Es indudable que estamos viviendo una situación extraordinariamente compleja, no de fácil comprensión ni mucho menos solución. Los organismos internacionales, los Estados nacionales con sus gobiernos y administraciones públicas manifiestan impotencia.
La violencia social, el ascenso del crimen organizado, la pobreza y la concentración del ingreso en unas cuantas manos parecen no tener solución en el corto plazo. La contaminación atmosférica parece irreversible, sin exagerar, puede estar en peligro la propia humanidad, lo peor, los escenarios futuros parecen anunciar mayores problemas que tentarán nuestros límites como humanidad y como seres humanos.
¿Humanamente qué podemos hacer? Creo que debemos plantearnos volver al origen de las cosas, no solo de nuestro origen. Debemos replantearnos cuál es nuestro papel en el planeta, en el mundo. No fuimos arrojados ni creados como sostienen los filósofos o las religiones, sino producto de nuestra propia evolución que ya tocó fondo.
De verdad, ¿sabemos quiénes somos? Si somos nuestro propio producto, ya tenemos rendimientos decrecientes. ¿Sabemos realmente de nuestras cualidades, de nuestras potencialidades, de nuestros límites? ¿Ángeles o demonios?
Algunos pensadores nos ubican ya en el ámbito de la deshumanización. Piensan que los problemas se pueden solucionar si se remplazan las habilidades humanas por inteligencias artificiales o dispositivos tecnológicos. La verdad, las capacidades humanas son imposibles de remplazar, las tecnologías son buenos acompañantes de aprendizaje nada más.
Lo que es cierto es que debemos adaptarnos a estos tiempos complicados y ambientes cambiantes, necesitamos de nuevas habilidades para ello, los retos son enormes.
Primero, debemos iniciar en la formación de nuevos seres humanos, lo que somos no sirve para los nuevos tiempos, nos hemos equivocado en los contenidos de formación y de enseñanza.
De importancia vital, la formación de nuevos gobernantes y nuevos procedimientos de elección, los existentes permiten el ascenso de gobernantes incompetentes, desde unidades de gobierno simples hasta los más complejos.
Las sociedades que hemos construido atentan contra nuestra propia existencia, aumentan nuestra negatividad, debemos de asociarnos en comunalidades para potenciar nuestras virtudes humanas.
Formación y comunalidad valorarán nuestra resiliencia, nuestra capacidad de adaptación a las nuevas situaciones, podremos resolver problemas complejos, seremos mucho más creativos, observadores y reflexivos. Sabremos tomar decisiones que prevengan el corto, el mediano y largo plazo. Seremos más intuitivos, más empáticos que es una cualidad necesaria que debemos tener.
Debemos gozar de la inteligencia colectiva, la capacidad de interactuar bien con nuestros prójimos es vital, comprensión de cómo se sienten y qué es lo que saben y deben saber.
Todo lo anterior lo podemos hacer si se lo encargamos al cerebro, a nuestro cerebro. Este órgano es social primordialmente, se adapta permanentemente a los nuevos contextos, generando miles de nuevas conexiones. Es tan plástico que se modifica en cada proceso de aprendizaje.
El desarrollo del cerebro aconseja que sea mucho mejor tomar decisiones en grupo, se recomienda superar los sesgos individuales. Realizar razonamientos analógicos, es decir, encontrar principios de funcionamiento común a varias tareas. Analizar todas las opciones en conjunto en vez de una por una.
El cerebro sano, nos permite ser capaces de desarrollar funciones ejecutivas, grupo de habilidades cognitivas para adaptarnos a nuevas y complejas situaciones. Es importante que todo se defina por los resultados y que la conducta esté habituada para ello. Son procesos mentales orientados hacia el autocontrol físico, cognitivo y emocional.
La solución de nuestros problemas es el desarrollo de nuestro cerebro, sobre todo de nuestros gobernantes.