Este lunes 21 de noviembre, el pueblo mexicano y el mundo libertario, conmemoran el centenario de la muerte de un oaxaqueño singular; ideólogo incomprendido y poco reconocido de la Revolución Mexicana, quien ofrendó su vida para que las y los trabajadores tuviéramos un mejor futuro. Las conquistas plasmadas en nuestro texto constitucional mucho le deben a este hombre nacido un 16 de septiembre de 1873 en el seno de una familia mazateca, en San Antonio Eloxochitlán, Oaxaca.
Rebelde, soñador y visionario, acaso nunca imaginó que un siglo después, un gobierno de izquierda se inspiraría en sus luchas para comenzar a hacerle justicia a los pobres.
La corrupción de la clase política y de los representantes de la clase explotadora, prácticas que no aminoraron incluso con el triunfo revolucionario, fue de las banderas enarboladas por los magonistas, quienes pensaban en un mundo donde más allá del Estado (pedían eliminar a la autoridad, al capital y al clero), los cambios debían de ser obra de los trabajadores mismos para lograr la emancipación integral de la humanidad.
Acaso en el magonismo habrá pensado el presidente López Obrador para que hubiera decidido aumentar significativamente el salario mínimo, así como poner como destinatarios de los programas sociales a los más vulnerables, a quienes “nunca les hizo justicia la Revolución”.
Borrado casi de la historia oficial por ideas que le disgustaban a los que se ostentaban como “revolucionarios”, Ricardo Flores Magón es el paladín de la libertad de prensa, de expresión y de la justicia, valores por los que luchó a través de un activismo político permanente.
Sin embargo, sus escritos que buscaban incrementar la conciencia política y social de todos quienes se enfrentaban al gobierno de Díaz, fueron ignorados por quienes al sucederlo siguieron excluyendo de los beneficios mínimos a los campesinos, a los indígenas, a los pobres de la tierra y de la fábrica.
Escritor y periodista, al lado de sus hermanos Jesús y Enrique, con quienes fundó el periódico Regeneración, Ricardo sufrió encarcelamientos en México y durante su exilio en los Estados Unidos donde, como en su patria chica, siempre fue perseguido por sus ideas y su capacidad organizativa. Tan solo el programa del Partido Liberal Mexicano mencionaba que una vez caída la dictadura debía instituirse la no reelección del presidente, hacer obligatoria la educación básica, un salario mínimo para los trabajadores con jornada laboral de ocho horas y brindar tierras de cultivo a los campesinos.
Por publicar en Regeneración un texto donde se hacía un llamado a los trabajadores del mundo a emanciparse de cualquier gobierno y de la sociedad capitalista él, con Librado Rivera, fue condenado a 20 y 15 años de prisión en la penitenciaría de Leavenworth, Kansas, Estados Unidos, donde a consecuencia de los trabajos forzados a los que era sometido y su precaria salud, falleció la madrugada del 21 de noviembre de 1922.
Puesto a un lado de los llamados próceres de la Revolución, a Ricardo Flores Magón se le retrasó el reconocimiento como un actor revolucionario fundamental, y hubo mucha polémica para inscribir en letras de oro su nombre en el Congreso mexicano. Se le excluía por sus ideas que provenían de pensadores y luchadores rusos, y por haberse opuesto a gobiernos como el de Madero y Carranza, contra quienes también lucharon Villa Zapata y otros revolucionarios.
No obstante, los magonistas también combatieron la dictadura de Victoriano Huerta y trataron de abrir los ojos al proletariado estadounidense y del mundo, dominado ya por el capitalismo. A Ricardo en otros países se le compara con las grandes figuras del socialismo y el anarquismo mundial.
Les recomiendo que visiten el minisitio https://www.inehrm.gob.mx/es/inehrm/magon que el gobierno de México habilitó apenas, donde se puede acceder a literatura sobre este gran pensador y activista revolucionario, orgullo de las y los oaxaqueños.
El 6 de diciembre de 1920, envía una carta a Nicolás T. Bernal, desde la penitenciaría federal, y le dice: “No sobreviviré a mi cautiverio, pues ya estoy viejo; pero cuando muera, mis amigos quizá inscriban en mi tumba: “Aquí yace un soñador”, y mis enemigos: “Aquí yace un loco”. Pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: “Aquí yace un cobarde y traidor a sus ideas”. De este tamaño era Flores Magón, a quien más allá de homenajes se le debe honrar con el ejemplo: “Ricardo vive, la lucha sigue”.
@ernestoreyes14