En el 110 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, el gobierno de la República no ocultó, pese a la pandemia, su gran satisfacción al rememorar la gesta heroica de miles y miles de compatriotas que ofrendaron su vida, talento y decisión, para que nuestra nación iniciara el tránsito hacia la democracia.
No existe testimonio más crudo acerca de la situación de millones de mexicanos durante el porfiriato, que el de John Kenneth Turner en su México Bárbaro. Decía en el capítulo 4, titulado Los esclavos de Valle Nacional, que “este era el peor centro de esclavitud en todo el país, pues allí todos los esclavos, con excepción de acaso un 5%, sobreviven hasta los ocho meses de haber llegado.”
“Al sexto o séptimo mes empiezan a morirse como las moscas durante la primera helada invernal y después no vale la pena conservarlos, resulta más barato dejarlos morir. No hay supervivientes de Valle Nacional, sólo los dejan ir cuando ya son inservibles, cuando son cadáveres vivientes que tan solo avanzan un corto trecho y caen”.
Describía, además, cómo la pasaban los obreros: “Tomen un trabajador mexicano típico: no sabe leer ni escribir porque probablemente nació en un distrito rural, a 15 o 20 kilómetros de la escuela más próxima; si acaso nació a la sombra de una escuela pública, tuvo que arañar la tierra desde que aprendió a andar a gatas para conseguir algo que comer. No tiene educación ni preparación especial de ninguna clase, porque no tuvo la oportunidad de adquirirla. Si no cuenta con alguna enseñanza especial, sólo puede dedicarse a cargador.”
Carlos Fuentes, en la Muerte de Artemio Cruz, retrata cómo se fue desvirtuando la clase política que había triunfado con la Revolución, tras participar en heroicas batallas que alimentaron narraciones, leyendas, reportajes, novelas, imágenes fotográficas y películas, primero para derribar a Díaz, y luego en una intestina lucha por el poder. Estas divisiones llevaron a la muerte no solo de Madero, el apóstol de la democracia, sino de Carranza, Obregón, Villa, Zapata y tantos otros líderes, militares y activistas, pero sobre todo de la tropa, que fueron el antecedente del actual Ejército Mexicano.
Nuestra Carta Magna recogió las principales aspiraciones revolucionarias, aunque muchas de ellas tardaron décadas en aplicarse. Las causas y principios que dieron razón a los miles que tomaron las armas, siguieron vigentes, pero buena parte de los logros alcanzados se fueron diluyendo a partir de la creación de un partido de Estado, el viejo PRI, y la degradación en actos de autoritarismo y corrupción del viejo Sistema Político Mexicano.
Por ello hoy que el presidente López Obrador recupera símbolos y personajes de la gesta revolucionaria, no podemos más que reconocer esta postura que abona, sin duda, al fortalecimiento de nuestra estima y a las esperanzas de un pueblo bueno, que por siglos ha sido utilizado como escalón de una élite depredadora.
Esta evocación, nos encuentra en un momento definitorio, cuando se van a cumplir apenas dos años de un nuevo régimen que está sentando las bases de un entramado jurídico de protección a múltiples derechos económicos y sociales que reclamaban de urgente atención, después de un largo periodo de gobiernos neoliberales.
Frente a las mentes conservadoras que, por derecha e izquierda, quisieran volver a épocas superadas y desprecian el talante popular del mandatario, cada vez hay más ciudadanos y ciudadanas que se convencen de que más allá de equivocaciones y decisiones polémicas, hay notables avances en el sistema hospitalario, en obras de desarrollo y en la estabilidad política y económica.
No hay que olvidar que el comienzo ideológico de la Revolución armada, se produjo cuando en agosto de 1900, los oaxaqueños, Jesús y Ricardo Flores Magón, publicaron el primer número del semanario Regeneración. Dicha publicación pronto se convertiría en un periódico militante, comprometido con el cambio político. Estaría llamado a ser el vehículo de la primera utopía de transformación política y social que dio forma concreta al ser revolucionario.
Hoy apostamos por revoluciones de conciencia, pacíficas, de lucha por la limpieza del sufragio, de no confrontación violenta, aunque sí se valen debates de ideas, intensos, con las y los de enfrente. Respetando siempre, la libertad de expresión. Sin que se note mucho, estamos en el proceso de una auténtica regeneración de la vida pública mexicana. Vale.
@ernestoreyes14