Estamos en Oaxaca, y en Oaxaca es permitido que los jóvenes puedan hacer cualquier cosa. Por ejemplo, aquí, delinquir es una actividad cotidiana. Aquí no se necesita pertenecer a un cártel o al crimen organizado para cometer delitos y abusos.
Sucede esto porque la autoridad, el gobierno de Alejandro Murat, ha renunciado a su responsabilidad: la de brindar seguridad a los ciudadanos.
Los normalistas están preparados para cometer tropelías, delitos tipificados, mismos que son ignorados por la autoridad, además, solapados por la inactividad gubernamental.
El lunes de esta semana, el gobernador afirmó que no se va a aplicar la fuerza pública: “porque este es un gobierno que habla, y a través del diálogo construye las respuestas. En los temas sociales, continuó, y especialmente con los jóvenes, nunca vamos a aplicar la fuerza pública”.
Así pues, La vida de miles de oaxaqueños y no oaxaqueños, ha estado subordinada a estos grupos de jóvenes delincuenciales que se hacen llamar estudiantes normalistas, mismos que son comandados por la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
El robo a comercios, la destrucción de mobiliario público, el secuestro de camiones de transporte colectivo, y de empresas particulares cargadas de productos, así como la agresión física a compañeros reporteros a la vista de la policía estatal y municipal, les dan espacio suficiente para hacer lo que se les pega la gana.
A este gobierno, es a quien menos le importa los nudos del tráfico que se hacen con los cierres de calles. Tampoco le importa que los seudo estudiantes aprovechen el amontonamiento de vehículos para robarles a los conductores lo que llevan a la vista. En fin, a nadie le importa que los automovilistas tengan que esperar todo el día, encerrados en sus automóviles hasta que puedan avanzar. Hay que recordar que la ciudad de Oaxaca es de las pocas en el país que carece de vías alternas.
Por el bloqueo al acceso al Aeropuerto internacional de esta ciudad, las líneas aéreas cancelaron más de 80 vuelos el día de ayer miércoles.
El permitirle a los normalistas que hagan cualquier cosa en la ciudad de Oaxaca y municipios conurbados, seguramente es para que los oaxaqueños estemos felices, felices, felices, como dice López Obrador.
El que hayan secuestrado docenas de vehículos y que el gobernador Alejandro Murat, diga que a los jóvenes nunca se les va a aplicar la fuerza pública, es algo muy similar a los “abrazos y no balazos”.
Ahora sabemos que estos secuestradores son víctimas, por eso, funcionarios de este gobierno se sentaron a negociar con ellos durante más de nueve horas, y donde, seguramente, los estudiantes les hablaron desde sus privilegios.
Lo que más molesta, supongo que a mis compañeros reporteros también, es que quienes los golpearon frente a las exoficinas del IEEPO, se han de estar carcajeando.
La delincuencia juvenil se enseñorea en Oaxaca, tiene permiso, pues. Parece que tampoco podemos aplicarle a estos jóvenes un fuchi o un guácala. Los oaxaqueños estamos indefensos.
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