El sabor de la sesión celebrada en la Cámara de la Impunidad el martes pasado sigue dejando un extraño sabor de incredulidad, cuando a estas alturas vivimos de frente, uno tras otro, los hechos que nos dejan heladas, como decía mi abuelita Lucha.
He observado a detalle cada video o publicación de ese momento a mi alcance y cada vez encuentro más sorpresas, veo esa firme actitud déspota, prepotente, descarada y, por demás, cínica de las y los protagonistas de ese acto que pasará a la historia como una de muchas otras ignominias de quienes se dicen partícipes de la cuarta trasformación, además de sus rémoras, los verde ecologistas. y también sus cuates de siempre, los priistas.
El no desafuero de el ex alcalde de Cuernavaca, ex gobernador de Morelos y ahora diputado federal morenista, amigo de personajes oscuros, con una acusación hecha en una audiencia de juicio por un delito grave, como lo es el homicidio, y además de ser un macho violentador de mujeres, me da una sensación horrible de retroceso social y político.
La historia de las mujeres por sus derechos políticos está escrita en México, es la más estudiada, sin duda, ahí podemos ver como generación tras generación de mujeres no quitó el dedo del renglón, no cejó en su búsqueda de la paridad. Las hubo encarceladas, desangradas, perseguidas, ninguneadas y muchas asesinadas por sus afanes de llegar a ese lugar “solo para hombres”, porque nuestro lugar no era mandar y menos la política.
Una historia que, está visto, las diputadas de la LXVI legislatura federal y de muchas otras en los congresos estatales, que pertenecen al famoso relevo generacional no conocen, creen que están ahí porque se lo merecen o como dicen ellas, son unas chingonas y otras, no tan jóvenes, que desde su misoginia afirman tener sus propias manadas, aludiendo como escribió en redes sociales Norma Reyes Terán, a la manada de violadores de San Fermín, España. Salvo sus contadas excepciones.
Pero no solo las jóvenes se equivocaron en votar a favor del Cuauh, para sus cuates, también hubo algunas señoras que no sólo votaron contra el desafuero, sino que lo arroparon, lo vitorearon con la arenga feminista del “no estás solo”.
O como en el caso de Petra Romero Gómez, diputada federal morenista originaria de San Felipe, Guanajuato, quien aparece a la derecha de Blanco Bravo (hasta el nombre le queda). La misoginia de doña Petra, una mujer de 60 añotes, va más allá de todo. Ahí, cuando el sujeto en cuestión toma la tribuna, ella le hace una señal que me parece deleznable. La diputada sin tener nada que jalarse se la jala (perdón que lo pongan tal cual, pero es para que me entiendan). Le mostré la imagen a varias compañeras feministas y todas coindicen, el mensaje a Cuauhtemoc Blanco es pues “ya te las cxgxstx”. Ahí les dejo para que usted lo analice.
Yo solo le recuerdo a esa nueva generación de diputadas, que de los legisladores no esperamos nada las mujeres. Nada. Sin embargo, no es el mismo sentimiento que tenemos cuando vemos que las mujeres constituyen la mitad o más de la mitad de los congresos de la Unión y de las entidades federativas, porque así lo determinó el voto. Por eso no es el mismo sentimiento. Porque esperamos que esas legisladoras que se dicen feministas, que intentan ser incluyentes o hablar un lenguaje un lenguaje incluyente no sexista de género y hasta proponen iniciativas, o tienen grupos de mujeres o dicen responder a mujeres, terminan traicionando a las mujeres al proteger a un hombre con poder frente a su víctima.
Ahora lo tenemos claro, no son feministas y están lejos de serlo. Utilizan la teoría de género, los preceptos feministas, las luchas feministas para subirse o trepar, pero en el fondo siguen lejos, ausentes de las mujeres, son igualitas que los señores, patriarcales y les reitero, bastante misóginas.