Este uno de diciembre, se reunirán las bases de la Cuarta Transformación a fin de celebrar, como nunca, la primera mitad de una administración que no ha dejado espacio para la decepción, si nos atenemos al 68 por ciento de aprobación que mantiene el presidente Andrés Manuel López Obrador.
La suavidad con que se trata a la oposición, pese a las desmesuras del discurso de aquellos, lo mantiene firme en el timón de la República. Sostener un régimen de libertades, los programas sociales y una lucha sin cuartel contra la pandemia, pese a los impactos económicos, lo ubican como el segundo gobernante más popular en una encuesta en la que se midió a una docena de líderes del mundo.
En este marco, la selección interna de la candidatura de Morena al gobierno de Oaxaca llega en momentos en que el poder presidencial está en la cúspide. De ahí que su manto de beneficios políticos cobijará a quien resulte nominado o nominada.
Si algo ha dejado claro López Obrador cuando se le pregunta sobre candidaturas, es que las ambiciones vulgares no tienen cabida en la Cuarta Transformación. Por tanto, quienes han echado mano del acarreo, la promoción personal desbordada y gastos desmesurados, estarían poniendo en suerte su futuro. Si interpretamos los desacuerdos del presidente en torno a los viejos modos de hacer política, podemos concluir que la “cargada”, las presiones, así como chantajes y amenazas con irse a otro partido, ya no caben en Morena.
Así que quienes tratan de aventajar en la encuesta se podrían quedar con un palmo de narices, al momento en que la Comisión Nacional de Elecciones y otras instancias partidistas califiquen el comportamiento de las y los participantes.
La lucha ha quedado reducida a dos opciones valederas: los senadores Susana Harp y Salomón Jara. En términos de comunicación política, hay notables diferencias. Los jaristas realizan promoción por la vía tradicional, demostrando apoyos y lealtades variopintos, como se estilaba antes. Quienes saben contar, deben estar admirados sobre el despliegue de recursos humanos y económicos que se están empleando en demarcaciones municipales y en toda suerte de reuniones y mítines. El mismo presidente preguntaría remedando a su paisano Chico Che: “¿Quen pompó?”
Los susanistas, más precavidos, dejan ver a la legisladora en reuniones de trabajo, con grupos organizados, pero sin el toque propagandístico acostumbrado para no infringir las reglas. El no adelantarse a los tiempos y mantener una actitud prudente, parece ser la estrategia; salvo las promociones espontáneas de sus seguidores en las redes sociales.
Mientras se devela el misterio, siguen los nervios. Armando Contreras, quien sabe muy bien del lugar en el que está parado ha dicho, con razón, que quienes han aceptado las reglas del juego no deben tener reparos para aceptar los resultados, aunque les sean adversos. Buscar cobijo en otras opciones partidistas, recuerda el morenista, solo los llevaría al ridículo, como se demostró en los comicios de junio. Cita el caso del michoacano, Cristóbal Arias, quien quedó en los últimos lugares de la contienda a la gubernatura, por cambiar de colores y traicionar a la 4T.
Apostarle a la división como sucedió en 2016, a fin de que se beneficiara indirectamente la minoría más grande, que en este caso fue el tricolor, ya no funciona porque las condiciones políticas han cambiado. Ahora, la población ha probado los beneficios emanados de un gobierno que en general lo considera suyo; una administración federal que por primera vez se ocupa de atender los problemas derivados de la pobreza.
Además, proyectos estratégicos como el Corredor Interocéanico del Istmo de Tehuantepec y la próxima conclusión de las carreteras a la Costa y al Istmo, son estandartes que la o el próximo gobernador recogerá durante la campaña.
Las ambiciones de poder, por el poder mismo, no tienen cabida en la política morenista, aunque actores políticos, desesperados, quisieran perpetuar arcaicos procederes. Sudan de lo nerviosos que están.
@ernestoreyes14