-Distante a tres horas de la capital oaxaqueña, desde el paraje Río Tementina piden ayuda para comercializar sus artesanías a “precios justos”
-Por falta de dinero truncaron sus estudios, pero no así el talento creativo para elaborar piezas de arte con palma y bejuco
Fotos: Oscar Zepeda
Santo Domingo Nuxaá, Oaxaca. – Marcadas por la pobreza que les impidió la oportunidad de seguir estudiando, Lizbeth Zobeida e Irma Zenaida López Ortiz son dos grandes artesanas jóvenes que han demostrado sus habilidades para crear artesanías con las hojas o bejucos de los árboles de pino.
Desde tortilleras que elaboran con palma, hasta bolsas y canastas en diversas figuras hechas a base de hojas de pino, inclusive corazones para guardar el anillo de compromiso son algunas de las creatividades que muestran orgullosas porque todo es elaborado a mano.
La comunidad enclavada en una de las áreas más pobres de la Mixteca, a prácticamente tres horas de la capital oaxaqueña, entrando por la carretera antigua justo en Telixtlahuaca se ubica la desviación, aquí viven las dos jovencitas junto con sus padres y hermanos.
Un camino sinuoso, una parte está pavimentada y otra es terracería, las protagonistas de esta historia que viven en el paraje Río Tementina, platicaron que ellas aprendieron de forma empírica, nunca llevaron cursos, tuvieron que empezar a trabajar con el material que el mismo bosque les regalaba para subsistir, y solamente lograron terminar sus estudios de secundaria en el Instituto Nacional de Educación para los Adultos, porque la telesecundaria queda a una hora caminando.
A la comunidad indígena jamás había llegado un periodista, ni medios de comunicación, por ello se mostraban un tanto reacias a las cámaras, pero amablemente accedieron charlar con Primera Línea Mx, y rememoraron que desde hace seis años se dedican a la elaboración de las bellas piezas artesanales.
Lizbeth Zobeida narró que en el campo recolectan los bejucos que caen de los árboles de pino y se llevan un mes para elaborar diversas figuras que son vendidas en la misma comunidad, donde algunas familias les hacen encargos para recuerdos de bodas, quince años, bautizos, etc., pero el precio es muy bajo.
Antes de la charla con quienes hacen de la palma y los bejucos un verdadero arte, la familia López Ortiz nos recibió en su humilde vivienda con una suculenta comida, un platillo delicioso como es el amarillo de hongos silvestres, el cual también recolectan en los bosques de la comunidad, porque Santo Domingo Nunxaá está en medio de montañas.
Generosos, así son las familias que viven en las comunidades se desprenden de lo mejor que tienen para ofrecerlo al visitante, también probamos el delicioso atole de maíz, un humeante café de olla y un agua fresca de guayaba, todo cultivado en la región mixteca.
Quelites, frijoles de la olla, nopales, es un suculento manjar en esta zona castigada por la pobreza.
Orgulloso don Alejandro López, jefe de familia, nos platicó que ellos quizás sean pobres en dinero, pero son inmensamente ricos en recursos naturales, y nos aportó un dato interesante, no compran en las tiendas o tendejones del pueblo, porque dice que cada día los precios de los alimentos llegan más altos, no tienen poder adquisitivo.
Por ello tienen animales de traspatio, gallinas de donde salen los huevos criollos que también ofrecieron cocinados al comal, una delicia con las tortillas recién hechas. Crían chivos y borregos que a lo lejos se observan pastando, junto a los verdes sembradíos de habas y que decir de los árboles de manzanas y duraznos.
El clima es frío por las mañanas y hay una densa neblina, al mediodía la temperatura se vuelve más agradable porque el solecito asoma las narices.
Inscrito en el programa federal Sembrando Vida, el padre de las jóvenes artesanas reportó que este año recibieron $5 mil pesos para la siembra de árboles, entre las variedades frutales como la guayaba, manzana, pera, durazno y están por sembrar plantas de agave espadín.
Aunque reconoció que el dinero que el mismo gobierno envía a través de esos programas no alcanza, porque los insumos de fábrica, como él le llama, cada vez son más caros y el dinero “solo da vuelta”, recriminó.
Por ello para su familia es de gran valía el aporte que sus hijas dan al gasto familiar.
En tanto, con un dejo de tristeza en los ojos, Lizbeth Zobeida soltó que ella si hubiera querido continuar sus estudios de bachillerato, pero aunado a la falta de dinero, el telebachillerato les queda a tres horas caminando de su comunidad, no tuvieron otra opción que trabajar para poder subsistir.
Y aunque apenas están enteradas de que los gobiernos federal y estatal ofrecen becas a estudiantes, en su comunidad nunca han tenido esa oportunidad, no llegan esos apoyos, “nos gustaría seguir estudiando, pero no se puede”, comentó con tristeza la joven artesana.
Hoy piden a los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador y de Alejandro Murat Hinojosa les brinden las facilidades para comercializar sus artesanías, ellas quieren precios justos, porque en la población les pagan $75 pesos por un tortillero hecho a base de palma muy bien reforzados y hasta con nombres grabados.
Mientras que las bolsas las venden a $500 pesos por que se tarda como un mes para tejerla y son de bejucos que caen del árbol de pino, los cuales van al campo a recolectarlos. “Queremos que las compren a precio justo”, es la exigencia de quienes nunca han tenido la oportunidad de comercializar sus artesanías.
A su vez el profesor de la telesecundaria ubicada en la comunidad Llano de Ayuca, Marcelo Carlos Altamirano Pérez, quien fue el que nos invitó para visitar la comunidad, donde es profesor de telesecundaria desde hace ocho años, lamentó que las y los jóvenes de esa zona no tengan oportunidades de continuar sus estudios, incluso, reveló que en su escuela hay alumnos que no tienen ni para comer, “a veces llevan un taco, pero otros días nada”.
Actualmente tienen una matrícula de 38 alumnos, pero en cifras de 10 que terminan la telesecundaria, siete emigran a la Ciudad de México a trabajar y tres continúan sus estudios o de plano se quedan en la comunidad en las labores del campo, cuidando a los animales.
Viven en una situación precaria y en la escuela no tienen agua, los sanitarios están en condiciones deplorables, menos que puedan contar con computadoras y el internet que hoy en día es básico para los estudiantes en ese nivel, aunado al sufrimiento de las y los alumnos que tienen que caminar más de una hora de ida y otra de regreso para poder estudiar.
Así entre olor a hierba fresca del campo, aire puro que reconforta los pulmones, las y los entrevistados pidieron al gobierno: ¡no se olvide de los pobres!
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