Por Jesús Romero López
Este 15 de noviembre Gabino Cué envió al Congreso del Estado su sexto Informe de Resultados, por interpósita persona, sin dar la cara; desdeñó a la 63 Legislatura, faltando a su responsabilidad social, moral, política y legal para explicar el estado de desastre en el que entregará el poder a su sucesor dentro de tan sólo quince días. En ese acto, el último de rendición de cuentas ante el pueblo, sólo mando decir que Oaxaca sí cambió.
Yo afirmo, al igual que miles de personas, que no es así; porque los saldos de su gobierno son en realidad lamentables, Oaxaca no cambió hacia el sueño y esperanza prometida, ejemplo de ello, el aumento en los índices de pobreza, marginación y desigualdad. No cambió nuestro terruño porque desde el poder se siguió empobreciendo a millones, mientras que los millones del presupuesto se lo llevaban unos cuantos cuates del gobernador. Aquí hubo un sexenio de Hidalgo, tradición de siempre, herencia del priismo en este marginado estado. Oaxaca no cambió porque fracasó la alternancia y no se alcanzó el umbral de la transición democrática siempre prometida. Por el contrario, tuvimos corrupción, ineficacia, ineficiencia, herencias de un pasado priista también. Es evidente que en Oaxaca no se pudieron, o quisieron, generar los cambios democráticos, políticos e institucionales para dar paso a un régimen distinto. Es claro, Oaxaca no cambió y es perfectamente demostrable porque en menos de 15 días el PRI retornará a palacio de gobierno, cuestión que significa cualquier cosa, menos transición democrática u éxito del proyecto gabinista.
Frente a ese escenario también cabe la autocrítica, sobre todo de quienes tuvimos la responsabilidad de apoyar a Gabino Cué y al proyecto de paz y progreso que Oaxaca exigía, reconozcamos particularmente los partidos (PAN-PRD-PT-MC) que no se asumió con la energía y la autoridad necesaria la participación en la conducción de un proyecto democratizador que anhelaba Oaxaca, y ello ocurrió porque se confundió el ser aliados con silencio cómplice, omisión y en algunos casos colaboracionismo por migajas.
Asumamos que perdimos la brújula y en el conformismo de “aliados gobernantes” no reivindicamos ni hicimos valer, que el éxito de la alternancia del 2010 no era sólo de Gabino, sino fundamentalmente de todo el bagaje político acumulado en décadas de lucha de las fuerzas de izquierda y progresistas oaxaqueñas. Esfuerzos colectivos que enfrentaron persecución, cárcel y muerte en décadas priistas. Es real, llegamos a esta circunstancia también porque nos faltó unidad y a algunos les falto valor para exigir con autoridad rectificar el rumbo. Por eso también Oaxaca no cambió, puesto que aceptamos casi todo, incluso que quienes nos persiguieron, que quienes nos agraviaron en el pasado tuvieran impunidad e inclusive formaran parte del gobierno que habíamos conquistado.
Pero lo que hoy no podemos aceptar, es que Oaxaca Sí Cambió, como reza el slogan del gobernador, y ante ello quedarnos callados, no se puede ni debe ser cómplice, sobre todo si queremos ser opción nuevamente y recuperar la confianza ciudadana. Los progresistas y demócratas de Oaxaca no podemos quedarnos callados, ni debemos aceptar un pacto de impunidad para él y sus funcionarios, no debemos permitir que el circulo de impunidad persista y los sexenios concluyan con más pobres y unos cuantos multimillonarios.
Exijamos rendición de cuentas, transparencia en la entrega – recepción, que se pormenorice el informe de gobierno y sobre todo que las autoridades en materia de auditoria y procuración de justicia no terminen protegiendo a corruptos como Gabino, Duarte, Medina y toda esa fauna política nociva.