En entrevista difundida por el sitio web argentino Comunizar, Gustavo Esteva Figueroa, se definía como “un activista de base y un intelectual público desprofesionalizado. Estas son básicamente mis tarjetas de presentación. Colaboro en la Universidad de la Tierra en Oaxaca y en el Centro de Encuentros y Diálogos Interculturales y escribo regularmente mi columna en ‘La Jornada”.
Pasarán muchos años para que el nombre de este gigantesco pensador (Ciudad de México, 20 de agosto de 1936- Oaxaca, 17 de marzo de 2022) se borre de nuestro imaginario y del corazón de quienes tuvieron el privilegio de tratarlo y conocer su manera de interpretar la realidad.
Convencido de que otro mundo es posible, el activista, académico y luchador social desarrolló, a lo largo de su intensa vida, innumerables propuestas extraídas de su relación con el mundo indígena y los espacios colectivos. Fue un crítico permanente de la teoría del desarrollo capitalista.
Terminó sus días, antes de la llegada de la primavera, en el pueblo de San Pablo Etla, que había escogido para vivir con su compañera y colaboradora Nicole. Gustavo Esteva plasmó su pensamiento crítico en 40 publicaciones editoriales, artículos periodísticos, conversatorios, conferencias, documentos. En la Unitierra, impulsó la idea de ”aprender haciendo, que significa que, en lugar de tratar de referirse a la lectura y a la enseñanza de arriba hacia abajo, todo aprendizaje se basa en la práctica de aquello que uno quiere hacer, lo que uno quiere aprender, con alguien que lo está haciendo y que lo sabe hacer”.
Participó como asesor en los Diálogos de San Andrés Larráinzar, después del levantamiento del EZLN, donde pugnó por la autonomía indígena. Tuvo importante actuación en los diálogos de la sociedad civil oaxaqueña con la APPO y el magisterio durante el conflicto social del año 2006. Como investigador social, abogó por no hacer la diferenciación entre teoría y práctica: “Nuestras tareas de exploración las llamamos ‘reflexión en la acción’, y estas tareas las hacemos todas y todos, no solamente algunos que serían los que hacen la reflexión y otros los que participan en ellas”.
Desarrolló el concepto “tejido global de alternativas”, una manera de “buscarnos, enlazarnos, tejernos con grupos que estén haciendo lo mismo. Y en este aprender unos de otros, nos podemos juntar, relacionarnos, y en algún momento podemos pensar si llegamos o no a construir una masa crítica que pueda realmente impulsar de otra manera este mundo nuevo que se va creando”.
Defensor de la agricultura y la preservación de la tierra – todos deberíamos tener la forma de producir nuestros alimentos, recomendaba- se formó en las aulas universitarias, la iniciativa privada y el servicio público. Estaba convencido de que el mundo socio político estaba en decadencia, como también la modernidad occidental, cuyos pilares son el capitalismo, el estado nación, la democracia liberal, el patriarcado, y el mundo judeo-cristiano.
Esta fase final se estaba presentando mucho más violenta y con mayor autoritarismo: el mundo que tenemos enfrente ya está siendo post-capitalista. La idea zapatista de que el mundo está cerca de una catástrofe dio pie a que sus conversatorios semanales en la Unitierra, se denominaran: “Caminos de la autonomía, bajo la tormenta”. Antes de que llegara la pandemia actual, muchos colectivos analizaban que nos estábamos acercando a la crisis más grave de los últimos 100 años y que abarcaba todos los aspectos, por los daños que le estábamos haciendo a la Madre tierra.
Gustavo Esteva se dijo convencido de que hay que cambiar el patrón de vida en las grandes ciudades; pasar de una manera individual de vivir a formar comunidades. Y esas nuevas comunidades deben tener como principio central de formación la amistad y el cariño. Ambientalista genuino, tituló su última columna como “El fin de la ilusión”. En ella denuncia el desalojo de comunidades nahuas, advirtiendo que “el control del agua define una confrontación mundial cada vez más intensa”.
Sus amigos de Servicios para una Educación Alternativa recordaron que Esteva estaba convencido de que otro mundo no es solamente posible, sino que ya está en camino: “Si uno escucha atentamente, en un día tranquilo, puede uno oírlo respirar”. Adelantado a su tiempo, este oaxaqueño por adopción -su abuela era zapoteca- durante tres décadas acompañó procesos sociales y comunitarios en nuestra entidad. Tenía la sensibilidad de escuchar el latir del corazón de la tierra. Nicole, sus hijas Gracia, Claudia y Raimundo, sus nietas, amigos y compañeros de Unitierra, los pueblos, y sus lectores, lo vamos a extrañar.
@ernestoreyes14