El bullicio de la ciudad se torna más violento. Tráfico, fastidio y enojo son evidentes.
Los bloqueos y manifestaciones regresaron después de dos años de pandemia, la que aún continúa.
Entre las sombras de una lona, un integrante del Consejo Indígena Popular de Oaxaca (CIPO), toma su siesta mientras que las y los ciudadanos buscan vías alternas y “ahorrar” ante el evidente gasto que genera esta serie de acciones.
De las protestas por la violencia contra las mujeres, quedó en cruces y cartulinas pegadas en la fachada de Casa Oficial.
En el otro extremo, en el Aeropuerto de Oaxaca nuevamente los turistas fueron víctimas y testigos de la “furia” de un grupo de manifestantes, lo mismo que en el crucero a Huayápam sobre la carretera federal 190, que estuvo tomado por unas horas.
Sin embargo, estas acciones no pararon ahí. Supervisores y jefes de sector tomaron el crucero del ex IEEPO, para demandar el pago de incidencias, las cuales no han podido comprobar.
El Instituto ha expuesto que no existe evidencia para pagar los salarios, porque no se ha constatado que realmente se trabajó.
Los bloqueos han inundado a la capital oaxaqueña, moribunda ante la impunidad con la que actúan grupos de presión, sin que hasta el momento se actúe contra quienes han violentado los derechos de terceros.
La semana pasada, pobladores de Teojomulco, de la Sierra Sur, no sólo bloquearon las vías de comunicación sino que también amedrantaron y violentaron a más de un ciudadano.
Incluso trabajadores de gobierno quedaron atrapados en Ciudad Administrativa, por los hechos no hay ningún detenido.