La pandemia de Covid-19 incrementó la demanda de agua de 20 a 50 por ciento en abril del año pasado, además, los organismos operadores de los sistemas de agua, aproximadamente 600 en territorio nacional, tuvieron que tomar previsiones para que el recurso no se convirtiera en factor de transmisión de la Covid-19, plantearon investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Aún no sabemos mucho de cómo interacciona el virus de la Covid-19 con el agua y como medida precautoria se aumentó el cloro para garantizar su desinfección. También existe preocupación por saber si las aguas negras pueden transmitir el virus, por lo que se ha recomendado se lleve a cabo un rápido y preciso análisis de la calidad de las aguas servidas por parte de las autoridades para evitar los riesgos de propagación de la enfermedad entre la población que tienen contacto con la misma”, señaló Manuel Perló Cohen, actual investigador visitante en el Centro de Estudios Estados Unidos-México de la Universidad de California, en San Diego.
El también exdirector del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad, Perló Cohen refiere que de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, 96.3 por ciento de la población tiene acceso al agua potable, informó al conmemorarse el Día Mundial del Agua.
El porcentaje “está alejado de la realidad, porque se trata de la gente que tiene conexión a la red, pero eso no significa que el recurso sea suficiente y de calidad. Tan sólo en la Ciudad de México hay un millón de personas que no están conectadas, y 25 por ciento del total de la población no tiene agua en cantidad y calidad suficientes”.
Otro problema es que 2021 será otro año de sequía, y eso afectará la cantidad de agua que podremos utilizar, tanto para uso agrícola como para abastecimiento de poblaciones. “Las presas del sistema Cutzamala, Valle de Bravo y Villa Victoria se encuentran al 50 por ciento de su capacidad, cuando ni siquiera estamos en la época más dura del estiaje, que se prolongará hasta mayo”.
Darío Ibarra Zavala, académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, señala que debido a que cada vez hay menor cantidad de agua, a partir de diciembre de 2020 este recurso natural cotiza en el mercado de futuros de New York, en Wall Street.
Explicó que lo anterior significa que ahora es un commodity más; es decir, así como hay mercado de futuros para naranja, carbón, petróleo, gas natural, oro y plata, también lo hay para el agua.
Eric Morales Casique, del Instituto de Geología (IGl), considera que existe una crisis mundial del agua debido al acelerado crecimiento poblacional, de manera que cada año se requieren mayores cantidades del vital líquido; las fuentes que se utilizaban, como manantiales, pozos o presas, ya no son suficientes para abastecer a la totalidad de la población.
Para Perló, debido al tema de la pandemia, el año pasado la situación “fue preocupante”.
De los siete mil 800 millones de habitantes del planeta se calcula que dos mil 200 millones no tienen acceso al agua potable y dos mil 500 millones al saneamiento; es decir, un tercio de la población mundial. “Dado que vamos a seguir creciendo, porque en 2030 seremos ocho mil 500 millones de habitantes, debemos pensar qué hacer y cómo se va a dotar a esa población del vital líquido”.
En el mundo hay alrededor de tres decenas de “puntos calientes” por posibles conflictos en torno al agua.
Por ello, también hay que valorarla como un elemento de paz, concordia y entendimiento, subraya el doctor en Planeación Urbano-regional por la Universidad de California, en Berkeley.
Explica Morales Casique que a esa problemática se suma que la distribución de la demanda no corresponde, en general, a la distribución del líquido en el planeta. México es un ejemplo, ya que la mayor cantidad de agua superficial (ríos, lagos, precipitaciones) está en el sur y sureste, en entidades como Tabasco y Chiapas, y la mayor demanda se ubica en el centro y norte del territorio donde hay mayor concentración de población y desarrollo económico.
Con base en datos de la Comisión Nacional del Agua, en su informe Numeragua 67 por ciento del país es árido y semiárido, y 33 por ciento húmedo. La contaminación también disminuye la cantidad de líquido apto para el consumo humano.
La mayoría del recurso se encuentra en los océanos, aproximadamente 96 por ciento. La mitad del agua dulce del planeta (menos de dos por ciento del total) está en los casquetes polares en forma de nieve o glaciares; y un porcentaje similar es subterránea, la cual está almacenada en los poros de formaciones o fracturas de rocas, o cavernas.
“Se calcula que hay más de 200 veces agua en el subsuelo que en todos los lagos del mundo”, estimó el integrante del IGL y doctor en Hidrología por la Universidad de Arizona.
El cálculo de Conagua es que 39 por ciento de los usos nacionales (excepto hidroelectricidad) son suministrados por las aguas subterráneas.
En la zona metropolitana de la Ciudad de México, por ejemplo, se extraen mil millones de metros cúbicos cada año y la recarga natural estimada es de 500 millones.
“Estamos hablando de que se extrae el doble de lo que se recarga, con los consecuentes problemas”, alerta Morales Casique.
Joel Carrillo añade que en el estado de Yucatán, por ejemplo, más de 90 por ciento del agua que se utiliza es subterránea, porque no hay ríos o lagos.
En otras entidades, como Zacatecas, la situación es similar. “Eso nos debe marcar una pauta para intentar que el manejo del agua subterránea sea, científicamente, el más eficiente posible”.
Dijo que el agua subterránea se localiza en diversas profundidades viajando en flujos con diferente calidad, pero se carece de un número de profesionales con el conocimiento necesario de la infraestructura para extraerla; tampoco para tratar las aguas residuales.
“Aunque supiéramos con cierta exactitud la cantidad de agua que podemos sacar, hay un problema básico: falta entender qué pasaría con las cuestiones ambientales, cómo se va a afectar a los ecosistemas o los hundimientos”, entre otros aspectos, agregó el especialista en Hidrogeología por la Universidad de Londres, Gran Bretaña.
Morales Casique, experto en modelación matemática de los sistemas de agua subterránea, añade que la extracción en la capital del país se realiza desde la década de los 40, originando el hundimiento en la ciudad; esta situación se ha mantenido y continuará, ya que se trata de un fenómeno a largo plazo.
“Hemos hecho simulaciones y una perturbación que imponemos hoy puede durar hasta 200 o 300 años en alcanzar un estado de equilibrio (aunque los mayores hundimientos se producen en las primeras décadas)”.
Calculó que la ciudad se hunde 40 centímetros por año en las zonas más críticas.
“Mientras sigamos extrayendo una cantidad de agua tan importante el hundimiento va a seguir, porque los sedimentos seguirán perdiendo presión y se van a seguir compactando”.
Fuente: El Sol De México