Legítima preocupación por la inseguridad en su trabajo expresó, de manera silenciosa pero significativa, un grupo de fotoperiodistas en la octava del lunes del cerro, durante la guelaguetza matutina. Lo hicieron visible portando unas camisetas blancas con la leyenda: “Prensa, no disparen. Periodismo en riesgo en Oaxaca”.
Con dicha acción realizada sin alterar el desarrollo del evento, se saldó apenas el malestar por la agresión sufrida por Edwin Hernández, del periódico El Universal, a quien personal del gobierno oaxaqueño le rompió el gafete de acreditación mientras documentaba la denuncia de la cineasta Ángeles Cruz, el 22 de julio.
La protesta había sido convocada por el movimiento Periodismo en Riesgo, el mismo que una semana antes había condenado el trato violento recibido por el fotoperiodista de dicha casa editorial. Se trató de “una grave violación a la libertad de prensa y el derecho a la información”, suscribieron, al tiempo de exigir una disculpa pública.
Vale recordar que mujeres y hombres “guaruras” de la Secretaría de Gobierno intimidaron al fotógrafo, le intentaron quitar su equipo de trabajo y sacaron a empellones del auditorio con la intención de que no se difundiera el mensaje de la cineasta mixteca. Consiguieron exactamente lo contrario de lo que pretendían ocultar.
La protesta simbólica, fue el colofón de un clima que ha ido subiendo de tono a lo largo del sexenio de Salomón Jara donde se han observado intentos de amedrentar o excluir a quienes tienen necesidad de cubrir eventos oficiales o de seguridad. No podría asegurarse que éstas sean instrucciones del gobernador, pues pelearse con la prensa es la peor estupidez en que puede caer un servidor público.
Sin embargo, hay empleados menores que con tal de quedar bien con sus jefes, no dudan en obstaculizar el trabajo reporteril y ubicarlos artificiosamente en un bando enemigo, en lugar de esforzarse por garantizar, como cualquier régimen democrático, el pleno ejercicio de la libertad de expresión.
En Oaxaca sabemos que el gremio reporteril si bien es agudo y por momentos muy crítico, pues es la razón de ser del periodismo profesional, respeta a las autoridades y las instituciones, incluso a cualquier actor político y social. Pero llega el punto en que se sabe defender. Referencia histórica es el ataque del régimen de Ulises Ruiz contra el periódico Noticias, en 2005, que para algunos fue la chispa que, junto con la remodelación del zócalo y el desalojo de la protesta magisterial, incendió Oaxaca al año siguiente con graves daños a su economía y al tejido social.
El conflicto del 2006, que costó la vida a más de una veintena de personas; con decenas de heridos, presos, desaparecidos y daños materiales, no puede entenderse sin la mala relación prensa- gobierno que mantuvieron el propio Ulises y su antecesor José Murat. Las y los periodistas de medios locales y nacionales que cubrieron aquel suceso, arriesgaron su vida para transmitir lo que se estaba viviendo, en donde algunos de sus actores, hoy son flamantes funcionarios. Ayer clamaban y rogaban espacios, una foto, una mención, que asistieran a sus conferencias; hoy desean periodistas dóciles, silentes, maiceados por la publicidad y matraqueos mediáticos. Les molesta mucho lo que corre en las redes sociales, la conversación que a veces es injusta: los incordia. Desean que le quemen incienso y que nadie toque el concepto guelaguetza que deformó el viejo régimen priista, asimilando costumbres, bailes, música y la creatividad de los pueblos.
Si bien el presidente López Obrador mantiene una cerrada disputa con los medios corporativos, ejerciendo su derecho de réplica en las conferencias mañaneras, es muy mala idea confrontarse con las infanterías periodísticas, es decir, con quienes no tienen mayor arma de combate que su pluma. Apréndanle algo al mandatario federal: paciencia y tolerancia con quienes no piensan como nosotros. Es parte de la diversidad política.
Posiblemente ignoran, o ya se les olvidó, que la prensa que ahora desprecian es la misma que ha abierto espacios a las organizaciones sociales, políticas y de la sociedad civil para canalizar demandas ante los poderes del Estado y sus audiencias. El avance democrático no puede entenderse sin el aporte de los medios de comunicación.
Un seminario sobre la historia de los movimientos sociales en Oaxaca y el desarrollo de los medios deberían recibir bisoños servidores públicos de morena que, gracias a estos incidentes son sujetos, supuestamente, de “capacitación” sobre cómo facilitar la labor periodística y respetar sus derechos. No es mala idea declarar el 22 de julio como el Día de la Dignidad del Gremio Periodístico, en lugar de aplaudir, imitando al sátrapa Ulises Ruiz, mayores ediciones de la guelaguetza.
@ernestoreyes14