Por Tomás Borges.- Cuando en plena campaña política el presidente electo Andrés López Obrador (AMLO), criticó el uso del avión presidencial TP01 José María Morelos, por considerarlo “oneroso” y un insulto para los millones de mexicanos, al grado de decir: “no me voy a subir al avión presidencial, ni siquiera para ir a salamerear, para ver cómo está de lujoso porque ya estoy enterado, costó 7,500 millones de pesos. No me voy a subir a ese avión porque no le voy a faltar el respeto al pueblo de México. Ese avión lo vamos a vender. No lo tiene ni Donald Trump”, causó jubilo en el electorado que, cansado de los excesos de la clase gobernante, le dieron el triunfo en las urnas al candidato que desde hacía 18 años buscaba la silla presidencial.
Ya como presidente electo, AMLO volvió a insistir en vender tan lujoso avión, argumentando que su venta podría beneficiar las arcas de la nación y dentro de su campaña de austeridad republicana (tras haber sido cuestionado por sus adversarios políticos de utilizar una avioneta tipo Cessna de 4 plazas en noviembre del año pasado en plena efervescencia política, lo que al parecer le ocasionó una fobia por los vuelos privados), volvió a usar como mantra la venta del avión presidencial y el uso de vuelos comerciales para su traslado.
Pese a que la campaña ya concluyó y nuestro folclórico presidente ya ganó las elecciones, sigue empecinado en volar en aviones comerciales e incluso rechazar el uso de la Guardia presidencial, para poder estar más cerca del “pueblo sabio” que lo quiere y lo cuida.
Peligro: presidente a bordo
Cuando AMLO se quedó varado por cuestiones meteorológicas por más de 4 horas en el aeropuerto de Huatulco, Oaxaca, el pasado 20 de septiembre, López Obrador insistió en que a pesar de estos incidentes no utilizará el avión presidencial TP01, agregando; “No por esto voy a cambiar de opinión, no me voy a subir al avión presidencial. Me daría pena, se me caría la cara de vergüenza, subirme a un avión lujoso en un país con tanta pobreza”.
Declaraciones de éste tipo no causan más que hilaridad en los medios y un dejo de congruencia para el electorado cansado de los lujos y excesos de la clase gobernante a costa del erario, que han protagonizado funcionarios como David Korenfeld, ex titular de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), quien dio un uso indiscriminado del helicóptero de la dependencia que, de acuerdo a medios nacionales, el entonces director lo utilizaba como Uber, para trasladarse de sus oficinas a su domicilio, siendo el colmo del asunto cuando trascendió que lo utilizó para trasladar a su familia en la Semana Santa del 2015, de su domicilio en el fraccionamiento Bosque Real, en Huixquilucan, Estado de México, al aeropuerto internacional de la Ciudad de México.
Gracias a esos caprichos, hicieron que AMLO utilizara los lujos de la clase gobernante (la trillada mafia del poder) como bandera política y desmarcarse de tan funestas prácticas y excesos, pero ¿en realidad es seguro que un presidente viaje en un vuelo comercial?
La historia demuestra lo contrario, ya que en caso de que alguien busque atentar contra AMLO buscará por todos los medios colocar un artefacto explosivo en uno de los vuelos comerciales que tome el mandatario, como sucedió con los malogrados candidatos presidenciales Luis Donaldo Colosio, en Tijuana, México, al término de un mitin, o con Luis Carlos Galán en Colombia, ejecutado también en un acto político por los sicarios de Pablo Escobar en cadena nacional.
Pese a que se tomen las medidas pertinentes, y pese a que los aviones comerciales están en zonas estériles, por ser terminales públicas con múltiples prestadores de servicios y por ende donde hay infinidad de empleados que transitan y que pueden manipular el equipaje e incluso ser cooptados por fuerzas oscuras (como el Narcopor ejemplo) para que el presidente AMLO muera en un atentado aéreo.
En un mundo donde un artefacto explosivo (bomba), puede ser operado desde un teléfono celular y con explosivos plásticos que pueden ser camuflados de diversas formas, un atentado no sonaría tan descabellado, lo que además de ser un peligro para un presidente y para la nación que lidera, lo sería para las víctimas que por azares del destino estuvieran en el vuelo o alrededor del mandatario, por lo que los daños colaterales serían numerosos.
No hay que olvidar el 4 de junio de 1969, cuando se siniestró el vuelo comercial donde el político y también tabasqueño Carlos Alberto Madrazo, murió con su esposa Graciela Pintado y varias decenas de pasajeros en un incidente aéreo catalogado como accidente, en un vuelo Monterrey-Ciudad de México.
Pese a haber solo indicios de un atentado, la duda quedó en el aire, ya que el político tabasqueño estuvo en contra del autoritarismo del hoy odiado Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), al grado de criticarlo en múltiples conferencias y foros (no hay que olvidar que Madrazo Becerra no duró ni un año al frente del PRI, ya que por sus intentos democratizadores, fue expulsado de la dirigencia del partido en 1965) y tras los trágicos sucesos de octubre de 1968, la muerte del tabasqueño no fue considerada como una simple coincidencia, aunado a su enemistad con el entonces Secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez (LEA), quien lo consideraba un estorbo para sus aspiraciones políticas, por lo que una vez eliminado el tabasqueño, no cayó de extraño que LEA fuera el siguiente presidente de la nación.
Lo anterior, sirva de antecedente sobre el peligro de viajar con AMLO, quien obtuvo su triunfo gracias al fracaso de sus contrincantes y no es de extrañar que algunos perjudicados por el triunfo del tabasqueño, busquen eliminarlo de la escena política como sucedió con su coterráneo, siendo éstos los mismos que están al tanto de su salud médica.
A pesar de vivir en un mundo reconfigurado tras los atentados del 11 de septiembre del 2001 y pese a que hay paranoia en materia de seguridad en las terminales aéreas de todo el mundo, es necesario que AMLO replantee el uso de aviones comerciales ya que, en materia de seguridad, las precauciones no salen sobrando y más cuando la mafia del poder sigue operando.