Al entrar al consultorio de la psicóloga Blanca Estela González, en Ciudad de México, sorprende un acrílico transparente de más de 2 metros de alto y ancho que sirve de barrera protectora entre la silla de la tanatóloga y el sillón donde se acomoda el paciente.
La psicóloga estaba renuente a colocar el acrílico porque le parecía que era un muro, un obstáculo para la comunicación entre ella y sus pacientes, pero el coronavirus no deja muchas opciones: o se toman esos protocolos para tener las sesiones presenciales o las terapias se trasladan a internet.
Sus pacientes le rogaban que no los dejara de recibir, pues los problemas habituales sumados a la ansiedad que genera el coronavirus y la llegada de la Navidad eran demasiado.
La depresión navideña puede afectar a personas de cualquier edad, aunque ataca más a los adultos. Es como una alergia estacional que este año se agravó, porque más de 120 mil familias mexicanas perdieron a un ser querido por el covid; el país está en cuarto lugar en muertes diarias a causa de éste.
Blanca Estela asegura que la pandemia ha incrementado la ansiedad y depresión en la población. “Estadísticamente, si nos vamos a otros años en donde no había una pandemia, nos encontrábamos altos índices en suicidio en estas épocas, en los cierres de año”.
Ahora se suman los sentimientos que han generado el encierro, el aislamiento, la incertidumbre, el miedo al contagio, la crisis económica, los despidos y, para otros, el sentimiento de no haber podido acompañar a un ser querido en sus últimas horas de vida.
Para Maura López, 2020 trajo el duelo por su tía Cristina y su papá Antonio. “Ni siquiera te puedes despedir de la gente. Simplemente las instrucciones, sabes que no puedes ni velarlo, no puedes hacer nada, se tiene que incinerar”, dice la comerciante que por cuatro generaciones ha trabajado en el mercado de Jamaica. Su padre era vendedor de comida y falleció el 18 de mayo por el virus en el que no quería creer.
“Él era un hombre sano, no tenía ninguna enfermedad, nada”, dice Maura, quien este año tuvo que soportar el cierre por tres meses de los locales del mercado (y con ello la pérdida de sus ingresos), aunque lo más duro para ella y el resto de los comerciantes fue perder a más de 100 locatarios por el covid-19.
“No es todavía algo que ya hayamos aceptado”, dice entre el bullicio de los puestos, repletos de personas haciendo compras para los festejos de temporada a pesar del llamado de las autoridades capitalinas a quedarse en casa. “Si me preguntas cómo vamos a pasar la Navidad, te diría que va a ser muy difícil”, afirma con los ojos llorosos.
La psicóloga con maestría en tanatología (disciplina integral que aborda el fenómeno de la muerte en el ser humano) explica que durante la pandemia, como en el caso de Maura, no se ha podido vivir un duelo normal.
“No nos hemos despedido de las cosas como a lo mejor hubiese sido en un proceso, hablando tanatológicamente, llevado dentro de una normalidad”. Por ello, Blanca Estela recomienda en estas fechas destinar un tiempo para despedirse de los seres queridos que fallecieron por la pandemia.
El consejo es que traten “de conciliarse con ellos, de encontrarse pueden hacerlo a través de una carta, a lo mejor dirigirles unas palabras a esas personas de despedida durante la cena de Navidad”, pero después, la tanatóloga invita a valorar y cuidar a los familiares que están con vida.
“Y hoy quedarme con lo que tengo, trabajando sobre el aquí y el ahora, el decir hoy tengo salud, hoy a lo mejor sigo teniendo cierta estabilidad tanto emocional, económica, familiar”, concluye.
Maura pasará una Navidad en duelo, se dice consternada y triste, pero con ganas de seguir adelante. Su deseo para este Año Nuevo es que se acabe la pandemia.
Fuente: Milenio