Que las ideas de los gobernantes tuvieran relación con la verdad, que los deseos se ajustaran a los deberes, el rostro a los principios de la justicia tal como los percibe el corazón, no es prudente en los tiempos modernos, los ciudadanos no requieren de un gobernante bueno, requieren, al contrario, de un gobernante eficaz.
Para obtener resultados eficaces en la operación política es necesario aprender a adaptar las ideas y palabras a los prejuicios, intrigas y maquinaciones. Mientras se aplique las artes más perversas, se obtiene el favor del pueblo y se obtiene el mejor de las reputaciones: de buen gobernante.
La marcha de las buenas conciencias en medio de maquinaciones y perversidades no es buena conseja, es necesario hablar y accionar bajo las mismas perversidades para poder salir avante en las operaciones políticas, además de obtener éxito se obtienen sendos reconocimientos, precisamente por la eficacia de los logros.
Andar en las tribulaciones del poder con un discurso de moralidad y de buenas consciencias, simplemente existirá un enconchamiento de los demás, una cerrazón, desconfianza. Actuar con sus mismas reglas y procedimientos hace propicia la posibilidad del golpe del poder. En un mundo de rufianes no vale el discurso de la moralidad. En este caso vale la acción de los principios de la operación política.
Los gobernantes, entonces, deben de aprender a adaptarse a las circunstancias, simulando y disimulando sin distracción alguna en ningún instante, siempre en alerta para percibir los sentimientos, las ambiciones, deseos, pensamientos, planes e intenciones de los otros, de los demás. Sin esta alerta, sin este “parar oreja”, es muy difícil mantener estable el gobierno y mucho menos ser eficaz en el logro de los objetivos.
Además conocer con mucho mayor detalle, quién se relaciona con quién y por qué, qué necesidades tienen, qué opinan, cuáles son sus preferencias, qué posibilidades de éxito tienen y qué estrategia utilizan, por eso, se dice con acierto que gobernar es espiar, informarse.
Además de lo anterior, el gobernante bajo los principios de la operación política, debe de saber ocultar sus sentimientos, no hay gobernante más vulnerable que el que trasluce sus sentimientos. Ocultar sus ambiciones y deseos con la ayuda de la sutilidad de la simulación, vigilante y listo para aprovechar la ocasión en caso de presentarse.
Mantener el control de sí mismo y evitar todo signo de piedad con sus oponentes, es vital para alcanzar los objetivos. La consideración y la conmiseración no deben de ser considerados en cuenta en la operación política. Atacar al oponente con hechos y no con palabras rinde mejores frutos, desde luego, sin dejar de considerar que las palabras de los oponentes están llenas de trampas.
Principio básico es no fiarse de nadie pero es necesario hacer creer a los demás que se confía en todo mundo, con esta actitud se gana reputación, estima de los intelectuales y de la gente común. El respeto se lo gana el gobernante cuando sabe de todos y lo hace saber adecuadamente. Es menester enmascarar las acciones en los colores ficticios de la honestidad y la bondad, nos dicen los clásicos.
Si además de gobernar bien, el gobernante desea obtener gloria, debe ceñirse a ciertas reglas básicas, como por ejemplo: querer hacer todo o pretender no hacer nada. Es increíble pero unos gobernantes al enfrentarse a los complejos problemas de gobernar, inician acciones de gobierno más allá de sus alcance, o en sentido opuesto, no iniciar nada, mantener las cosas como están, por el miedo de enfrentar los complejos y profundos problemas y conflictos de gobierno.
Actuar por iniciativa propia y pretender lograr el objetivo solo es de verdad una estupidez, sin embargo, existen gobernantes que se atreven hacerlo, por otro, lado, los gobernantes pusilánimes pretenden que las acciones de gobierno lo hagan todos, tirios y troyanos, tampoco es concebible tal acción.
En cambio, procurar evitar las innovaciones, salvo que sean imprescindibles y se tenga la certeza que esas innovaciones mejorarán su reputación y su prestigio. De la misma manera,es prudente aparecer en público muy generoso, pero ser ahorrador en lo privado y en lo personal, lo segundo sustenta lo primero. Con la misma determinación con que se lucha en contra de los opositores se debe de luchar en contra de los placeres. Por el gusto por los placeres se olvida de las obligaciones de gobierno. Con la misma determinación buscar la gloria y la fama en la paz y no en la guerra. Esta propensión de buscar la fama y la gloria a cualquier costa de los gobernantes ha conducido a sus pueblos a la desgracia, buscarlas en la paz es el camino correcto. Es primordial siempre y es de buen ver, atender a los pobres y miserables y tratar a los demás bajo las reglas de la educación y del donaire.
Como es de observarse en el oficio de gobernar existen normas básicas, el abc de todo gobierno que los políticos deben traer como si fuera catecismo y son las reglas referidas en el anterior párrafo. La operación política nos introduce a fuerza en estas lógicas de las relaciones de poder, olvidar estas lógicas es caer en el campo de las ingenuidades políticas.