Mucha tinta se ha derramado sobre las implicaciones y diversos contextos en los que se desarrollará el futuro, pero hasta antes del inicio del Siglo XXI la mayoría de los argumentos contaban con una áspera esencia metálica, sin vida y bajo el supuesto que el ser humano tendría total control. Sin embargo, y después de un catastrófico inicio de la segunda década del presente siglo, la humanidad ha comenzado a comprobar que el futuro ya es una realidad, en el cual el hombre no tiene todo el control ni tampoco es un escenario exclusivo del sector industrial. Por el contrario, hoy en día la inteligencia artificial ha cambiado, y seguirá cambiando, la estructura geopolítica, económica y social a nivel mundial y local.
Además, desde finales del siglo pasado la humanidad ya padecía constantemente de caos, incertidumbre y, crisis humanitarias y económicas lo que, con conjunto con la llegada de esta nueva oleada tecnológica, ha provocado estrepitosos cambios en todos los constructos sociales y en el desarrollo operativo de las instituciones. Pero, sobre todo, ha trastornado los valores sociales e influido de manera significativa en el sentido del tiempo y nuestra manera de sentir y vivir el mundo que nos rodea.
Y aunque el actual escenario se puede considerar como futurista, lo cierto es que el pasado se hace realidad. Alvin Toffler en su obra el Shock del futuro publicada en 1973 se refería a un acelerado cambio tecnológico y social generado por la transición de una sociedad industrial a una época postindustrial. Situación que afectaba a la gran mayoría de los ciudadanos por los acelerados cambios tecnológicos que dejaba a muchas personas desconectadas, desorientadas y con un fuerte estrés. Esto último también conocido como sobrecarga informativa, que establece que la cantidad e intensidad de información exceden la capacidad limitada de procesamiento del individuo promedio, con una percepción de demasiados cambios en un período de tiempo demasiado corto.
Toffler también hace referencia al caos generado por el acelerado desarrollo tecnológico en su obra la tercera ola, publicada en 1979 y con argumentos que establecen que los cambios lejos de concluir no han hecho sino empezar. Y, en función de la adaptación de la humanidad y la ética en el uso de las herramientas digitales, se pueden producir los más graves peligros o los más fascinantes avances sociales, con una civilización más sana, razonable y decente, y mayor credibilidad democrática. Sin embargo, en esta obra también existe un choque que es generado porque la tercera ola impulsa una revolución de información y comunicación, y producción industrial caracterizada por el incremento de la productividad por equipos automáticos y programados digitalmente, disminuyendo el uso e importancia de la mano de obra humano.
En este contexto, la privacidad y protección de datos personales en las plataformas digitales y la aparición de una inteligencia artificial capaz de alterar, difundir o utilizar la información de manera inadecuada genera escepticismo. Principalmente por la probabilidad de que exista la participación de gobiernos nacionales o ciertos grupos de poder que diseñen y divulguen su propia inteligencia artificial con el objetivo de cotrolar e interferir en la vida privada de los ciudadanos, al grado de espiar los pensamientos para mantener el orden o su verdad. Desarrollándose un escenario Orwelliano en el que una dictadura totalitaria, ya sea implementada por el ser humano o controlada por alguna inteligencia artificial, forme parte de la etapa actual de la humanidad.
Actualmente, la tercera ola describe la agonizante civilización industrial que experimenta revolucionarios cambios, pasando de una industria 4.0 enfocada en la combinación de técnicas avanzadas de producción y operaciones con tecnologías de última generación integrada en las organizaciones y operada por personas. Para pasar a la industria 5.0 que pone énfasis en desarrollar inteligencia artificial con la capacidad de realizar procesos que ejecuta el ser humano. Sin embargo, esta dinámica no es exclusiva del sector manufacturero e industrial, se encuentra ya en desarrollo en todos los aspectos sociales, principalmente en el de entretenimiento y en materia de educación.
Dicha situación ha dado paso a la paradoja del tiempo actual: a mayor cantidad de producción y divulgación de información se incrementa la confusión e ignorancia para su manejo e interpretación, principalmente porque se desarrolla y transforma a una velocidad impresionante. Este escenario es el Shock del futuro de la segunda década del Siglo XXI, en el cual la humanidad no se terminaba de adaptar a los factores condicionantes exigidos por la revolución en la industria y desarrollo tecnológico 4.0, para pasar al tsunami de desarrollo tecnológico 5.0.
En otras palabras, esta iniciando, sino es que ya inició, una batalla o conflicto político social, entre la segunda ola que se resiste a morir y la tercera ola que está naciendo y evolucionando. Teniendo, además, a todos los rezagados desde la primera ola al no lograr una adecuada transición y adaptación a los todos los cambios tecnológicos a inicios del Siglo XXI. Sin embargo, para quienes han logrado una adaptación positiva a los nuevos cambios también se enfrentan a su propia batalla: permitir o no la regulación del avance tecnológico en todo el mundo.
El tema no es menor, el pasado 31 de mayo directivos y expertos de OpenAI, Google DeepMind, Anthropic y otros laboratorios de inteligencia artificial, advirtieron que los sistemas que se están desarrollando, en un futuro no muy lejano podrían ser tan mortíferos como las pandemias y las armas nucleares. En consecuencia, en Estados Unidos y la Unión Europea iniciaron la redacción de un código voluntario de conducta para la inteligencia artificial que tiene como objetivo establecer códigos y leyes para su regulación, aprobado el pasado miércoles 14 de junio por el Parlamento Europeo. Esta normativa tiene por objetivo regular según el nivel de riesgo, es decir, cuanto mayor sean los efectos negativos para los derechos humanos, laborales o de la salud de las personas, mayores serán las obligaciones de los sistemas tecnológicos. Teniendo cinco pilares en los cuales centra su regulación: la infraestructura crítica; educación; recursos humanos; orden público; y, gestión de la migración.
Sin embargo, esta iniciativa nació muerta por dos principales razones: porque es un código de conducta voluntario; y porque este nuevo reglamento y leyes entrarán en vigor dentro de dos años y medio o tres años en el mejor de los casos, lo que obviamente es demasiado tarde.
De acuerdo con datos del informe elaborado por la consultora en recursos humanos y servicios ejecutivos, Challenger, Gray & Christmas, tan solo en mayo pasado se eliminaron casi 4 mil puestos de trabajo en Estados Unidos como consecuencia de la inclusión de la Inteligencia Artificial para automatizar una variedad de tareas en las empresas. A su vez, la investigación realizada por Goldman Sachs lider global en servicios de banca de inversión, valores y gestión de inversiones, concluye que la inteligencia artificial pone en riesgo 300 millones de puestos de trabajo en todo el mundo. Esta disrupción en el mercado laboral podría conducir a la automatización de una cuarta parte del trabajo realizado en Estados Unidos y Europa, mientras que alrededor de las dos terceras partes de los trabajos actuales están expuestos a un grado de automatización, con las mayores afectaciones en tareas de asesoría legal y administración.
En otras palabras, la inclusión de la inteligencia artificial en todos los sectores de la sociedad es una poderosa razón para tener un optimismo a largo plazo, siempre y cuando se cuente con claridad en las reglas de operación y equilibrio con los derechos laborales y sociales de la humanidad. Punto en el cual los gobiernos nacionales deben, de forma urgente, elaborar e implementar protocolos que no detengan el avance tecnológico pero que tampoco dejen de lado los derechos humanos. Pero, sobre todo, evitar la visión limitada de la escasez, es decir, que en el momento que existan recursos materiales abundantes, en este caso herramientas de inteligencia artificial, es seguro que otros recursos importantes dejen de serlo, como el uso del mano de obra humano.
Situación que no es para menos, recientemente el mundo del entretenimiento ha comenzado a resentir la parte negativa de la inteligencia artificial, con diversas manifestaciones en contra del uso de imágenes digitales sin permiso o implementar actores sintéticos creados con inteligencia artificial. Otro ejemplo ilustrativo de los efectos negativos del avance tecnológico, es la inauguración en días recientes de una pizzería en Francia que se volvió tendencia al ser la primera en ser atendida por robots controlados por inteligencia artificial. De acuerdo con los propietarios es una innovación para producir más comida en menos tiempo.
A saber, la Inteligencia Artificial ya es parte de la dinámica de todos los sectores sociales y gubernamentales, siendo un avance en términos de desarrollo tecnológico que puede, o no, aumentar la eficiencia de los procesos en los cuales se implemente. Sin embargo, existe una gran probabilidad de que durante los años de transición inmediatamente venideros hayan de ser tempestuosos y estar plagados de crisis ante la adaptación ante los sistemas de Inteligencia Artificial. Ante esta situación, el shock del futuro del Siglo XXI ya no es un posible peligro remoto, sino una verdadera enfermedad que puede afectar a un número creciente de personas sino se cuentan con un control mínimo de sus efectos adversos. De lo contrario, la única que certeza que se tendrá en los años venideros es tener un caos económico y laboral y, en consecuencia, mayores niveles de desigualdad y oportunidades.