Nada más revisar textos de algunos periodistas que le han seguido el paso a temas de corrupción, narcotráfico o violencia, que desde hace un buen tiempo flagelan a la sociedad mexicana, brotan elementos que hablan de la colusión entre malos funcionarios de los cuerpos de seguridad con pandillas delincuenciales y “capos” del narcotráfico.
Los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto están plagados de ejemplos de esta infame alianza, al tiempo que sojuzgaban políticamente a millones de mexicanos desprovistos, hasta 2018, de utilizar las armas pacíficas del voto para remediar esta situación. Con el arribo de un gobierno que rompió con el pasado, aún a costa de enfrentarse al poderío partidista, de empresarios, medios de comunicación e incluso del poder judicial, han comenzado a desterrarse estas prácticas. No debe olvidarse la entrega de bienes nacionales a particulares, propiciada por José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, que con los otros suman los siete “jinetes del apocalipsis” mexicano.
En la época neoliberal hubo funcionarios que, como producto de venganzas transexenales, fueron a parar a la cárcel. En el actual, Rosario Robles y Emilio Lozoya son los más notables arrestados por hechos de corrupción, pero el caso de Genaro García Luna (GGL) excedió las fronteras del país pues está siendo juzgado en Estados Unidos, donde en el mes de junio se le dictará condena. Este policía fue un personaje siniestro que durante los dos sexenios panistas dirigió las principales corporaciones de seguridad del Estado mexicano en la supuesta lucha contra la delincuencia organizada. Ovacionado por el PAN, condecorado por su jefe, Felipe Calderón, hoy este partido quiere borrar toda relación con él, pero siguen poniendo, como ejemplo de eficacia, su “guerra” que, ya se comprobó, favorecía al cártel de El Chapo Guzmán mientras combatía a los otros.
A raíz de que un jurado en Nueva York lo halló culpable de cinco delitos relacionados con narcotráfico, se ha ventilado en el juicio la protección que GGL prestaba a traficantes de droga y asesinos. No parece haber duda de que de dicha relación la conocía muy bien el jefe de Estado mexicano, solo que el departamento de justicia estadounidense no tiene, por el momento, alguna investigación en torno al expresidente que hoy se refugia en España, quejándose de persecución política.
Lo lamentable es que en México no se le ha abierto algún proceso para enjuiciar a quien se robó la presidencia en el 2006 y tuvo que entrar por la puerta de atrás del Congreso, el día de su toma de posesión, en un operativo que estuvo a cargo de las fuerzas de seguridad coordinadas, en los hechos, por García Luna. Tal vez este agradecimiento es lo que unió a Genaro y Felipe, personajes que hoy están expuestos al descrédito público. Es cierto, el gobierno de la 4T mantiene un juicio civil en Florida, para recuperar millones de dólares que trianguló GGL y socios por países donde se “lava” dinero. Pero falta encausarlo por asociación criminal y otros delitos que dejaron cientos de víctimas.
Como consecuencia, el ánimo que lleva a la oposición a protestar este domingo para, supuestamente defender la “democracia” que creen se aloja en el INE, estará impregnado del tufo de corrupción y muerte que acompaña a ambos personajes y el séquito de colaboradores de menor peso, pero también importantes, que configuraron una empresa criminal auspiciada por el Estado, como se asegura en Estados Unidos. Hace ya tiempo que el panismo se quedó sin referentes morales como Salvador Nava o Manuel Clouthier, quienes se enfrentaron con valentía al régimen autoritario que hoy defiende Acción Nacional. La derecha actual no tiene empacho en mostrarse con lo peor del priismo en acciones políticas conjuntas, pretendiendo recuperar el poder que perdieron por corruptos.
Acaso los manifestantes de este domingo preferirían que no el ejército, la marina o la guardia nacional, sino un sujeto como Genaro García Luna siguiera encargado de la seguridad de los mexicanos, pactando acuerdos y beneficiándose de sobornos con su camarilla. Me gustaría escuchar, entre sus lamentos callejeros, consignas como: “Libertad a García Luna” o “García Luna no se toca”. O bien, ésta otra: “Dame una G; dame una E; dame una N; dame una A; dame una R; dame una C; y dame una O.” Y que el coro respondiera: “¿Qué dice?: Genarco, Genarco”…”No se oye: Genarco…” “Muchas veces: Genarco, Genarco, Genarco…” ¡Qué bochorno!
@ernestoreyes14