La democracia republicana a diferencia de la democracia liberal, implica la participación de los ciudadanos en el ejercicio y en el control del poder político de manera responsable y continua no solo en momentos determinados.
Implica una gran acción autodeterminativa de los ciudadanos que por lo regular se inscriben en ambientes colectivos. Además tiende a reflejar la pluralidad social, en este sentido, los colectivos juegan un papel primordial. En este tipo de democracia cuentan mucho las voces y los intereses de los representados más un interés abstracto que se entiende como interés social, colectivo o nacional.
En su conjunto implica la existencia de una representación equitativa por tanto justa. Regularmente existe una semejanza y correspondencia de los intereses de los representados con los representantes. En este contexto, la representación tiende a la proporcionalidad que se expresa en la comunidad política.
De la misma manera la correspondencia entre representados y representantes le es inherente con las formas descentralizadas del poder político más que con las centralizadas. Es propio de este tipo de democracia en comunidades, municipios y regiones por lo que consideramos apropiada para nuestros pueblos.
El pueblo indígena y el pueblo afromexicano, ante el fracaso del Estado mexicano de alcanzar la felicidad para todos, tienen un nuevo planteamiento para México: no preguntamos qué puede hacer el Estado por nosotros, sino qué podemos hacer por el Estado. Es nuestra inclusión con poder necesario en el Estado mexicano.
Seguramente, daremos solución a los muchos problemas que aquejan a nuestro país; para empezar un mejor gobierno al seguir el principio de mandar obedeciendo y, desde luego, una mejor vida democrática. La empresa política para el bienestar común, que es el Estado, hace largo rato, que se ha convertido en una empresa política de fracaso para este objetivo. Este Estado para el capital se debe de transformar para la humanidad, para la naturaleza, para la concordia y la equidad en el mundo, refugio de desvalidos. Un Estado para los pueblos indígenas y afromexicano, para campesinos, obreros, empleados, mujeres, jóvenes, niños, discapacitados, adultos mayores, migrantes, inversionistas y visitantes. Todos ellos para un Estado incluyente.
Necesitamos transformar al Estado en una empresa de prestación de servicios, bajo un esquema de democracia directa, a partir del reconocimiento de libre determinación y autonomía desde el nivel comunitario. Los servicios que presta hoy el Estado son ineficientes, costosos y corrompidos.
Esto obliga a la población conformarse y esperar la próxima elección para tener mejor suerte o emigrar. Las comunidades con el control de sus territorios, aminorando el monopolio del Estado del territorio nacional, será un territorio nacional controlado desde abajo y no desde arriba, además ha perdido la capacidad de control territorial a favor de manos privadas, como los narcos, aquí sería cederlo a manos del pueblo.
La clave está en la descentralización. Siglos de centralización, si bien hemos resuelto algunas cosas, no ha sido suficiente para hacer florecer a la población. Es hora de redistribuir el poder político centralizado. La democracia moderna no es un problema de quién ejerce el poder político sino de cómo está distribuido en un territorio determinado.
En nuestro país, al estar concentrado en una sola persona, nos parece anacrónico, arcaico. En la comunidad es posible encontrar eficiencia en la buena convivencia al embonar la individualidad y la conducta social en este nivel micro de las relaciones políticas.
Impulso gregario y conducta egoísta en una síntesis inteligente es posible arribar a mejores niveles de vida democrática. Equilibrio entre ambas conductas es necesario. Esto ha sido, precisamente, el modo de vivencia de la política en nuestros pueblos o naciones. La predominancia de una de ellas, necesariamente pierde el equilibrio de la buena convivencia.