Nuestro momento, nuestra actualidad por un lado, necesita de la moral, por el otro, la hace imposible. Esta es nuestra gran contradicción.
Nuestra época se rige por una determinada concepción dominante que significa contar con las razones para actuar. Esta concepción tiene como consecuencia que los dictados de la moral ejercen poco influjo sobre las motivaciones de aquellos a quienes van dirigidos.
En un mundo que resulta tan opuesto a la fe y al dogma, la moral sobrevive sólo como cuestión de fe personal o de convicción dogmática. Ni en uno ni en otro caso puede la moral conservar la autoridad que necesita para desempeñar el papel que le incumbe en la vida social e individual.
A partir del siglo XVIII se puede caracterizar a la sociedad como sociedad comercial o sociedad de mercado que implica una sobredeterminación de la moral, lo que demuestra el carácter histórico de la moral.
El contenido de la moral del mercado, es apelar al egoísmo de las personas y no a su humanidad. Esta es la generalidad de la moralidad del mundo actual.
Cada individuo se esforzará por llevar al máximo la satisfacción de sus necesidades. En igualdad de circunstancias, sólo será capaz de hacer esto participando en las relaciones de mercado y ello requiere que dirija sus energías a la producción de aquellos bienes que otras personas necesitan. Así, el individuo egoísta se hace socialmente productivo.
El dinero es el instrumento que mide la cantidad de placer y de dolor. Aquellos que no estén satisfechos con la precisión de este instrumento deben descubrir algún otro tipo que sea más preciso, o de lo contrario decir adiós a la política y a la moral.
Concebida la identidad del individuo haciendo abstracción de sus relaciones con los demás, es casi inevitable dar por supuesto un egoísmo que todo lo ha de invadir.
La época nos hace necesariamente egoístas e individualistas, para romper con esta tendencia es necesario adoptar otras entidades que permita la supeditación del egoísmo e individualismo hacia cuestiones del bien común y a la felicidad colectiva.
La pandemia nos ha hecho comprender que sin la conciencia colectiva y el esfuerzo común estamos condenados al exterminio como raza humana. En los próximos años la proximidad será nuestra forma de vivir y de una nueva moralidad.