A luz de más de quinientos años de historia, más de un grupo gobernante, nos ubica como pueblo determinado desde su exterior, en una causalidad imposible de evadir, así son las cosas y así seguirán es la sentencia, es inevitable, por tanto. No existe posibilidad alguna, según esto, de alcanzar nuestro libre albedrío. Casi una sentencia bíblica. Si los actos de nuestros ancestros no dependieron de nosotros, solo nos queda sufrir las consecuencias es la divisa. La cuestión es romper las cadenas de las causalidades, de otra manera, es imposible cualquier grado de libertad. Los obstáculos a vencer de las causalidades de nuestra historia son sólidas, para muchos, imposibles de superar. Lo primero es considerarnos libres, romper con el tutelaje, con la encomienda del Estado. Segundo, nutrirnos de la enorme voluntad de querer ser libres, de libre determinarnos.
Durante siglos hemos sido determinados, encaminados, tutelados, maniatados. Determinados en el sentido de fijación de nuestros límites, conciso en nuestros alcances, limitado en nuestros principios y valores. Si queremos sustraernos de toda determinación, para hacerlo posible, tenemos que tener conciencia de nuestra determinación, de nuestra enajenación, del control de nuestra existencia por externos a nosotros. Acabar el proceso de nuestra determinación es negar este significado de la determinación y adoptar el otro significado, es decir, un comportamiento con audacia, con valor y osadía. Es estar libres de toda determinación y ser libres con la determinación. La libre determinación significa pues transitar por las anchas avenidas por propia iniciativa y vencer todos los obstáculos para alcanzar nuestro proyecto histórico.
Nuestra libre determinación es una respuesta hacia toda forma de abuso del poder político, contra sus formas tiránicas, colonialismos y contra las élites opresoras. Los espacios de libertad que trae consigo toda libre determinación son espacios que gana la democracia en ámbitos de los Estados nacionales. La libre determinación es nuestra libertad colectiva que sirve de marco para todas las libertades de nuestra gente. Nuestra libre determinación no daña a la sociedad mexicana en su conjunto, tampoco daña a los regímenes democráticos, si no dañamos con nuestras libertades colectivas somos un bien democrático en consecuencia. Asimismo, nuestra libre determinación, no solo es un conjunto de acciones legítimas que podemos hacer sin restricciones, sino que es la expansión de nuestra voz por todos los contornos del territorio nacional, nuestras lenguas podrán expresar la profundidad de nuestro pensamiento, la sociedad entera acogerá con alegría la sabiduría de nuestra gente y de nuestros pueblos, la democracia sabrá de nuestras opiniones, por fin se terminará la censura de nuestra voz. Por fin, haremos saber de nuestro pensamiento verdadero y podremos combatir el pensamiento falso sobre nosotros. Por fin, tendremos la oportunidad de combatir, en nuestra propia lengua, los prejuicios que tanto daño nos han hecho.