José Murat*
La distribución inequitativa de las vacunas contra el Covid-19, en un grado jamás visto con ningún fármaco en la historia universal, es el rostro más representativo y grotesco de una globalización excluyente, un capitalismo sin rostro humano: mientras las naciones más desarrolladas ya están en franco proceso de aplicación masiva de vacunas de refuerzo, algunas de las más rezagadas no han inoculado ni a uno por ciento de su población.
Visto por continentes, sólo 5 por ciento de las cerca de mil 400 millones de personas de África están completamente vacunadas, mientras Estados Unidos y Canadá y varios países europeos ya comenzaron a implementar la segunda vuelta.
No ha sido un efecto aleatorio ni de última hora, como lo denunciamos en este mismo espacio de reflexión. Desde el principio, algunos países se garantizaron una cobertura doble o triple para su población total, mientras otros no pudieron financiar los anticipos y quedaron a la intemperie, sin acceso siquiera para sus adultos mayores y su población con factores de comorbilidad.
Parecieran cifras de ficción, por lo disparatadas y ofensivas a la conciencia mundial, pero son datos oficiales dados a conocer el 28 de octubre por los directivos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al presentar un nuevo plan para un acceso equitativo a vacunas y medicamentos contra esta pandemia que no cesa, por el acaparamiento de los países más solventes.
En palabras del director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus: “los países de ingresos más altos han utilizado 75 por ciento de todas las vacunas producidas contra el Covid-19, mientras los de ingresos bajos han recibido aproximadamente la mitad de 1 por ciento de las vacunas del mundo”.
Promover y hacer realidad el derecho humano a la salud en el caso específico de esta pandemia tiene un alto costo económico, pero mucho menor al daño generado ya en las economías nacionales: para implementar el plan ACT-Accelerator hasta septiembre de 2022, la OMS estima que se requiere de 23 mil 400 millones de dólares para ayudar a brindar acceso a los biológicos, tratamientos y pruebas de la enfermedad a los países de ingresos bajos y medios.
Hacer accesibles las vacunas a toda la población mundial no es sólo un gesto de justicia, como se expresó en el marco de la Cumbre de la Internacional Socialista para AL y el Caribe en Cancún, el mes pasado; es una medida indispensable para erradicar o cuando menos contener la propagación de la enfermedad.
Es, en esencia, el mismo razonamiento de la OMS: “el acceso no equitativo a las pruebas de Covid-19, a los tratamientos y las vacunas prolonga la pandemia en el mundo entero y presenta el riesgo del surgimiento de nuevas variantes, más peligrosas, que podrían escapar a los medios de lucha contra la enfermedad”.
De manera coincidente, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, advirtió que: “la desigualdad en la distribución de las vacunas es el mejor aliado de la pandemia de Covid-19. Está permitiendo que las variantes se desarrollen y se vuelvan salvajes, condenando al mundo a millones de muertes más, y prolongando una desaceleración económica que podría costar billones de dólares”.
Al presentar la estrategia de las Naciones Unidas para garantizar la vacunación de 40 por ciento de la población vulnerable en todo el mundo hacia finales de año, Guterres señaló que, a pesar de los esfuerzos de la organización para lograr un plan de vacunación mundial, se ha visto “el acaparamiento de vacunas, un nacionalismo vacunal y una diplomacia vacunal”.
La liberación temporal, al menos tres años, de las patentes para fabricar versiones genéricas de estos biológicos, así como los principales medicamentos, a costos mínimos es una alternativa propuesta por organizaciones sociales y humanitarias, que se ha discutido en la Organización Mundial del Comercio, pero que ha sido bloqueada por un grupo de países desarrollados donde tienen su residencia legal algunas de las más importantes farmacéuticas.
No es una propuesta infundada, pues los tratados internacionales de protección a la propiedad industrial y las legislaciones nacionales armonizadas con las convenciones del exterior, prevén la posibilidad de suspender las patentes en casos de emergencia sanitaria, como el que estamos viviendo desde 2020.
No es poco lo que está en juego: la desigualdad en la distribución de las vacunas “podría acabar enviando al mundo entero de vuelta al punto de partida”, como han advertido los directivos de la OMS. En la vertiente económica, como ha señalado Kristalina Georgieva, directora del FMI, la vacunación en dos velocidades, con países que avanzan rápidamente en la inmunización mientras otros se rezagan, puede frenar la recuperación económica global.
En suma, por razones humanitarias y de eficacia operativa la lucha contra la pandemia sólo alcanzará sus objetivos si se piensa en la suerte de los demás y se combate a escala global, con sentido de equidad y visión estratégica: inmunización universal o fusión del blindaje.
*Presidente de la Fundación Colosio