Fundadora y directora del Centro de Derechos Indígenas Flor y Canto, hace un mes dejó este espacio terrenal, Carmen Santiago Alonso (16 de julio de 1952-5 de febrero de 2022), una mujer excepcional por su gran capacidad organizativa para defender los derechos y la dignidad de los pueblos indígenas en varias zonas del estado; territorios asediados por caciques, malos funcionarios, intereses trasnacionales y la desatención gubernamental.
Con Beatriz Salinas, compañera inseparable, hermana de religión y causas, estuvimos de acuerdo en el gran legado que deja la fallecida lideresa de la organización. Herencia que ha de tener continuidad por quienes le acompañaban desde la fundación de Flor y Canto, en el año de 1996, como resultado de un mandato de pueblos indígenas y afromexicano, motivados por el arzobispo de Antequera, Bartolomé Carrasco Briseño.
Misionera laica en Santa Cruz Itundujia y localidades de la sierra sur y costa, Carmelina coordinó acciones para el ejercicio de los derechos humanos y colectivos de pueblos y comunidades, al cabo de 25 años, a través de la defensa jurídica y acciones de denuncia, educación y gestión social por la defensa de territorios y recursos naturales, entre ellos el agua.
Durante la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, Carmen participó en la ceremonia de inicio de su mandato, cuando grupos indígenas lo comprometieron a mandar obedeciendo, como es el sentido de la democracia comunitaria. Creía que este país necesita una profunda transformación y gobernantes honestos.
Si esto no se está logrando, como lo demandan los pueblos, corresponde a la gente retirarle el mandato. Así debe ser la democracia participativa. Carmelina, no obstante, como 30 millones de personas, le otorgó a López Obrador su voto y su apoyo, pese a quienes no se sienten representados por este gobierno, pues consideran que ha dejado puertas abiertas a megaproyectos que lastiman territorios y dañan el medio ambiente.
Originaria de San Antonino de Castillo Velasco, distrito de Ocotlán, a muy temprana edad Carmelina conoció la discriminación y violencia contra las mujeres; y, en su edad adulta, luchó contra la pobreza, las injusticias y la desigualdad. Su caminar, con la opción preferencial por los pobres, le permitió identificarse con diferentes problemáticas comunitarias. Fue una mujer de izquierda que no tuvo temor a la participación política ni a secundar luchas de las mujeres por la defensa de sus derechos. Durante la gesta de los indígenas zapatistas, apoyó en los actos de recibimiento a su paso por Oaxaca. Siempre al lado de organizaciones hermanas y religiosos progresistas.
Frente a las descalificaciones, persecuciones, intervenciones telefónicas e incluso dudas de quienes no entendían su idea de que “existe un Dios que quiere la igualdad entre mujeres y hombres para que todas y todos tengamos las mismas oportunidades”, Carmelina ganó batallas en vida.
La lucha jurídica y mediante consultas, por el derecho a la administración comunitaria del agua, se alcanzó en noviembre pasado cuando el gobierno de López Obrador puso fin a la veda del agua en beneficio de la micorregión Xniza de los distritos de Ocotlán, Zimatlán y Ejutla, integrada por 16 municipios, mismos que ahora podrán captar el líquido de manera sustentable.
Todavía le dio tiempo de celebrar, con la Coordinadora de los Pueblos Unidos por la Defensa y el Cuidado del Agua, el decreto presidencial que les reconocía este derecho. Con esta alegría en el alma, pese al sufrimiento que la conducía a lo irremediable, aceptó el llamado de Dios el 5 de febrero pasado.
Cuando la fueron a despedir al panteón de San Antonino, tierra donde gozó la vida a plenitud, sus amigos y compañeras le llevaron flores, incienso y rezos para que se fuera en paz. Le sobrevive su hermana Gudelia.
Al enterarse de su ausencia, Fernando Guadarrama le dedicó unas décimas. Retomo un trozo de esta composición literaria: “Te vas Carmen en el viaje/ que ya no tiene regreso/ y yo en verso te hago un rezo/ como mi humilde homenaje/ eres ya luz del paisaje/ que el rumbo nos ilumina/ tu alma se va y camina/ por la última vereda/ pero tu ejemplo queda: hasta siempre Carmelina”.
Hace más de dos décadas, compartí con las y los activistas de Flor y Canto, y los amigos de Educa y Alianza Cívica, actividades de observación electoral. Desde entonces tuve el gusto de apreciar el respeto que le tenían por su enorme generosidad y valentía. Gracias Carmelina porque tu paso por la vida no fue en vano, y eres ejemplo de virtud y humanidad. Las y los dueños del agua y de la tierra te seguirán extrañando. Nosotros también.
@ernestoreyes14