Alis en donde sus 10 hijos se dedican al amasijo, antes la mezcla de ingredientes para después dar paso a la creación de este manjar.
Son la quinta generación y continúan con la tradición de siglos. Desde el decorado del pan hasta los sabores son parte de los elementos que los caracterizan.
Aquí en la comunidad el 10 por ciento se dedican a este oficio y es que desde tiempos memoriales reza el dicho: sino es pan de Mitla, no es pan de muerto.