La actualidad de la política manifiesta un proceso de aislamiento, de encogimiento, las personas se resumen en sí mismas, se cuidan, poco importa la vida de los demás, incluso retan a la pandemia con una irresponsabilidad que ya preocupa, se someten a la lotería de adquisición del virus con una mentalidad suicida. Es asombroso pero así es.
Las razones son de una gran diversidad, destacan la necesidad del ingreso, del contacto con la familia, con los vecinos, con los amigos, en fin, con la sociedad. El encierro está causando otro tipo de enfermedades, de igual mortalidad como el estrés. La política requiere, entonces, que la gente se escuche entre sí y llegue a un acuerdo para vivir en paz en el mismo lugar, en el mismo espacio.
En estas condiciones, ingresar en la política requiere partir de la premisa de no saber, no empezamos con una solución ya pensada, sino que comenzamos con una profunda escucha y un espacio abierto. Debemos escuchar a todos, sobre todo aquellas personas que ya pasaron por la enfermedad, al hacerlo adquirimos una conciencia que nos vuelve más responsables.
En seguida debemos de observar, conociendo plenamente la solución en la que nos encontramos, estar atentos, cuidar a los demás que es la primera obligación del político.
Luego tomar acción, no contemplamos solamente cuanto sucede, sino que nos empleamos en tomar acción, aunque partiendo del no saber y ser testigos. El hombre se define como el ser que actúa, sin la acción deja de ser propiamente humano.
Comenzar con una postura de no saber representa una apertura, mientras que comenzar con una postura de convicción deja menos espacios para la escucha y el aprendizaje de personas que son distintas a uno. La postura de convicción encierra al político y al ciudadano.
Es necesario darnos cuenta de nuestra tendencia a no ver la apertura, fundamental y bondadosa a la vez, que nos constituye.
La confianza en sí mismo, es el inicio del camino del guerrero, que constituye la base para crear una sociedad despierta. Una sociedad despierta no es algo que haya que alcanzar o por lo que se deba luchar, sino más bien una fuente de inspiración en nuestro momento presente.
Uno de los objetivos de la enseñanza buddhista es hacernos más conscientes para que podamos darnos cuenta de que nuestros caparazones personales son obviamente duros, pesados, impuros y llenos de suciedad.
Una sociedad despierta no es una sociedad formada por personas que han alcanzado el despertar, sino que está hecha de aquellas que tienen el coraje de trabajar para desarrollar una sociedad en la que cada persona trabaja para su propia salud y se ocupa de los demás.
Cipriano Miraflores