Alivio, satisfacción y optimismo se recoge en el ánimo mundial luego que el presidente número 46 de los Estados Unidos, Joe Biden, tomó posesión del cargo, en ceremonia casi privada –por la pandemia y las amenazas de irrupción de supremacistas blancos que el 6 de enero habían asaltado El Capitolio-, en la que se dieron señales positivas de que el nuevo gobierno busca recomponer aceleradamente el camino destruido por Donald Trump.
El republicano, que a punto estuvo de desatar una crisis constitucional en su frustrado plan de negación de los resultados electorales, abandonó la Casa Blanca perseguido por un eventual juicio político en su contra, a fin de que nunca más ocupe un cargo público.
El relevo de poderes es bocanada de aire puro para el gobierno mexicano y los intereses nacionales –que en dos administraciones, la de Peña y la de López Obrador-se han visto sujetos a constantes amenazas, lenguaje agresivo y la estúpida orden de ampliar el muro en la frontera norte.
No hay que dejar de reconocer que aunque sus ideologías chocaban, al presidente López Obrador el magnate le dio un trato diferenciado, como por ejemplo, mediante la firma del nuevo tratado de libre comercio que dejó fuera de la negociación al tema del petróleo.
Aunque nunca abandonó su prepotencia, Trump le bajó varios decibeles en el cara a cara con el gobernante mexicano. Esto permitió que durante la negociación para reducir la cuota petrolera, hasta propuso que Estados Unidos bajaba la producción en 200 mil barriles que le correspondían a México, absorbiéndolas ellos.
No obstante, las políticas migratorias las siguió imponiendo, con el mazo de la deportación y encarcelamiento hasta de niños, al grado de que afectó la agenda de libre paso fronterizo con que se había inaugurado el gobierno de la 4T.
En este tema, vaya que han sentido terror nuestros paisanos y las minorías procedentes de otros países, pues se han visto sujetos a atropellos de supremacistas blancos que no han dudado en cometer crímenes de odio (contra negros y latinos en su mayoría), victimados por policías que terminan en la impunidad, ante la indiferencia de la clase gobernante.
Ahora que Biden juró el cargo, en sus anuncios incluyó una reforma migratoria que tendrá que recorrer, todavía, un complicado proceso legislativo para aprobarse. De ser así, la nueva legislación abriría la posibilidad para que unos 6 millones de mexicanos alcancen plenamente la ciudadanía.
Según se explica, primero los elegibles podrán solicitar un estatus legal temporal por 5 años, con la posibilidad de tramitar después su residencia permanente, si es que no son criminales o incumplen con el pago de impuestos. Tres años después, entonces podrían requerir finalmente la ciudadanía estadounidense o la doble nacionalidad.
Igual suerte, tendrían 645 mil beneficiarios del programa DACA, conocidos como dreamers, quienes viven en el vecino país con el Estatus de Protección Temporal. Ellos y ellas podrán solicitar la Green Card de inmediato. Tres años después, si queda firme esta ley y no la modifican o echan abajo los republicanos, los dreamers tendrán derecho a pedir la ciudadanía definitiva.
Según el proyecto, por primera vez se cambia el término alien (extranjero) por no ciudadano en las leyes, en reconocimiento al hecho de que Estados Unidos es “una nación de inmigrantes”.
La empatía de esta medida con los sectores beneficiados, que se refleja además en la integración de una mujer en la vicepresidencia (Kamala Harris) con sangre de inmigrantes, y algunos latinos en su gabinete, va de la mano con la detención, por ahora, de la construcción del muro fronterizo en tanto se analizan opciones futuras, o bien es usada como pieza de negociación para que estas u otras leyes tengan la aprobación de ambas cámaras legislativas.
La firma de las primeras 17 órdenes ejecutivas para revertir las malas decisiones de Trump en su relación con el mundo, particularmente en temas de salud y cambio climático, abre un compás de espera, muy optimista, en las complicadas relaciones México-Estados Unidos.
Esperemos que la era Biden, que ahora inicia, permita a México afirmarse como nación soberana y ambos gobiernos avancen hacia un mayor entendimiento para resolver temas de justicia, comercio y buena vecindad, por lo que no está negado, al menos en la actual coyuntura, un trato promisorio, de mejor relación, cooperación y diálogo con el gobierno de la 4T. El mundo descansa por unas horas.
@ernestoreyes14