Es innegable que la cultura dominante ha pretendido negarnos la universalidad que requerimos la nación indígena y sus pueblos, como mecanismo, como dispositivo político de ejercicio de su poder.
La idea de vernos como folclor y como los vulnerables encierra una estrategia de dominación, una estrategia de lucha de la conciencia de la élite dominante por no reconocer la injusticia de su acción.
Enmascarar a través de este dispositivo la realidad de nuestra nación – pueblos, le permite a la élite gobernante, encabezada por el titular del Poder Ejecutivo, de aparecer ante los ojos de la población nacional como el noble, el dador de felicidad, el tata, por tanto, como sujeto de veneración.
Para romper con esta doctrina e ideología, es necesario entender la realidad de nuestra nación – pueblos, mediante el planteamiento de un nuevo paradigma a partir de nuevas categorías y conceptos que la hagan entendible.
Lo primero es que haya intelectuales de los pueblos y desde los pueblos para la elaboración de esas categorías y conceptos, que rompan todos los dispositivos ideológicos y mecanismos que se ha valido la élite dominante y sus comparsas para la subsunción formal y real de nuestra nación indígena y de los pueblos que la componen.
Se necesita una descolonización que nos conduzca mostrar nuestros saberes, nuestros poderes, nuestro conocimiento y entendimiento, recuperar hasta la manera de entendernos, de identificarnos, de autonombrarnos, recuperar lo que nos liga como nuestras religiones, nuestras prácticas.
A partir de este auto reconocimiento, auto revalorización, auto entendimiento, seremos capaces de entender bien al otro, a los otros, así seremos capaces de valorar lo positivo de la relación y lo negativo enviarlo al cesto de basura de la historia. De verdad, el peso y totalidad de lo construido, durante más de quinientos años, es extraordinario, tan eficaz que existen millones de hermanos que se han subsumidos en la cotidianidad de la dominación vigente.
Nos han matado gran parte de iniciativa de rebeldía, los líderes de los pueblos han sido, salvo excepciones, cooptados y sometidos a los dulces encantos de los placeres del poder dominador.
Entendernos, esclarecernos debe ser nuestro problema, no problema del Estado y de sus intelectuales orgánicos, porque lo harán y lo han hecho desde sus intereses y teorías mediatizantes, desde de la perspectiva de los dominadores.
Nuestra liberación, nuestra emancipación, requiere destruir argumentativamente todo el aparato conceptual que se ha construido por más de quinientos y construir un nuevo andamiaje, desde la Ciencia Política y no desde la Antropología que ha sido partícipe del colonialismo.
Asimismo, deberá ser un marco conceptual desde los colonizados, oprimidos, condenados por la historia y por el pensamiento occidental.
Desde las montañas, desiertos, costas y selvas del territorio mexicano, desde nuestros pueblos y comunidades deberá nacer el nuevo pensamiento de liberación que harán de México más democrático.
Hablar de modernidad y posmodernidad, por ejemplo, son conceptos que invitan para desviarnos del verdadero problema, la existencia de la colonización.
La élite gobernante debe ser capaz de escucharnos y saber hacerlo, pero lo más importante es hacernos escuchar.