Con encierro en casa y la falta de recursos por la pérdida del empleo, necesitamos de mucha paciencia. La paciencia es el antídoto de la agresividad. Cuando sentimos agresividad en todas sus distintas formas, como el resentimiento, la amargura, la queja, el enojo, podemos intentar aplicar las distintas prácticas que hemos recibido y los buenos consejos que hemos oído.
Sin embargo, todo esto a menudo no parece sernos de gran ayuda. Es por esto por lo que hace algunos años nos llamó la atención la enseñanza de la paciencia, porque nos resulta tan difícil saber qué hacer cuando uno siente agresividad.
Se dice que la paciencia es un modo de producir una desescalada de la agresividad.
Cuando practicamos la paciencia, no estamos reprimiendo el enfado, simplemente estamos sentados a su lado y dejamos en seco la agresividad.
La agresividad es una energía decidida a resolver la situación de un modo rígido, sólido y fijo, en el que alguien pierde y alguien gana.
Los mexicanos nos sentimos agresivos porque las clases y los grupos que perdieron las elecciones del 2018 no aceptan su derrota, no les ha caído el veinte como se dice popularmente, hacen todo lo posible por hacer caer el tren de la llamada Cuarta Transformación.
Estamos también enojados porque ante la evidencia de desviaciones del rumbo de la Cuarta Transformación el comandante en jefe es demasiado paciente, tiene demasiada tolerancia con los ineptos, con los corruptos, uno de cada tres mexicanos ya no le creen su discurso anticorrupción.
Para calmar la ira de este sector de la población es necesario que el Presidente recupere la credibilidad de este sector de los mexicanos con tolerancia cero con los actos de corrupción.
El Presidente tiene cuatro años para tomar con firmeza el timón del gobierno, marcar el mapa con un rumbo fijo, sostener el rumbo contra viento y marea, dar instrucciones muy precisas para evitar que el barco pierda destino, ocupar los marinos más capaces y no ser complaciente con el incapaz, el flojo y el traidor a bordo.
No obligue al pueblo a tomar el barco del gobierno, porque lo tomará con firmeza, con solidez, hasta con agresividad, lo peor es que no hay alternativa, con el Presidente o el vacío. Como diría el General Villa, se nos está acabando la paciencia., en especial las naciones originarias.