Los gobernantes autoritarios son fieles seguidores del pensador político alemán Carl Schmitt para quien cualquier confrontación política se debe considerar entre enemigos, no hay medias tintas de pensarse adversarios o competidores del poder.
Esta idea política le fue muy útil a Hitler para deshacerse de sus competidores políticos, los consideró enemigos y acabó con ellos en el contexto del Estado alemán. Los nuevos gobernantes autoritarios consideran que toda relación política es de amistad o de confrontación concreta, entonces no será raro que se considere a la relación política entre “nosotros y ellos”.
El gobernante autoritario no se considerará como el responsable de las acciones políticas, será cubierto del simbolismo pueblo y “nosotros,” será visto como integrante del pueblo y el enemigo o “ellos” como integrante de la oligarquía. No será extraño que los medios de comunicación sean considerados enemigos políticos, salvo aquellos que sean vistos como parte del “nosotros”.
El enemigo político no solo será catalogado como tal, sino será culpable de todos los males que sufre el pueblo, hasta llegar a criminarlo. Así, criminal, traidor a la patria, hipócrita, corrupto, serán las descalificaciones típicas que sufrirá el enemigo político. Es necesario enfatizar que estas denostaciones no nacen de un sentir auténtico sino será parte de una estrategia política para nutrir sus poderes.
Una cuestión que es de llamarse la atención, al gobernante autoritario le es consustancial su desprecio por los expertos, por los que basan sus decisiones en consideraciones científicas y técnicos, para ellos gobernar y administrar es de sentido común. Por tanto, no gustan de gobernar mediante planes, sino mediante contenciones, situaciones, mediante la sujeción a la voluntad del gobernante, necesariamente, esto produce graves deficiencias en el quehacer público.
Como a todo autoritario, estos gobernantes les es ajeno todo sistema de contrapesos y equilibrios de los poderes públicos, su afán de controlar a los poderes legislativos es de una normalidad asombrosa, les molesta en demasía la independencia de los magistrados y jueces de los poderes judiciales, como en los viejos tiempos medievales de gobierno, son la ley, la justicia y el bien público. Ellos piensan, por el Poder Legislativo; ellos juzgan, por el Poder Judicial; ellos ejecutan de manera centralizada como miembros casi únicos del Poder Ejecutivo.
Para estos gobernantes autoritarios, sienten y aseguran que han sido tocados por fuerzas divinas y por las fuerzas de la naturaleza. Han escuchado la voz del pueblo, que es voz divina. No se consideran dioses sino apóstoles del Dios –Pueblo. Como apóstoles son los únicos autorizados y mediadores de la interpretación de los deseos del pueblo. A ellos, se le ha señalado y determinado llevar a la acción los Nuevos Mandamientos, regularmente, recuperar la grandeza del pueblo, limpiarlo de su corrupción y prepararlo por los caminos de la vida.
Ellos son considerados San Pedro, tienen la enorme misión de la construcción de la nueva iglesia de la nación, de su ética y de su decálogo social. Para todos ellos sus gobiernos serán Construcción, Reconstrucción, Nueva Era, Transformación, Revolución. Con ellos se inicia realmente una nueva historia nacional.
A los nuevos gobernantes autoritarios les es consustancial discursos demoledores de los malos gobernantes anteriores del Estado, plantea una nueva lectura de la historia de la nación mediante un esquema simple, en donde regularmente ubican sus orígenes en los buenos de esa historia.
Sus aficiones por la disciplina militar, por el garbo de este sector, lo consideran componentes fundamentales de sus gobiernos, hasta son admiradores del orden militar, por esta razón, muestran simpatía con los valores políticos del fascismo.
Con este conjunto de características y valores, hubiera sido extraño que fuesen simpatizantes de las ideas y libertades que muestran las sociedades abiertas, por el contrario, son proclives a las sociedades cerradas, a los nacionalismos exacerbados, a sus pocas simpatías hacia los pluralismos, a las diversidades, gustan de la nación única e indivisible.
Muestran racismo, clasismo, soportan poco a las identidades como a los migrantes, minorías, feminismos, a todas las expresiones de la posmodernidad, es decir, son muy tradicionalistas y poco tolerantes. Desde luego, el liberalismo en su mejor expresión, la defensa de las libertades individuales y colectivas está ausente en estos gobernantes autoritarios, este autoritarismo está lejos de ser de partido o grupal, es auténticamente personalizado, por tanto, lejos de un gobierno a partir de instituciones