Tequio deriva de la palabra en náhuatl “tequitl”, que significa trabajo o tributo, y ésta remite a una costumbre prehispánica que consistía en la cooperación en especie y trabajo no remunerado de los miembros de una región en beneficio de su propia comunidad. Su significado tiene un alto sentido moral, sobre todo, en las comunidades indígenas, siendo un acto honroso y de expresión de solidaridad a la que no se pueden negar al ser una labor común que les permite identificarse como comunidad. En términos jurídico-legales forma parte la identidad multicultural de la nación mexicana abalada por el artículo 2º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Así como también, se reconoce su función en la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Oaxaca en uno de los párrafos del artículo 12 en donde se señala que el tequio es un conjunto de actividades comunitarias, según los usos de cada pueblo y producto de acuerdos de las asambleas de cada comunidad.
Diversas investigaciones de carácter científico se han realizado y publicado sobre el tequio y sus implicaciones como una practica ancestral y cultural de los pueblos originarios en México para incentivar el trabajo colaborativo. Pero también, como una herramienta que es utilizada para mitigar las deficiencias presupuestales, materiales e institucionales con las que cuentan las comunidades para impulsar acciones en beneficio de su propio territorio. Siendo una actividad de resistencia comunitaria de la identidad indígena ante el sistema capitalista y como autonomía y empoderamiento simbólico de un pueblo o comunidad.
Sin embargo, para el reconocido antropólogo social e investigador mexicano Arturo Warman, el tequio es una de las instituciones más vigorosas para la cohesión y persistencia de la comunidad, incluso está sustentando por un discurso igualitario, pero que, a lo largo del tiempo se ha desvirtuado su significado, convirtiéndose en todo menos en un instrumento de redistribución equitativa. Por el contrario, se ha utilizado como un modelo de promoción política, explotación laboral, extorsión burocrática en diversas dependencias de la administración en el sector público y como modelo de neocolonialismo del siglo XXI. Y, en no muy pocos casos, se ha utilizado como cortina de humo para desviar la atención sobre problemáticas o escándalos políticos.
En días recientes, el gobierno del estado de Oaxaca llevó a cabo los denominados “mega tequio”. El primero, denominado “Mega Tequio de Reforestación Bienestar” realizado en San Juan Bautista Coixtlahuaca, municipio perteneciente a la nación Chocho-Mixteca, en donde se reforestaron 100 hectáreas con más de 100 mil plantas nativas de la región. En el cual participaron más de 1,500 trabajadores de 70 dependencias gubernamentales.
Esta actividad, según lo expresó el mandatario estatal, forma parte de su compromiso de reforestar 200 mil hectáreas en toda la entidad durante todo su gobierno, con el objetivo de impulsar el cuidado de la naturaleza y el combate al cambio climático, aunado a disminuir de manera eficiente los estragos de los incendios forestales de la temporada.
Sin embargo, la respuesta de su gobierno ante los incendios forestales que, de acuerdo con la Comisión Nacional Forestal, de enero a junio del presente año, en Oaxaca se registraron 187 afectando a más de 80 mil hectáreas de bosques, fue tardía, ineficiente y, por el contrario, culparon a los pobladores de obstaculizar la llegada de la ayuda. Cuando en realidad, es de dominio público que la negligencia de las autoridades frente a la atención de los incendios, vulnerando el derecho de las personas a vivir y disfrutar de un medio ambiente sano, fue causante de los daños ambientales y de las seis pérdidas humanas que se registraron en San Lucas Quaiviní y San Pedro Cafetitlán.
Por otra parte, los días 6 y 7 de julio se llevó a cabo el “Mega Tequio Oaxaca Unida contra el Dengue” en el cual participaron 2 mil personas, principalmente pertenecientes al sector salud, para establecer mecanismos de sinergia para hacer frente a la crisis del dengue que azota a 25 demarcaciones del estado. Esta actividad, de acuerdo con el gobernador Salomón Jara, es una actividad colectiva con un objetivo en común que es la limpieza, concientización y eliminación de posibles criaderos del mosco transmisor.
Curiosamente, esta “estrategia” se da en un escenario donde el estado de Oaxaca, y de acuerdo con el informe “Panorama epidemiológico de dengue. Semana epidemiológica 26 del 2024” elaborado por la Secretaría de Salud, al cierre de la semana epidemiológica 26 (1 de julio), registra un total de 1,053 casos confirmados acumulados, de los cuales 433 son dengue no grave, 547 dengue con signos de alarma y 73 dengue grave. Esto representa un aumento del 706.7% en comparación con lo registrado en el mismo periodo, con un total de 149 confirmados hasta la misma semana epidemiológica, pero del año 2023. Lo que ubica a la entidad oaxaqueña en la octava posición relacionada con el número de casos acumulados, además que, desafortunadamente, ya registra el deceso de una niña de 14 años por esta enfermedad en el municipio de San Gabriel Mixtepec.
Sobre el mismo tema, el día 8 de julio, tan sólo 24 horas después de terminado el mega tequio, la Secretaría de Salud de Oaxaca a través de Ignacio Zárate Blas, subsecretario de prevención de salud del estado, informaba que, tras las medidas de contención implementadas por el gobierno estatal, la red de contagio de dengue se estabilizó en 300 casos, garantizando la celebración de las fiestas de guelaguetza. Siendo una noticia extraordinaria para sus fines comerciales, pero no así para efectos del bienestar de los oaxaqueños, tomando en cuenta que el periodo de incubación tras la picadura del mosquito el periodo típico oscila entre 5 y 7 días, con un rango de infección que va de los 3 hasta los 14 días.
En ambos “mega tequios” quedó enterrada la esencia de lo que verdaderamente significa tequio, recordando que es una acción que se lleva a cabo para conseguir objetivos en común y en beneficio de la comunidad. Sobre todo, cuando las instituciones cuentan con limitados recursos económicos, recursos materiales y de capital humano para cumplir con todas sus responsabilidades.
Por todo lo anterior, no se entiende el por qué, en medio de escenarios críticos, dependencias gubernamentales, encabezadas por el mismo gobernador del estado, que cuentan con todos los recursos económicos, tecnológicos y de infraestructura a su disposición, hagan un llamado a realizar tequios en beneficio del bienestar. ¿Será que los secretarios de las dependencias desconocen de la existencia del programa anual operativo?
Tomando en cuenta la evidencia de dominio público, pareciera que un número importante de secretarios no tienen idea de cómo desarrollar sus funciones y cuáles son sus responsabilidades. Como es el caso de la actual secretaria de los Servicios de Salud de Oaxaca, Alma Lilia Velasco Hernández, quien ha demostrado incapacidad para estar en el puesto. Ejemplos sobran, desde el año pasado con la autorización del uso de insecticida caduco para combatir al dengue, y a finales de marzo del presente año, cuando los trabajadores del área de vectores denunciaron las malas condiciones de infraestructura, equipo e insumos para hacer frente a la temporada de dengue que estaba por iniciar.
Que infortunio que los encargados de gestionar los recursos públicos desconozcan el principal instrumento de planeación en la administración pública como lo es la implementación de un programa anual operativo en función de un análisis preliminar, en virtud de que, en este, se establecen de manera pormenorizadas las acciones y compromisos anuales para el cumplimiento de los programas y disminuir afectaciones a la población.
Como, por ejemplo, diseñar estrategias de prevención por medio de la fumigación anticipada de focos rojos tomando en cuenta toda da la información estadística disponible de años anteriores. O, invertir en el desarrollo de un mecanismo de alerta temprana y protocolos para la prevención y combate de los incendios forestales, detectando las zonas de alto riesgo a través de la actualización de un mapa de riesgos de la entidad Oaxaqueña.
Es triste ver que, en Oaxaca, un legado ancestral como lo es el tequio, cuyo origen se basa en el trabajo comunitario sin fines personales, se convirtiera en un instrumento para el control de daños y marketing político. Donde lo más importante para los funcionarios públicos no es el interés común, sino intentar tapar sus errores con un solo dedo, así como tomarse el mayor número de fotos para continuar con la simulación y el gatopardismo de la primavera oaxaqueña disfrazada de discursos en favor de los pobres y el bienestar. Pero que, en la realidad, para los oaxaqueños de a pie en cuestiones de economía, salud pública y seguridad pública la situación no va bien. Para muestra, la alerta de viaje “con precaución a Oaxaca” que emitió el Departamento de Estado de EE.UU, donde se señala que la actividad delictiva y violencia ya ocurren en todo el estado. Algo sin precedentes.