Es ya clásico que la gran mayoría de las personas piensen en el hoy y ahora. Hoy se debe ser feliz porque el mañana a lo mejor no se llega. La inmediatez de la vida es lo que suele importar.
Para una persona a lo mejor puede ser válida esta manera de pensar, pero no para un político, para un gobernante. Se dice, acertadamente, que un buen político es aquél que piensa en el mañana de sus gobernados.
Por ejemplo, el deterioro de nuestro planeta es evidente, el agua pronto escaseará para todos, los recursos del subsuelo no son eternos, el mundo digital ya está entre nosotros, significa el control casi total de nuestra conducta, para algunos científicos este totalitarismo será más cruel que el de Stalin.
Es más claro, los gobiernos son cada vez más impotentes para resolver los problemas sociales, los mediocres y los incapaces acceden con mayor facilidad a las instituciones políticas. Para poder gobernar o sostenerse en el gobierno solo les queda la demagogia.
Esto puede ocasionar el ocaso de la democracia, los poderosos tomarán en sus manos todas las riendas de los gobiernos. Recuérdese que después de cada borrachera viene la peor de las crudas. A los poderosos ya les estorba la democracia.
Pronto se nos olvidan las enseñanzas del maestro Hegel, las leyes de la dialéctica. Toda realidad genera su antítesis, a la vez esta genera la síntesis. Así, la antítesis de la demagogia es el gobierno normativo, conservador, disciplinario.
Puede ser que como síntesis se tenga en el futuro el gobierno constitucional, republicano y democrático, que es lo más deseable. Pero para que esto suceda debemos esperar, por lo menos, cincuenta años. Los que están felices con el actual gobierno, en verdad, no piensan en sus hijos, en sus nietos, pues es casi seguro que será el origen del gobierno disciplinario.
Si no vea, estimado lector, el estilo de gobierno de la Cuarta Transformación está posibilitando la unión de todas las fuerzas que están en contra la demagogia, en contra del populismo, si bien esta unión contiene ciertas fuerzas democráticas, la gran mayoría son de fuerzas disciplinarias, normativas, conservadoras.
Así, los extremos del Presidente será la causa del mayor mal político para nuestro país: la muerte de la transición democrática. Así, él mató la transición y él generará el gobierno de la disciplina. Incluso, puede que sean los militares los que tomen el poder, pues ya sintieron la embriaguez del poder.
Así, el camino que está abriendo la Cuarta Transformación no es mayor democracia, sino su contrario. Por eso, los grandes pensadores políticos nos indicaron que no es el poder el medio idóneo para gobernar, sino la prudencia, esto le hace mucha falta al Presidente.