Se han preguntado, aunque suena como mera hipótesis ¿qué pasaría si desapareciera el Partido Acción Nacional? Nacido en 1939 para oponerse a las políticas nacionalistas del presidente Lázaro Cárdenas, dicho partido no parece estar pasando sus mejores momentos. En sus proyecciones hacia el 2022 y no se diga el 2024, Acción Nacional ha reconocido, en voz de sus dirigentes nacionales, que le va a ser difícil atraer la voluntad del elector para que sufrague por sus candidatos. Pero su nula autocrítica les impide ver que las causas de este fracaso se encuentran en las equivocadas decisiones que en años recientes han tomado.
El PAN está huérfano de proyecto de nación desde el momento en que comenzó su acercamiento con lo peor del sistema político mexicano. Me refiero a Carlos Salinas de Gortari y todo lo que malamente implicó un régimen privatizador, entreguista y sumamente corrupto. Los acuerdos políticos extrainstitucionales, las famosas concertacesiones PAN-PRI que afinaron personajes como Diego Fernández de Cevallos a fin de repartirse posiciones de poder, le dejaron una marca indeleble que ha sido poco menos que imposible borrar. El modelo de hacer política, lo tenían en los Estados Unidos donde solo dos partidos, el Republicano y el Demócrata, se alternan la presidencia. Esto intentaron en México.
Lo anterior viene a cuento porque en el estado de Nayarit se llevaron a cabo, el 5 de diciembre, comicios extraordinarios para reponer una senaduría vacante. Los resultados fueron devastadores para los azules. Se ubicaron en el último lugar, con el 2.4 % de los votos, por debajo del alicaído PRD. Hasta hace poco, el panismo había gobernado dicha entidad, por lo que la ínfima votación los pone al borde de su desaparición, al menos en aquel estado. En el caso Oaxaca, hoy cuentan con solo dos legisladores, después que hace dos legislaturas el blanquiazul llegó a mandar en el Congreso.
¿Será capaz el panismo de reconocer la crisis por la que están atravesando y corregir lo que haya que corregir para no seguir haciendo el ridículo y desalentar a quienes en algún momento pensaron que el PAN estaba llamado a convertirse en la alternativa que el pueblo mexicano estaba esperando?
Cabe recordar que en los comicios presidenciales de 2018 el PAN y el PRD apoyaron a Ricardo Anaya, lo que significó una primera experiencia que tratarían de ampliar en las federales de 2021, donde ya sumaron al PRI en una fórmula electoral parcial denominada Va por México. Entonces los tres partidos se repartieron más de la mitad de los 300 distritos electorales y el resto participaron separados. Sin embargo, no pudieron vencer a Morena a fin de impedir que siguieran avanzando las reformas de la Cuarta Transformación, debido a que el morenismo mantiene acuerdos con partidos como el PT, el Verde y otros pequeños que coyunturalmente – incluido el tricolor- votan a su favor cuando las iniciativas les convencen.
¿La debacle nayarita podría lograr, hacia el futuro inmediato, que el partido conservador enderece el rumbo al que lo están llevando dirigentes como Marko Cortés – quien tiene tras de sí la influencia rupturista de personajes siniestros como Felipe Calderón- para ensayar una perspectiva dialoguista que representa el senador Santiago Creel, quien ya ha dado los primeros pasos reuniéndose con Adán Augusto López Hernández, poderoso secretario de Gobernación? La respuesta es sí, pero tendrán que contar con las voluntades de sus militantes que muchas veces no son tomados en cuenta por las cúpulas.
Hay datos interesantes que vale la pena analizar: en julio del 2018, la coalición Juntos Haremos Historia obtuvo el 53.19 % de los votos válidos, manteniendo la victoria en 31 de los 32 estados de la República, lo que hizo inviables todos los votos obtenidos por sus opositores. Entonces, si se juntaran en próximas contiendas, como lo sugiere su gurú, Claudio X. González, no podrían derrotar a un obradorismo que hoy exhibe cerca del 70 % de aceptación. Siguen de bajada y nadie les ha dicho: ¡Aguas!
@ernestoreyes14