Cuatro convites, cuatro llamados a participar a la fiesta racial más importante de América Latina. El inicio de las celebraciones de los “Lunes del Cerro” han arrancado con el festejo a la Virgen del Carmen. Dos años pasaron para que los oaxaqueños pudieran gritar nuevamente: Guelaguetza.
Lo que la pandemia calló hoy se escucha con más fuerza: “viva Oaxaca”. El corazón del estado palpita con potencia.
Faroles de figuras caprichosas y multicolores guían el camino de las chinas oaxaqueñas mujeres ataviadas con faldas de texturas chillantes. Las marmotas giran alrededor de ellas y casi tocando el cielo se encuentra el pintor juchiteco Francisco Toledo, inmortalizado en un mono de calenda.
Sus pasos son casi inalcanzables, el danzante de la pluma lleva sobre su cabeza un penacho que guarda en sí mismo la crónica histórica de los pueblos vencedores y vencidos; de conquistadores y conquistados.
Los tiliches o viejos de Putla Villa de Guerrero, imagen oficial de la Guelaguetza 2022, aparecieron en todo el recorrido, en los balcones de las casonas antiguas, en los negocios y en el convite.
Con flequillos en los pies y mascaras que cubren su rostro, aparecieron los diablos de Santiago Juxtlahuaca quienes invitaron a bailar a más de uno.
Entre cientos de personas llegaron los de Ejutla. Las mujeres hicieron lucir sus faldas entre pasos que contenían saltos, mientras que los hombres lucían altivos sus zarapes.
Adelante los niños marmoteros demostraron con agilidad y destreza los movimientos de estas esferas elaboradas con carrizo y tela.
Los toritos de calenda anunciaron con sus peculiares sonidos que la fiesta ya inició, la Guelaguetza nuevamente es una realidad.