El gobierno de Salomón Jara en Oaxaca atraviesa un acelerado declive. En poco más de dos años, el Mandatario oaxaqueño logró voltear a importantes sectores de la sociedad oaxaqueña en su contra, debido a decisiones torpes e impopulares como el desastre del sistema de salud, el aumento de la delincuencia, conflictos sociales que han dejado decenas de muertos y feminicidios, casos evidentes de corrupción y nepotismo, e incluso presuntos nexos de funcionarios con el crimen organizado.
La tan prometida “primavera oaxaqueña” se marchitó rápidamente: hoy su gestión figura entre las peores del país, con apenas 8.1% de aprobación ciudadana según una encuesta nacional reciente. Es un desplome brutal de capital político que evidencia el rechazo notable a su incapacidad para manejar la inseguridad, el sistema de salud, la corrupción y unas finanzas colapsadas.
Y es así como nace en la Ciudad de México, el movimiento antijarista llamado “Todos Unidos Contra Salomón” (TUCOS), donde figuran desde senadores, diputados federales, directores de dependencias federales, mandos medios, lideres educativos, todos oaxaqueños que hoy tienen un cargo federal, quienes, desde un restaurante frente a Palacio Nacional, se reunieron para armar el plan sucesorio rumbo al 2028.
Desde el inicio de su administración, Jara optó por rodearse de allegados cuya principal cualidad era la lealtad, dejando de lado la experiencia y el conocimiento en sus respectivas áreas.
Esta clase política, caracterizada por su visión improvisada, está compuesta en gran medida por líderes sociales resentidos cuya falta de preparación y profesionalismo en el gabinete ha llevado a una serie de decisiones erráticas y mal fundamentadas.
Las políticas públicas carecen de planificación y se implementan sin un análisis profundo de sus consecuencias, lo que ha resultado en proyectos fallidos y una administración ineficiente.
La falta de una visión clara y de políticas públicas bien estructuradas ha llevado a la implementación de programas que no responden a las necesidades reales de la población. Esta ausencia de dirección ha profundizado la crisis en sectores clave como la salud, política interna, la educación, la seguridad y las finanzas públicas.
La composición del gabinete de Jara no solo ha sido cuestionada por el amiguismo, sino también por la incompetencia de algunos de sus integrantes. Varios funcionarios han exhibido falta de preparación o antecedentes relevantes para los cargos que ocupan.
El caso de la secretaria de Turismo, Saymi Pineda es emblemático. Su gestión ha estado marcada por la corrupción y burdos abusos presupuestales con precios inflados y procedimientos de contratación dirigidos.
En el sector educativo el director del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), Emilio Montero Pérez, llegó al puesto arrastrando una muy mala reputación tras haber sido alcalde de Juchitán, identificado como el municipio más violento e infiltrado por el crimen organizado del estado.
Su impericia ha llevado al Gobernador a conflictos innecesarios con el magisterio a pesar de haber incrementado exponencialmente los apoyos extraordinarios a la CNTE. Colocar a un personaje sin experiencia ni el perfil en la delicada tarea de dirigir la educación pública evidencia una preocupante falta de criterio en los nombramientos, que podría estar obedeciendo más a acuerdos políticos y financieros que al mérito o la idoneidad.
En materia de política interna, los resultados del gobierno de Salomón Jara tampoco son alentadores. Jesús Romero López, actual secretario de Gobierno, quien llegó al cargo con credenciales principalmente de agitador social acostumbrado a beneficiarse de las dádivas presupuestales, se ha convertido más en un factor de desestabilización que en un operador eficaz para lograr la pacificación del estado.
Su catálogo de paz que tanto ha pregonado es un rotundo fracaso, una ocurrencia, apenas el fin de semana en los Coatlanes se dio otro enfrentamiento con resultado funesto de cinco muertos y varios heridos, no hay un solo día en que no brote un problema y Romero López simplemente no puede con esa alta responsabilidad.
Su ambición por alcanzar la gubernatura, aunque sea por solo dos años, lo ha llevado a orquestar operaciones mediáticas en contra de prácticamente todos sus compañeros de gabinete, generando con ello mayor caos y división interna dentro de la administración jarista.
Por otro lado, las finanzas públicas de Oaxaca se encuentran al borde del colapso. El secretario de Finanzas, Farid Acevedo López, cuestionado por sus antecedentes como “facturero”, ha fracasado en implementar estrategias efectivas para sanear las arcas estatales y frenar la corrupción imperante en la administración pública.
La inexperiencia y la mala gestión financiera han conducido al estado a un endeudamiento creciente y a una evidente incapacidad para cumplir con sus obligaciones más básicas. Como resultado, los servicios públicos han sufrido un marcado deterioro, afectando severamente la calidad de vida de los oaxaqueños y generando un preocupante clima de incertidumbre económica.
Además, los avances en el combate a la pobreza son prácticamente inexistentes, y hasta las pensiones de los trabajadores estatales se encuentran amenazadas por la incompetente gestión financiera del actual gobierno.
Asimismo, la voracidad en el presunto cobro de “comisiones” por parte del secretario Acevedo ha colmado la paciencia de los contratistas estatales, quienes afirman ser víctimas de abusos incluso mayores que los vividos durante el gobierno de Alejandro Murat Hinojosa, muchos de ellos han tenido que buscar trabajo en otras entidades del país ante la latente amenaza de los sindicatos aliados al gobierno morenista.
PT y PVEM: Alianzas fracturadas
La torpeza política de Salomón Jara no termina ahí. En su soberbia, ha dinamitado alianzas con actores políticos estratégicos que a nivel nacional han sido aliados valiosos de la llamada “cuarta transformación”.
En particular me refiero al Partido del Trabajo (PT) y al Partido Verde (PVEM). Con el Partido del Trabajo ha tenido diferencias notables con el dirigente estatal, Benjamín Robles y con la diputada federal Margarita García, quienes han criticado abiertamente al gobierno de Jara de represor y autoritario e incluso han denunciado vínculos de miembros claves del jarismo con el crimen organizado.
La división con el PT se exacerbó tras decisiones polémicas de Jara, como el despido masivo de 1,344 trabajadores estatales en diciembre de 2024, medida que provocó el enojo del PT.
Diputados y senadores petistas se pronunciaron en favor de los trabajadores despedidos y denunciaron hostigamiento y amenazas por parte del gobierno de Jara tras alzar la voz contra dicha decisión. Paulatinamente han ido reinstalando a una buena parte de los empleados despedidos, señal inequívoca de su fracaso jurídico.
En cuanto al Partido Verde Ecologista de México (PVEM), la relación con Jara también se ha deteriorado. Un caso concreto es la tensión con “Ray” Chagoya, alcalde de Oaxaca de Juárez emanado del PVEM.
En este espacio manejamos que tanto Salomón como Noé Jara presionaron al edil capitalino para que renunciara al PVEM y se afiliara a Morena, rompiendo así el acuerdo político original. El tiempo nos da la razón.
La torpeza se exacerbó cuando Noé Jara apareció en un video tratando de mostrar el control que tiene sobre Ray Chagoya y la administración municipal, haciendo notar que en realidad la decisión del cambio de afiliación de Chagoya dependía del menor de los Jara y que el Verde sólo había sido un vehículo para sus planes políticos.
Finalmente, el hecho se concretó y el munícipe recién se ha afiliado al morenismo bajo el cobijo de los Jara. Ray Chagoya, joven sin experiencia política, ha ido de error en error, el más reciente el de la toma de fotos en lugares emblemáticos de la capital oaxaqueña, que no supieron, desde un principio, manejar el tema y se volvió un borlote que le afecta en su imagen pública.
A ello se suman las maniobras del consejero Jurídico del Gobierno del Estado, Geovani Vásquez Sagrero, quien operó para quitarle a José Estefan Guillessen, dirigente local del Partido Verde, una diputación local plurinominal 24 horas antes de tomar posesión, lo que encendió los ánimos de la dirigencia nacional del Verde.
Pero la afrenta no terminó ahí. Una vez instalada la legislatura oaxaqueña Salomón operó abiertamente para reducir la bancada del PVEM de 8 miembros a 3 imponiendo además a la líder de la bancada Verde, a la diputada Gabriela Pérez.
Las maniobras de Jara para desestabilizar al PVEM se sumaron a la renuncia de Laura Estrada a la bancada del Verde en el Senado (presumiblemente por órdenes de Salomón) y a la dimisión de facto del Senador Alfonso Silva Romo al grupo parlamentario de Morena, quien notoriamente se ostenta como parte del morenismo jarista y al que -por cierto- pusieron a caminar rumbo a la sucesión gubernamental.
Este tipo de decisiones han desgastado seriamente la relación con sus otrora aliados, al punto que analistas nacionales hablan de alianzas “irreparablemente debilitadas” en Oaxaca. Las tácticas de Jara para forzar lealtades están “debilitando de manera irreparable las alianzas que Morena ha tejido a nivel nacional pero que en Oaxaca ya se rompieron”.
Esto significa que, a diferencia de la coalición sólida que Morena, PT y PVEM mantienen en otros estados o en el plano federal, en Oaxaca esas fuerzas están fracturadas, con las consecuentes dificultades para la gobernabilidad del proyecto morenista en la entidad.
Las consecuencias para el futuro político de Jara y la sucesión en Oaxaca
El aislamiento político de Salomón Jara plantea serias incógnitas sobre su futuro y su influencia en quién lo sucederá como gobernador.
Por un lado, su gobierno enfrenta un desgaste acelerado: a poco más de dos años de mandato, importantes sectores de la sociedad oaxaqueña están descontentos, incluso se ha articulado un movimiento ciudadano que desde ahora llama a votar por la revocación de mandato en 2026, cuando Jara llegue a la mitad de su periodo.
Aunque la revocación sería impulsada por una oposición cooptada, la falta de apoyo de sus aliados naturales podría dejar a Jara vulnerable. Un gobernador fuerte suele apoyarse en su coalición para superar esos retos, pero Jara ha dinamitado sus alianzas claves.
Miren ustedes estimados ciberlectores, si PT y PVEM no salen a defender su permanencia, e incluso guardan distancia o critican su gestión, el escenario de una revocación se vuelve más complicado para él.
Mirando hacia la elección de su sucesor en 2028, las fracturas actuales auguran un proceso complejo para Morena en Oaxaca.
Tradicionalmente, un gobernador busca influir en la designación del siguiente candidato de su bloque; sin embargo, la capacidad de Jara de “heredar” el poder se ha mermado.
Si la relación del oriundo de Betaza con sus aliados y el morenismo nacional sigue deteriorándose, estos podrían condicionar su apoyo en la sucesión o negociar directamente con la dirigencia nacional de Morena algún perfil alternativo, minimizando la injerencia de Jara.
En otras palabras, Salomón Jara corre el riesgo de llegar políticamente debilitado al tramo final de su gobierno, sin la estructura unida necesaria para incidir en la designación del candidato oficialista a gobernador y en donde una figura sin vinculación directa con el jarismo podría emerger.
Las implicaciones a largo plazo para Jara podrían ser negativas. Su estilo confrontativo ha erosionado la base plural que lo llevó al poder, lo cual no solo debilita su gestión presente, sino que limita sus opciones futuras dentro del movimiento.
Es posible que Jara vea reducida su influencia en la política local una vez que deje el cargo, al haber perdido la confianza del PT y PVEM, partidos que a nivel nacional siguen siendo socios estratégicos de Morena.
Incluso dentro de Morena, algunos podrían cuestionar si Jara es el indicado para encabezar proyectos futuros (por ejemplo, ser senador o funcionario federal) considerando que fracturó la coalición en su estado.
Cabe destacar que el propio Gobierno Federal observa con cuidado estas pugnas. Oaxaca es un estado prioritario para los proyectos de la 4T, y que el gobernador esté enfrentado con partidos coaligados es un foco rojo.
Si bien oficialmente Presidencia y Morena nacional han mantenido apoyo político hacia Jara, en privado estas fricciones y desencuentros son cada vez más evidentes. Morena depende del PT y PVEM para su agenda legislativa nacional, por lo que no puede ignorar el conflicto: una alianza rota en Oaxaca envía un mal mensaje y podría incentivar divisiones en otros lugares.
Nepotismo y la desaprobación desde la 4T
Uno de los factores clave de la descomposición del gobierno de Jara es el nepotismo rampante que ha practicado sin pudor. Salomón Jara ha llenado puestos públicos y partidarios con hijos, hermanos, nueras, sobrinos y demás familiares, tejiendo un clan en el poder que ha indignado a la ciudadanía.
En el último de varios escándalos, su hija mayor, sin mérito alguno, fue premiada con la delegación estatal del Infonavit apenas, pese a que Jara había prometido no colocar a su familia en cargos públicos.
En cada rincón del gobierno oaxaqueño parece haber un pariente de Jara con nómina abultada: desde sobrinas aviadoras en dependencias de salud, sobrinos manejando oficinas clave, hasta su nuera Tania Caballero como diputada local.
Incluso Morena Oaxaca es dirigido por un sobrino, Emmanuel Navarro Jara y dos hijos del Gobernador oaxaqueño, Shabín y Bxido Jara Bolaños, consolidando la captura familiar del partido. Y es así como el nepotismo y la corrupción se han vuelto el sello de la administración gubernamental en la entidad oaxaqueña.
Esta ola de nepotismo no ha pasado inadvertida para el resto del país. La mala imagen trasciende a Palacio Nacional: en redes sociales se ha llegado a cuestionar si la propia Claudia Sheinbaum aprueba el nepotismo flagrante de Jara. Desde la 4T hay una preocupación latente de que casos como Oaxaca contradigan el discurso de no robar, no mentir, no traicionar que enarbola Morena.
El gobierno federal percibe con incomodidad como Jara se ha convertido en sinónimo de opacidad y corrupción, lo cual mancha la marca de la Cuarta Transformación. Este desgaste tendrá un costo político inmediato: Jara difícilmente podrá influir en la elección de su sucesor.
Con su reputación mermada, la dirigencia nacional de Morena no le permitirá “heredar” el poder a un delfín de su grupo, por temor a perpetuar el escándalo y ahuyentar votantes.
De ahí que la sucesión oaxaqueña de 2028 se perfila como un ajuste de cuentas dentro de Morena, con la 4T buscando un candidato o candidata limpia que no se perciba como parte del jarismo profundo y Salomón buscando al menos vetar candidatas incómodas con vínculos al muratismo, como Susana Harp e Ivette Morán.
El futuro político de Salomón Jara pende de un hilo.
Su debilitamiento abre la puerta a que un sucesor ajeno y contrario a él llegue al poder, ya sea un morenista de otro grupo o incluso un opositor de algún partido aliado de la 4T fortalecido por el hartazgo local.
En cualquiera de ambos escenarios, Jara perdería el fuero político que hoy lo protege, quedando expuesto a rendir cuentas por los abusos de su sexenio.
Los antecedentes no le favorecen: su administración está marcada por señalamientos graves de desvío de recursos, corrupción sistemática y hasta vínculos con el crimen organizado, además de una ineficacia rampante.
De hecho, figuras de la propia 4T ya lo acusan abiertamente. Benjamín Robles Montoya, exaliado y líder del PT en Oaxaca, llegó a llamar “criminal” al gobernador Jara por sus presuntos nexos con grupos delictivos, acusándolo de financiar campañas locales con dinero de “huachicol”. Si esas denuncias salen de la arena política para convertirse en expedientes judiciales, el desenlace podría ser histórico y funesto para Morena en Oaxaca.
Bajo un nuevo gobernador no leal a Jara, todas las irregularidades hoy soterradas podrían salir a la luz. Las mismas prácticas que Jara denunció en su antecesor Alejandro Murat (los desfalcos multimillonarios, la corrupción abusiva) podrían ser investigadas ahora en su propio gobierno.
La ironía sería mayúscula: Salomón Jara, quien pregonaba purgar la corrupción ajena, podría terminar como el primer exgobernador de Morena encarcelado por corrupción propia.
¡Mucho ojo!
Sería el colofón de un sexenio fallido: sin poder imponer sucesor y sin el manto protector del partido, Jara podría afrontar la justicia ordinaria con una lista larga de posibles delitos. Morena no querrá cargar con ese estigma, pero quizás tampoco salvará a quien se volvió un problema.
En conclusión, Salomón Jara ha cavado la tumba política de su propio proyecto. Entre corrupción, nepotismo descarado, pleitos estériles y desgobierno, el mandatario oaxaqueño destruyó su capital político y se quedó sin aliados de peso.
La percepción desde el centro del país es de alarma y desaprobación, y en Oaxaca el clamor de “¡ya basta!” crece, anticipando un ajuste de cuentas.
Al tiempo.
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