La frialdad de los números.
En el año 2010, cuando el PRI había experimentado su primera derrota a la gubernatura, el delegado político, Carlos Jiménez Macías, hizo un comentario que describía el descalabro: “Qué ‘putiza’ nos pusieron”. Con una coalición valedera entonces, Gabino Cué había triunfado con 733 mil,783 sufragios, igual a más del 50 % de los votos emitidos. Una participación electoral del 57 %.
Seis años después, luego del desencanto que había generado el primer gobierno del cambio, la familia Murat, esta vez con Alejandro Murat Hinojosa, recuperó el poder (2016-2022) con 525 mil 898 votos, en una contienda que alcanzó el 58.99 % de participación. Habiendo competido en solitario con Morena, Salomón Jara recogió, como tercer lugar, 374 mil 826 votos, ante un revolucionario institucional que se agenciaba 525 mil 898 voluntades.
En 2018 ocurrió el tsunami obradorista y se empezó a complicar la capacidad competitiva del priismo que perdió el control del Congreso y los ayuntamientos más importantes, al grado de que, al iniciar la contienda (2021-2022), al interior de morena se considerara como la verdadera elección cuando Mario Delgado designó, vía encuestas, a Salomón Jara como su abanderado. El dos veces senador era el mejor activo del movimiento obradorista y controlaba la militancia, el Congreso local y los órganos dirigentes, por lo que era garantía de triunfo seguro.
Una vez relegada la senadora Susana Harp, quien se inconformó con el proceso, al igual que otros destacados obradoristas, la campaña contra el priista Alejandro Avilés estaría a pedir de boca. El triunfador del 5 de junio obtuvo, el 60.26 % de la preferencia, equivalente a 680 mil 752 votos, en coalición con el PT, Verde y PUP. Avilés, a quien le sacó una ventaja del 35.26 %, apenas registró 282 mil 479 votos en coalición con el inexistente PRD.
Sin embargo, el regocijo por la victoria se ensombreció al trascender que solo concurrió el 38. 79 por ciento, lo que es preocupante en términos de legitimidad porque significa que, el 61.21 %, de los 3 millones, 36 mil 316 personas, de la lista nominal, no se sintieron motivadas a sufragar por ninguno de los siete aspirantes. De 5,707 actas computadas del Programa de Resultados Preliminares del IEEPCO, se registraron un millón 129 mil 511 votos. Significa que un millón 906 mil 805 potenciales electores se abstuvieron.
Como un dato estadístico, en abril pasado, durante la revocación de mandato, donde se instalaron solamente 1,890 casillas (el 30% de las registradas ahora), un total de 673 mil 278 personas votaron porque siguiera el presidente en el cargo. Hace ocho días, después de dos meses de campaña y un millonario gasto y movilización de recursos, solo se consiguieron 7,474 votos más que los obtenidos en la revocación, en términos llanos. ¿Qué sucedió? La abstinencia electoral pudiera significar una forma de protesta activa, a partir de factores sociales, no de apatía hacia la política, sino contra grupos hegemónicos que, jugando a las elecciones, juegan con la vida de las y los ciudadanos, sin darles respuesta efectiva a su problemática cuando ya ejercen el cargo.
En esta elección, la gente tenía la idea de que todo estaba decidido antes de la campaña. Es decir, que morena ganaría abrumadoramente. Súmenle que los candidatos que realmente competían nunca lograron convocar al voto masivo, salvo la recurrencia a su voto duro y fiel, ignorando a los que habitan en pueblos, comunidades y colonias.
Queda abierta la pregunta del por qué un sector del morenismo se resistió a sufragar por quien había recorrido tres veces el estado. Quien algo conozca de la vida interna de este partido, lo intuye. Oaxaca, no obstante, reclama pasar página a cualquier desavenencia interna, siempre que en el grupo hegemónico haya voluntad, pues para los entendidos ganar una elección es lo de menos: lo difícil es gobernar y gobernar bien, con eficacia, talento, y ajustándose al credo de la 4 T de que el poder solo se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás.
La gobernabilidad se construye aminorando hasta donde sea posible los conflictos y tensiones. Y una entidad altamente politizada, como Oaxaca, los tiene y muchos, que estallan casi a diario. Pero no ensombrezcamos el triunfo de Salomón Jara, después de esta nueva “putiza” propinada al que resultó siendo un “gigante con pies de barro”.
@ernestoreyes14