Además del arribo de la vacuna anti Covid esta semana, también, presenciamos otro regalo: la gran conjunción, que es la alineación entre Júpiter y Saturno, que para los creyentes – no la ciencia- habría dado origen a la historia bíblica de la estrella de Belén. Esta postal se anticipó a la Navidad en el mundo y llenó de buenos augurios a muchos corazones.
Convido a ustedes trozos entresacados de una extensa y bella crónica del escritor costumbrista, Carlos Filio Barzalobre, integrada al capítulo XI, del libro “Estampas oaxaqueñas”, remembranzas de las fiestas de fin de año en Oaxaca, fechado en 1926.
Filio da cuenta, en sus apuntes del costumbrismo de hacía 40 años -finales del siglo XIX y principios del XX- cuando se sucedían una serie de fiestas tan especiales “como el novenario de San Juanito, las calendas de La Soledad, la Noche de rábanos, la Nochebuena y las del Año nuevo en Oaxaca”.
Con su elegante estilo, traza un panorama que recoge olores, sabores y modos de comportase en el Oaxaca de ayer. Cuando la Verde Antequera era pródiga de “unas mañanitas diáfanas de claro cristal que descubren los azules picos de San Felipe, la suave pendiente de Aguilera y las llanuras labradas y olorosas del Valle Dice con nostalgia: ¡Quién pudiera nuevamente saborear tus encantos madrugadores, luminosos de sol, sonoros arpegios monocordios de las golondrinas que bebían el agua clara que enantes corría por los caños de la verde cantera!”.
Las fiestas de Navidad principiaban inmediatamente con las tradicionales posadas que se celebraban en las iglesias y en las casas, “con el rosario de costumbre, la procesión de los peregrinos y la petición de posada con acompañamiento de música y pitos de agua. Las posadas caseras se distribuían entre los amigos, teniéndose en cuenta las posibilidades de cada quién, pero otras veces era la suerte – una rifa- que decidía el padrinazgo. De fama fueron en Oaxaca las posadas celebradas en las casas de Andrés Portillo, de Joaquín Valverde y de los Santaella“.
La penúltima noche de Navidad, llamada de “Los rábanos”, era una fiesta exclusivamente oaxaqueña, cuya historia se ha contado mucho.
Para el propósito de este texto, la noche del 24, era encantadora: “La misma naturaleza convida a gozar de la fiesta brindando un temperamento fresco bajo un cielo sereno, diáfano, donde los astros brillan con fulgores extraordinarios. ¿Qué noches tan bellas. Cómo se llenaban de jocunda alegría, del sentido de la vida que renace en florecida ilusión de epifanía?
En las casas se hacía el baile de la temporada, terminando a las primeras horas de la mañana siguiente, donde se rompían piñatas y se bailaban mazurcas, chotis, la danza o los lanceros, donde los jóvenes no tenían mayor acercamiento físico que la permitida por el recato de la época, ante la mirada de sus padres y familiares. No obstante, el autor desliza que si las muchachas (y muchachos) salían para danzar hasta la madrugada, era a veces para continuar “las rimas azules del amor”.
“A las once y media de la noche, el primer repique para la misa de gallo; a esa hora salían de las casas principales del barrio las procesiones, las cofradías, las hermandades, con velas apagadas presentándose a las doce frente a la puerta de la iglesia donde la señora madrina descubría, sobre bandeja de plata cubierta, con rico mantel bordado, al niño Dios. El capellán revestido de capa pluvial y a los acordes de alegre música sagrada, llevaba al niño hasta el nacimiento, hecho con oloroso musgo y fragantes ramas; no faltaban los peregrinos, los reverentes pastores, la clásica mulita y el paciente asno”. Proseguía en la añoranza:
“Que júbilo tan cándido e inocente se desparramaba, qué fervor tan emocionado cuando se oía la frase evangélica de Gloria a Dios en las alturas, sonaban pitos, campanitas, música y se quemaba perfumado incienso”.
Así, el año tocaba a su fin con dominante alegría entre las fiestas de la iglesia y las profanas. Mediante esta tradición – contaba Filio- con el año que concluye se entierran los desengaños y olvídanse las pesadumbres, el año venidero se celebrara como augurio de felices ilusiones”.
Si este “film” del Oaxaca de ayer, algo les movió, estimados lectores, demos gracias a Carlos Filio, para quien dichos recuerdos tienen en su médula el sostén de las postales de un corazón enamorado de su tierra: sucesos olvidados y pretéritas escenas del costumbrismo oaxaqueño.
Fuerte abrazo a todas y todos en esta sui géneris Navidad 2020.
@ernestoreyes14