El gobierno personalizado que representa el régimen autoritario, que ha pasado de ser un estilo personal de gobernar a constituirse en régimen político en sustitución del régimen democrático. Es decir, la normalización del régimen autoritario se da a partir del proceso de complejidad de los asuntos públicos ante los reclamos de derechos y de nuevos derechos de las sociedades y comunidades.
El discurso es: “solo nosotros sabemos cómo hacerlo”. La existencia indispensable del gobernante autoritario se da también porque las sociedades ya no se plantean futuros libertarios y posiblemente utópicos, sino la solución de sus problemas actuales y urgentes, tales como la precariedad de la existencia, la violencia generalizada, el crimen organizado, el deterioro ambiental, la falta de certeza del futuro, el problema del agua, de la migración, la aparición de los excesos de la vida posmoderna como el declive de valores, la tendencia a la uniformidad de las cosas. Por todo esto, los gobernantes autoritarios exclaman: “aquí estamos”.
Por lo mismo, son ideológicamente conservadores, sus opiniones sobre la familia, la sexualidad, el género, la velocidad de los cambios son en este sentido, sienten nostalgia sobre los pasados gloriosos de la nación y de los hechos heroicos de la historia nacional.
Gustan conservar a sus clientelas electorales con vehemencia, si son pobres conservarlos como tales, si son ignorantes mucho mejor, si son excluidos vale sus existencias mientras sean estratégicamente útiles. No son de sus gustos las democracias multiétnicas, plurales, por el contrario gustan de la homogeneidad cultural, del centralismo político—administrativo y de la unidad de mando. Son proclives al racismo, sobre todo al apoyo a los blancos, a quienes consideran gente superior. Su opinión de las mujeres es tremendamente machista y patriarcal. Son gobernantes nostálgicos y retrógrados (Rachman: 2023).
Los gobernantes autoritarios gustan de los Estados unipartidistas, si no alcanzan este nivel, por lo menos de Estados de hegemonía partidistas, se sienten cómodos en la división ideológica entre liberales y conservadores, huyen del pluripartidismo, es su mecanismo para conservar el poder e inclusive incrementarlo.
La visibilidad de las élites políticas es extraordinaria en este mecanismo. Esta es una cuestión por demás interesante, las élites políticas, culturales, financieras, incluyendo a las mafias del crimen organizado, son visibles, no se ocultan, muestran su poderío.
La existencia del régimen autoritario no es solo una faceta del sistema mundo capitalista, sino también un régimen que se ha incrustado en nuestra civilización, es decir, en la ciencia, en los valores universales del humanismo, en la espiritualidad humana, en la tecnología y en los saberes propios de la humanidad.
Su peligrosidad es doble, es expresión política del capital financiero más global y penetrante, a la vez, trata de incrustarse como el valor político normalizado de la civilización. No es casual, entonces, que su contraparte, de cómo enfrentarlo, no sea la lucha por la democracia liberal, sino la lucha por la democracia republicana y comunitaria.
Desde luego, frente el autoritarismo se debe ser: antiimperialista, antirracista, antixenófobo, antipartriarcal, anticapitalista y demodiverso. Es una lucha por la liberación de los pueblos colonizados, neocolonizados, racializados, feminizados y de las comunidades de migrantes (Grosfoguel: 2022).
La consolidación de un sistema civilizatorio que no es solo economía, sino que es algo más, que está en nuestro ser, en nuestro existir, en nuestro alrededor, está presente en cada una de nuestras relaciones sean individuales o colectivas, tales como el racismo, el patriarcalismo, cristianocentrismo, eurocentrismo, ecologicidismo, son relaciones que reproducimos sin cesar sin darnos cuenta, son multiplicidad de relaciones de poder y de jerarquización de nuestra existencia, que al constituirse como civilización y no como sistema económico, nos plantea un reto formidable para la lucha de emancipación de los pueblos, de las mujeres y del ser humano en general.
Esta lucha en contra de los regímenes autoritarios, nueva expresión del dominio del capital, será no solo desde la democracia republicana, sino desde la lucha descolonizadora. Esto lo tenemos claro.