* Primera parte
La calurosa tarde del 15 de abril habanero, de 1985, Pablo Milanés (Bayamo, 24 de febrero de 1943-Madrid, 22 de noviembre de 2022) visitó las instalaciones del Instituto Internacional de Periodismo “José Martí”, acompañado de un asistente, en un auto gastado que le facilitaba el Estado, con la camisa de fuera, sin calcetines, pero con su guitarra de trovador inconmensurable.
Después de iniciar el encuentro interpretando “La vida no vale nada”, así sin micrófonos en un reducido salón, contó ante 21 periodistas latinos y caribeños que lo recibimos gustosos, detalles sobre la nueva canción cubana y su filosofía: “La vida no vale nada, si no es para merecer lo que otros puedan tener lo que uno disfruta y ama…”
En el conversatorio, pactado dentro de las actividades del cuarto curso de periodismo, nos compartió un recorrido elemental sobre sus composiciones musicales. Entonces contaba con 42 años. Treinta y siete años después, comparto estos recuerdos, como un sencillo homenaje en su memoria. Cansado su cuerpo de tanto tratamiento médico, en un hospital madrileño, Pablito nos dejó para siempre en el día dedicado a las y los músicos en nuestro país.
La entrevista colectiva, enriquecida con trozos y canciones completas, nos permitió conocer detalles sobre el nacimiento de la nueva trova; su postura sobre las críticas externas a la revolución cubana y las de él mismo ante el proceso revolucionario. Lo habíamos escuchado hacía 15 días en el monumental teatro “Carlos Marx”, en compañía de Silvio Rodríguez, las orquestas de Roberto Faz, AfroCuba y los Van Van, el grupo que hacía saltar de sus asientos a todo el mundo. Le pregunté:
– Puedes decirnos, con música: ¿cómo era Pablo Milanés? ¿cuándo empezaste a cantar, a componer y cómo es ahora?
-Uy, oye, lo que te dijo ella – refiriéndose a una de las becarias- flaquito, flaquito, muy delgado. Yo empecé haciendo canciones de feeling, que era el estilo que imperaba en aquella etapa. Empecé en el año 63, hace 22 años. Son canciones que llegaron a alcanzar más o menos una identidad nacional, aunque bastante influenciadas por la canción íntima norteamericana. Pero fue tanto su arraigo en el pueblo cubano que llegaron a tener una identidad y una forma de decir que las identificaban realmente como cubanas. Llegó a ser una expresión realmente auténtica de la bolerística latinoamericana y, en especial, cubana. Sus fundadores y máximos representantes fueron José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz, Martha Valdés; sus mejores cantantes Elena Burke y Omara Portuondo. Con preguntas de otros compañeros, responde:
-Después de cantar un poco de balada, hice una canción que considero mi mayor rompimiento con el feeling y comencé a indagar sobre lo que sería el movimiento de la nueva canción, junto con Martín Rojas, que acompaña a Omara y a Eduardo Ramos, bajista del grupo con el que trabajo. Tratábamos de buscar el camino de la nueva canción. Había una realidad social que nos golpeaba y entonces veíamos revolución en todos lados, pero no veíamos revolución en la música, no veíamos revolución en la canción, en el trabajo literario, en el trabajo musical, y nos dimos a esta tarea, un poco inconscientemente.
La primera canción que hice fue: “Tú mi desengaño”, insertada dentro de la canción amorosa. Y entre el 64 y 65 “Ya ves, y yo sigo pensando en ti”. Y en pleno 65 hago una que significaba el rompimiento absoluto con la etapa anterior, hablando musical y literariamente: “Mis 22 años”, canción que en Cuba la gente la nombra como “La Guajira”, que termina así:
” Mi tristeza la sepultaré en la nada/ y el dolor siempre del brazo de ella irá/ Nada habrá que me provoque más tristeza a mí/ Y el dolor siempre del brazo de ella irá/ Y en cuanto a la muerte amada/ le diré, si un día la encuentro;/ Adiós, que de ti no tengo/ interés en saber nada/ Nada”.
Pasaría 79 años de fecunda vida para rendirse ante lo inevitable. Sin embargo, con una actitud positiva, alegre y responsable ante su pueblo, Pablito cubrió un amplio espectro musical en que se desarrolló intensa, creativa y revolucionariamente. Sus anhelos amorosos iban ligados siempre al cambio, a una vida útil como fue su compromiso político, jamás en un tono trágico:
“La vida no vale nada/ si tengo que posponer/ otro minuto de ser/ Y morirme en una cama/ La vida no vale nada/ Si en fin lo que me rodea/ No puedo cambiar cuál fuera/ Lo que tengo y que me ampara/ Y por eso para mí: la vida no vale nada”. El conversatorio continuará.
@ernestoreyes14