En sus labores diplomáticas Maquiavelo observa la necesidad de atributos específicos y especiales de todo aquél que desempeñe funciones de gobierno. Esto era así porque la época y sus condiciones lo requerían de esta manera. La época ya cambió, las condiciones son otras, si bien, en los gobiernos aún se requieren cualidades específicas y especiales para desempeñar las funciones del Estado, les es indispensable una buena dosis de desarrollo institucional para asegurar los objetivos y la estabilidad del gobierno. Gran parte de las virtudes gubernamentales descansan en la fortaleza de las instituciones políticas, jurídicas, sociales, económicas y culturales, sin estas fortalezas es complicado lograr la adquisición, conservación e incremento del poder, razones del escrito de Maquiavelo.
Hoy, el nuevo príncipe, es la fortaleza institucional del Estado, del gobierno, de la administración pública y las de la sociedad. Si a esto le sumamos las buenas virtudes del gobernante, seguramente se obtendrá un buen desempeño en las cosas públicas. Esto es así porque en los nuevos tiempos, los gobernantes se enfrentan, en el contexto de un mundo muy interdependiente y complicado, a problemas y a situaciones que requieren, no solo de inteligencia, de oficio político, sino de instituciones sólidas que los respalden. En un Estado poco institucionalizado, las habilidades del gobernante no son suficientes para alcanzar los objetivos.
Habría que recordar que Estados de fuerte y amplio desarrollo institucional, sus relaciones políticas son regularmente estables, bien estructuradas, producto de un largo proceso de maduración y de experiencias. Hábitos, prácticas y costumbres que la sociedad las convirtió en normas consensadas desde la legalidad como desde la moral.
En esta maduración institucional, los gobiernos obtuvieron seguridad en sus expectativas políticas. Además las instituciones son producto de reflexiones, cuestionamiento constante en un ámbito de libertades, en llamados periódicos de consultas al soberano y en la consolidación de los derechos y deberes de los ciudadanos en un marco de relaciones normadas entre individuos, grupos y clases. Este nuevo príncipe adquiere una dimensión que Maquiavelo no lo pudo imaginar jamás.
En toda sociedad se impone una forma concreta de autoridad, su existencia a partir de la cosa común, de la “re pública”, que debe estar constituida por instituciones, normas jurídicas y por acuerdos sociales. La “re pública” le es inherente el respeto a la legalidad y la obediencia del orden político. Sin la obediencia y el respeto a la legalidad no puede existir el bien común. Donde no hay orden no hay estabilidad, este se adquiere acomodando las instituciones a las cosas y no éstas a las instituciones.
Los que asumen la dirección de la cosa pública adquieren por ello una posición de poder en las relaciones sociales, esto es conocido como poder político. Este poder es el principal medio de control social que se ha conocido hasta el momento. Este poder político, inherente a la sociabilidad humana,