En la historia de la humanidad son innumerables los falsos profetas que se han proclamado los dueños de la verdad absoluta o poseedores de un falso don de carácter profético, o bien, de falso carisma o imagen pública, con el único fin de utilizarlos para un beneficio propio. Sobre este tema, la literatura es extensa, tanto en el contexto religioso como en materia de sociología política, sin embargo, coinciden en definirlo como las personas que difunden mentiras motivados por el interés propio y el deseo de ser populares entre la gente. Y que surgen desde dentro de la misma comunidad, sobre todo, en tiempos donde el caos y la desesperanza dominan la cotidianidad social, el ambiente político, o, ambos.
Hoy en día, nuestro país comienza a padecer las primeras consecuencias de haber depositado la esperanza de México en un hombre que, aprovechando un ambiente sociopolítico que por décadas se encuentra dominado por el agobio, la violencia y el hambre de justicia, logró convencer a poco más de 30 millones de mexicanos para convertirse en el actual presidente de México.
Andrés Manuel López Obrador, un personaje político que surgió dentro del mismo sistema político que, durante sus tres campañas presidenciales siempre criticó, teniendo como base de su discurso político tres principales frases: “Por el bien de todos, primero los pobres”; “Sobre aviso, no hay engaño. Sea quien sea, será castigado. Incluyo a compañeros de lucha, a funcionarios, a los amigos y a los familiares”; y, “No puede haber un gobierno rico con un pueblo pobre”.
Desafortunadamente, poco después de cinco años de su gobierno el escenario en México cuenta con escenarios grises y, en otros casos, obscuros. Es cierto, es importante reconocer que tiene obras emblemáticas y múltiples programas sociales justificables, otros no tanto, pero también hay que recordar que, de acuerdo con el subsecretario de Hacienda Gabriel Yorio, se estima que México cerraría el 2024 con un nivel de deuda de 48.8% del PIB. Es decir, se gasta más de lo que se gana.
Sumado a lo anterior, el informe de la SHCP sobre finanzas públicas y deuda pública, al cierre del 2023, señala que se destinaron 849,761 millones de pesos para el pago de intereses de la deuda pública, representando un incremento del 26.5% real anual, mientras que el gasto destinado al desarrollo de infraestructura pública disminuyó 2.9%. En otras palabras, el pago de deuda pública rebasó al monto que el sector público dedica al pago de inversión para el desarrollo de infraestructura como carreteras o escuelas. Por si fuera poco, para el 2024 se aprobó un techo de deuda por 1.9 billones de pesos, la cifra más alta de los últimos 10 años.
Sin duda, el panorama económico para finales del 2024 es poco optimista, principalmente, porque no se ha enfocado esfuerzo alguno en una necesaria reforma fiscal. Como este error, hay diversos en la gestión de López Obrador, y lo malo no es equivocarse, sino el hecho de no aceptarlos para poder corregirlos, sino, por el contrario, para solucionar toda problemática sobra con su palabra profética, por encima de reglamentos, leyes, instituciones y, la realidad misma.
En este contexto profético y de falsas promesas es necesario recordar las más importantes mencionadas por el mismo presidente en el ya lejano, pero aún recordado, 1 de diciembre del 2018.
En su primer discurso en el Congreso de la Unión, a las 11:35 h mencionó “… el salario de los mexicanos es de los más bajos del planeta…” Lo cual era cierto, pero actualmente, y de acuerdo con datos de la Organización Internacional del Trabajo, y considerando a 67 países del mundo sobre el monto del salario mínimo mensual en dólares estadounidenses, México se ubica en la posición 18, con un aumento del 12.6% del salario mínimo neto al 1 de enero de 2024 en comparación con el 1 de enero del 2023. No obstante, este aumento no ha superado los precios de los alimentos básicos.
Enseguida, a las 11:46 h pide “…que no haya persecución a los funcionarios del pasado…”, situación que en su momento generó controversia, pero hoy en día tiene sentido, ya que desde el inicio de su mandato tenía claro que los bendeciría para luego recibirlos bajo su cobijo.
Siendo las 16:52 h, ya en Palacio Nacional, como uno de sus primeros actos presidenciales, y junto con los presidentes de El Salvador, Guatemala y Honduras, firmaron un plan para atender el fenómeno migratorio, quedando claro que no funcionó. Por el contrario, empeoró, principalmente por temas de secuestro, extorsión y violencia sexual; en este último delito y de acuerdo con datos de la organización Médicos sin fronteras, al cierre del 2023 registró un aumento del 70% tan sólo en las ciudades de Reynosa y Matamoros.
Fuera de tener una solución integral, en días recientes el presidente anunciaba un plan de apoyo de 110 dólares y ayuda para encontrar empleo. Y aunque es cierto que la migración no es culpa de Obrador, si lo es el financiar el costo de dicho regalo con nuestros impuestos y/o quitando beneficios directos a los mexicanos. Porque el presidente tiene todo el derecho de dar regalos, pero de lo que es suyo, no lo que es de todos los mexicanos, pero no puede ni debe gastar lo que no esté incluido en el presupuesto de egresos de la federación. Es más sencillo que se lleve a los migrantes a la chingada (su rancho) y ahí darles trabajo y estancia temporal con cargo a su salario presidencial.
Por su ideal humanista, puede argumentar que es un acto de solidaridad, pero no deja de ser ilegal y, por tanto, un delito y una clara afrenta a los mexicanos, ya que olvida que aquí también hay migrantes como consecuencia del desempleo y la violencia. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del INEGI, al cierre del 2023 se tenía una tasa de informalidad laboral del 56%, es decir, personas ocupadas pero que son laboralmente vulnerables por la naturaleza de la unidad económica para la que trabajan y cuyo vínculo laboral no es reconocido por su fuente de trabajo y por tanto padecen de los beneficios provistos por la ley.
Además, en su informe económico mensual, el INEGI señala que al cierre de febrero del 2024, la población no económicamente activa fue de 40.3 millones de personas, que representa el 39.8%, siendo un incremento de 623 mil personas respecto al mismo mes pero del 2023. Por si fuera poco, de las 60,898,387 personas ocupadas el 69.2% son trabajadores subordinados y solo el 5.5% son empleadores, de este total, el 65.7% labora en micronegocios, pequeños establecimientos y medianos establecimientos. Siendo la base que sostiene a la dinámica laboral del país, pero también son los más vulnerables ante el aumento de la inseguridad, como, por ejemplo el secuestro y la extorsión.
Posteriormente, a las 17:40 h ya en su discurso en la plancha del Zócalo, los seguidores de López Obrador corean “¡No estás solo!”, y efectivamente, no lo estaba, ni lo está, siempre consintió a los militares para su protección, quienes si estaban -y siguen estando- solos, son sus propios seguidores y gran porcentaje de los ciudadanos de este país.
Enseguida, a las 17:52 h expresa “…se establecerá en el artículo 3 de la Constitución el derecho a la educación gratuita en todos los niveles de escolaridad…”, pero en la realidad, y en plena pandemia, existieron instituciones que continuaron, y siguen cobrando, cuotas de inscripción a pesar de la emergencia sanitaria y el mandato constitucional.
A pesar de que las promesas incumplidas hasta este punto ya son de consideración, su discurso profético tuvo un cierre inolvidable. A las 18:14 h casi gritando, daba a conocer “…no habrá amiguismo, nepotismo, influyentísimo de ninguna de las lacras de la política”, aseguró. Tiempo después, los diversos escándalos demuestran que las lacras de la política siguen estando vigentes dentro de su gabinete, y, por el contrario, han utilizado las falsas promesas para llevar a cabo acciones más neoliberales que en el periodo neoliberal del pasado. Esto en nombre de la falsa austeridad republicana.
Bandera “social” que impulsó el presidente pero que se convirtió en un arma de doble filo. Por un lado, se utiliza para precarizar sueldos de funcionarios del gobierno y ajustar personal, para tener más recursos para sus obras y programas sociales; por otro lado, disminuyeron los puestos de trabajo gubernamentales, pero paralelamente sube año con año el presupuesto estatal. Por tanto, ¿dónde va a parar ese presupuesto estatal actualmente? A propósito de la austeridad republicana Obradorista en México, pareciera más un discurso de: ustedes, los plebeyos tienen que ser austeros, nosotros, los nuevos feudales, tenemos que seguir con los lujos y privilegios de antes. Para ejemplos, el estado de Oaxaca.
Entrada la tarde-noche, a las 18:30 h afirma “… va a ser delito grave sin derecho a fianza, el fraude electoral, la compra de votos, el uso del presupuesto para favorecer a candidatos o partidos, nadie va a traficar con la pobreza de la gente” … sin embargo, y a pesar de sus innumerables viajes a Oaxaca, no se da cuenta que sucede todo lo contrario.
Basta con recordar que ante los últimos incendios forestales en la entidad, autoridades estatales y diputados locales fueron los últimos en participar en las labores de rescate y mitigación, ya que su mayor preocupación no era apoyar a su pueblo, sino estar en el inicio de campaña de Claudia Sheinbaum, mientras en la comunidad de San Lucas Quiaviní perdían la vida 5 comuneros en labores de combate al incendio.
Finalmente, a las 19:03 h el presidente prometía, “… se acabará la guerra, construiremos entre todos la paz, buscaremos la hermandad entre todos los mexicanos […] y se investigará a fondo la desaparición de los jóvenes de Ayotzinapa, se conocerá la verdad y se castigará a los responsables”. Sin duda, de las falsas profecías que más calan y duelen a la población mexicana.
Por un lado, el caso Ayotzinapa no tiene claridad alguna, hoy en día existen más cuestionamientos que respuestas y, por si fuera poco, a inicios de marzo de este año, el presidente aseguraba que ni la marina ni el ejército participaron en los hechos, lo curioso es que, cuando era candidato presidencial, su postura era culpar al Estado. Por otra parte, más que acabar con la guerra que se generó a causa de decisiones de sexenios anteriores, lo cierto es que ahora el problema de la violencia en México es una innegable realidad que se ha vuelto cotidiana en gran parte del territorio mexicano, generando un escenario que se convertirá en el mayor fracaso del actual sexenio.
En términos generales, de fondo el problema es que el presidente confundió su papel y rol. Anduvo en campaña como predicador de la democracia y de tener la solución a todos los problemas en México. Pero cuando ganó la elección, en lugar de convertirse en hombre de Estado, siguió como predicador en sus mañaneras, lugar donde si dice que no hay corrupción, no la hay. Donde también sostiene, desde la óptica de predicador religioso y la fe, que, si los delincuentes son seres humanos, aunque roben, extorsionen, secuestren, maten y descuarticen, o se coman la carne de sus enemigos, lo son. Y que, si acepta a ex priistas y panistas “conversos”, es porque estando en Morena se purifican para estar libres de culpa. En este punto es importante recordar que los falsos profetas precisamente difunden mentiras motivados por el interés propio y el deseo de ser populares entre la gente, sin importarles los daños colaterales.